Cecilia Tonina es bandoneonista y poeta entrerriana. Tiene 28 años y es técnica en Música con especialización en Guitarra y técnica en Danzas Tradicionales Argentinas.
Cecilia Tonina, acordeonista paranaense, toca en Madrid
Cecilia Tonina, acordeonista entrerriana
Poeta y acordeonista, Cecilia Tonina hoy prueba suerte en Madrid
Realizó numerosas presentaciones, entre ellas junto al Dúo Enarmonía como guitarrista, bandoneonista y bailarina. También formó parte de la Orquesta Escuela de Tango de Paraná durante 2018 y del Ensamble de Tango del Instituto Superior de Música de la Universidad Nacional del Litoral en 2019. Actualmente, vive en Madrid, ciudad española a la que se fue junto a su novio a probar suerte.
“Nací en Paraná y la casa que más recuerdo es donde todavía viven mis padres y a la que siempre me refiero como “mi casa”. Tengo algunas imágenes de aquella casa de calle Villaguay, la mayoría del patio y de mi perra. Algo tendrán en común porque lo que más extraño de “mi casa” es el patio, lo veo enorme detrás de mis ojos ahora tan lejos. Me cuesta retener sus cambios y no hay rincón en donde no pueda encontrar una Ceci más o menos pequeña. Tiene una ventana “mi pieza” que a la mañana despierta una luz con un color que sé que no voy a poder encontrar en ningún otro lugar. Desde ahí se ve el cielo, un azul celeste que acá siempre queda corto, como si estuviera más frío. En cambio allá, allá yo podía tocarlo sin pensarlo, cualquier día. En cambio la ventana del fondo guarda la lluvia, capaz por eso es que me divertía tanto mojarme, porque yo podía decidir cuándo quedarme bajo las gotas. Nunca me faltó nada en “mi casa” y en algún lugar guardo el hechizo para volver”, comenzó relatando a UNO a la distancia mientras sus palabras parecían dibujadas.
“Y contando mis suertes, otra cosa que valoro mucho es que yo llegué a la música sin necesidad de que me buscara.. Estaba ahí la música y la poesía y de pronto en el medio, o más precisamente, en el centro estaba yo. Me enseñó a jugar, aprendimos a hablar y todavía hoy aunque le cuesta me mira caminar. Aunque siento que ya quedó lejos ese centro musical todavía me queda la poesía. Con ella seguimos aprendiendo las palabras, jugamos y más que caminar, saltamos. En ese centro arremolinado muchas veces el viento que me envolvía tenía un dejo de tierrita arrastrada, donde algún espíritu habrá estado bailando chamamé. Pero me rebelé sin quererlo y aunque estuve rodeada de guitarras y acordeones algún buen aire se habrá cruzado en ese remolino porque terminé con las manos llenas de tango en un bandoneón que cada tanto se queja de estar tan lejos de su tierra. Porque uno no es necesariamente de donde nace, sino de donde quiere y es querido. Y si habrá estado perdido ese buen airecito que para aprender de dónde venía tuve que ir a Rosario donde un gran maestro guarda sus grandes secretos en una casa larga con perros viejos. El Cholo Montironi se ríe como un niño porque sabe más que todos nosotros. Después encontré parte del buen airecito en Santa Fe, que con todo el cariño del mundo me atrevo a decir que posiblemente Danilo Cernotto sea el responsable de tanto remolino tanguero en la zona. Y finalmente encontré el buen airecito más calmo y que me regalaría las mejores canciones de cuna y los mejores paisajes en esa escuela pequeñita para el gigante de Cristian Gustafsson”, poetizó.
Siguiendo el relato como dejándose flotar, Cecilia remarcó: “Hoy estoy lejos y todas mis palabras se acunan en el mismo sentimiento, de lejanía alegre, tristísima, lastimada. Me traje todas mis palabras y las cuido tanto para no perderlas, a veces salen a jugar con otras de aquí, de Madrid, pero siempre encuentran un camino de vuelta. Porque ser poeta no es solamente mi trabajo y mi especie dentro del ser humano, es la manera que entiendo, o trato de entender, la vida”, contó. Cecilia es autora de tres libros: Ecología poética, De balcón y cordones y En tinto, todos publicados por Ana editorial.
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Nuevas aventuras sin olvidar las raíces del litoral
“No llegué buscando nada”, dijo sobre su llegada a europa y agregó: “Tal vez vine con la obligación de volver conmigo completa, redescubrir mi nombre como poeta. Confirmar quién soy porque si iba a volver después de tanto y alguien se podía llegar a olvidar de mí, necesitaba estar muy segura de quién soy. Y he descubierto mucho, aunque la parte más difícil todavía me falta, pero una de las cosas bellas fue tocar en la calle. No solo me puso en jaque todas las veces sino que por momentos parecía que volvíamos a entendernos con el bandoneón y hasta parecía también que llegaba ese buen airecito hasta los jardines de Retiro. Me regaló todas las infancias del mundo, todas las alegrías nacidas de la pena, toda la paciencia de no saber qué viene. Lo demás eran problemas que a la vida realmente no le importan y por eso sé que al lector de este diario tampoco. Hoy ando por las calles de Madrid escribiendo un poco, soñando otro poco más, planificando las palabras que comparto y tratando de recrear ese buen airecito entre los europeos. Todos los días peleo conmigo misma porque pareciera que mis movimientos responden a un intento de olvidar mi sangre de latinoamérica pero trato de convencerme de que yo nunca me haría una cosa así. Y ese es mi sueño, que llegue el día de dejar de pelear”. Cecilia, como tantos otros argentinos en el mundo, extraña, siente y ama su tierra y el cielo que la vio nacer. Sin embargo, a través del arte, también como tantos otros, busca florecer y dejar semillas en otras partes del mundo, sin olvidar quién fue y proyectando quién será a partir de cada día.