El deporte en general, y el fútbol en particular, acompañó a Rafael Crocinelli durante toda su vida. Lo practicó desde pequeño, en su Junín natal. Realizó inferiores en Sarmiento. También registró pasos en otras instituciones de su ciudad. Al mudarse a La Plata, donde se graduó de licenciado en Comunicación Social, jugó para Everton, equipo denominado el Decano del fútbol amateur platense.
Cuerpos que (no) importan, el libro que invita a replantear el fútbol
Por Matías Larraule
El comunicador, que formó parte del primer congreso de género, deporte y diversidad, escribió Cuerpos que (no) importan), una obra donde invita a repensar el fútbol. “ A través de mi lugar como exjugador puse en palabra un montón de situaciones que se naturalizaron y que viven los futbolistas”, explicó a modo de introducción Crocinelli, en diálogo con UNO.
El comunicador apuntó a poner en tela de juicio valores que se han instaurado en la formación de los futbolistas. “Uno de ellos es el reclamo que el futbolista debe tener huevos para jugar, o que lo único que importa es ganar”, remarcó.
LEÉ MÁS: Abrir el juego para construir una sociedad más justa
”También repaso las infancias, adolescencias, juventudes y como operan en esa configuración identitaria de muchos pibes. Con esto quiero decir que, si a un chico de 5 años se le empieza a machacar que hay que tener huevos, si llora es una nena o es maricón y lo único que importa es ganar, con el tiempo esos chicos irán naturalizando esas conductas y creciendo con esos valores. Después, en el día de mañana cuando crecen, quizás sean personas frustradas o con resentimiento. Se instauran un montón de valores negativos”, calificó.
Siguiendo esta línea, criticó a la cultura del fútbol como una de las figuras dominante del patriarcado. “El fútbol es un espacio micro y hay que abordar desde lo micro a lo macro. El fútbol es un espacio micro que te permite reconocer e identificar machismo de una manera naturalizada que hay en la sociedad. Esas cosas que pasan ahí te permiten analizar otras cosas que pasan a nivel social y general”.
Crocinelli graficó el triángulo de la masculinidad como figura dominante. “Por un lado está el protagonista, por otro lado el testigo y en tercer lugar la víctima”, enumeró. “Hay dos claros ejemplos. Uno de ellos es el chiste del jabón y otro el homicidio de Fernando Báez. El protagonista es quien tira el jabón o a quien se le cae el jabón, y en el caso de Fernando Báez, los rugbiers que mataron a Fernando. La víctima es Fernando en el segundo ejemplo, o al jugador a quien va direccionado el chiste del jabón. Y el testigo, en el caso del jabón, es el compañero que se ríe o mira para otro lado guardando silencio y en el caso de Fernando Báez quienes grababan y se reían mientras lo golpeaban”, explicó.
Rafael apuntó a desnaturalizar esos malos hábitos para construir una sociedad libre. “En mi adolescencia cuando un pibe no quiere encarar a una chica y los amigos lo empujan insistiendo “dale, sacala a bailar, hay que ser macho”. No es así. Uno hace lo que quiere y hay que respetarse. La masculinidad no es flexible en el respeto. Se instauran actitudes como natural. Uno queda como un boludo por respetar a su novia, por ejemplo. De esta manera está percibido que hay una mayor hombría por mayor conquista y la cosificación de la mujer como un trofeo. Es una violencia simbólica que nos termina de hacer daño”, concluyó