La poesía desatada de Cecilia Tonina no va por donde dictan las normas, acontece nomás ante motivos impensados. O emerge de interrogantes sinceros, de quien se está abriendo un camino y comparte las búsquedas en un mundo que le habla.
Cuando muchos dormimos, Cecilia se asombra del balcón y cuenta
Estamos leyendo en este fin de año la obra De balcón y cordones con poemas y prosas poéticas de Cecilia, publicada hace días por Ana Editorial, y nos agrada la conversación entre las palabras de la joven poeta y las líneas artísticas de Lucas Bizzotto, que interpreta los momentos al modo de un también desatado croquisero urbano.
Cecilia camina el arte en letras, en danzas, en bandoneón, en cuerdas. Su poesía intimista no desoye los ecos de luchas de la hora y se anima por ahí a imprimir el lenguaje llamado inclusivo de los jóvenes que buscan que las y los demás se encuentren con comodidad en el diálogo, sin excepciones.
Vamos de mariposas a burbujas, cumpliendo ciclos, de leves sensaciones de tocador a severas manifestaciones políticas. “Pero no pudieron”, dice.
Las ondulaciones como de cabellera niña en los poemas y los temas de Cecilia se complementan con los trazos geométricos de Lucas en la obra. La editorial cierra así un año difícil con una flor, con arte joven.
De títeres y mariposas
Dice Cecilia en prosa bajo el título El pensamiento ajeno: “Un aire espeso que se introduce lentamente por el oído, saborea las hendiduras del cerebro, se asienta entre los dientes. Un hilo atado que con el paso tironea la frente, que al girar la cabeza paraliza el pie. Una luz que quema las retinas y carboniza el corazón. El titiritero suelta con descuido los cuerpos al suelo. Un sismo los obliga a correr. Y es por eso que los viejos títeres al ver su fotografía abrazan lastimando de tan fuerte, la lengua, las piernas, el corazón”.
Y dice en un vuelo de mariposas bajo el nombre Escalinata: “Tengo un puñado de mariposas aquí en el escote. Las resguardo del viento para no pescar un resfrío. No tienen adónde volar y van de mi pecho a la ventana, de la ventana al oído. Nos arreglamos las manos/alas, recorremos lugares comunes, descartamos siestas. La gente pasa a nuestro lado haciendo preguntas tontas: ‘¿Cómo estás?’, ‘¿Qué tal las clases?’, ‘¿Salís el sábado?’. Yo dibujo una respuesta mientras espero que alguien me acomode un mechón inquieto y diga: ‘¿De qué color son tus mariposas?’, ‘¿Has bailado?’, ‘¿Te han besado el cuello?’, ‘¿Escribimos la noche juntos?’. Le besaría las palabras, tan dulcemente, que no necesitaríamos esperar más primaveras”.
Sus versos
“Seamos esos arremolinados por el viento que ella menciona y ayudémosla a encontrar las respuestas”, sugiere el poeta Abel Schaller en el prólogo de la obra.
Es el segundo libro de Cecilia. Antes, la misma editorial joven de Paraná publicó Ecología poética: poesía de estación. Entonces le preguntamos sobre sus poetas y demás escritores de preferencia y dijo Benedetti, Ibarbourou, Galeano, Neruda, Amor… Pero sabemos que un poeta se dice por los versos, de modo que todas sus definiciones, sus explicaciones, sus estudios, apenas nos sirven para conocer esfuerzos y pertenencias pero no hay mejor modo de entrar a lo hondo que leer sus versos, besos en Cecilia, y releerlos.
Con Cecilia Tonina, este viaje despojado de artificios se detiene en cinco vibraciones: Dintel, Escalinata, Ventanal, Balcón, Cordones.
Remolinos
Tengo los bolsillos vacíos
y un baúl lleno de música,
pero al salir a la vereda
me dicen que de nada sirve eso.
Les hago cosquillas a mis bolsillos
y la gente de saco se enternece de lejos
y me pintan de colores las pelusas.
Los despeinados por sus propias manos
me los descosen.
Sólo aquellos, a los que el viento
les arremolinó la ropa y el cabello
me preguntan de qué color
es el baúl por dentro.