Si hablamos del arte del transformismo en la capital provincial es posible asociarlo a nombres de reconocidos artistas como si se tratara prácticamente de un sinónimo. Entre ellos, el paranaense Leo Bartolomé, quien es una figura con muchos años de trayectoria y de escenario pisado.
Leo Bartolomé: De bailarín de gimnasio al transformismo
Leo Bartolomé: De bailarín de gimnasio a artista del transformismo
Desde niño quería ser artista y conforme pasaron los años se formó en actuación, comedia musical, improvisación y baile. Pero todo su recorrido siempre estuvo combinado con sus clases de gimnasia y baile en diferentes establecimientos deportivos de la capital provincial desde el año 2000. Por tanto, desde ese lugar, su contacto con la gente, la música y estar al frente de todo un grupo de personas ha sido algo habitual que le fue útil para en 2007 adentrarse de lleno a la actuación y el transformismo con Pablo Millán. Lejos de conformarse, Bartolomé siempre apuntó a mayores desafíos y en 2014 hizo su primer espectáculo producido íntegramente por él y de forma independiente. Y si bien el público puede ver el resultado final de sus producciones, es importante destacar que todo ello conlleva pensar, escribir y guionar cuadros humorísticos; confeccionar y bordar vestuarios para sí mismo como así también para su equipo de bailarines, y además organizar una agenda con espacios físicos en donde llevar a cabo sus espectáculos. Su camino y crecimiento como artista y productor ha sido obra de su propio esfuerzo, de su firme convicción y dedicación para ider y sostener sus proyectos independientes.
En una entrevista cálida e íntima para la revista Tuya, el showman hizo un repaso por los momentos que fueron claves en su vida, algunas anécdotas y sus objetivos para el futuro.
—¿Cómo recordás tu infancia y adolescencia? ¿Había indicios en ese momento de tu interés por las artes escénicas?
—Desde chico siempre soñé con dedicarme a la actuación, con el baile y el arte. Parece una historia trillada pero es real, ya que yo me encerraba en mi pieza a actuar y a bailar, mientras mis hermanos, amigos y los niños del barrio jugaban a la pelota y andaban en bici en las calles yo estaba encerrado. Me gustaba jugar a actuar a que yo era el escritor y director. Me llevaba mi grabador y ponía música e imaginaba que hacia coreografías. Me miraba en el espejo y veía cómo gestualizaba, esa fue mi primera entrada a la actuación sin siquiera conocerla, porque nunca había hecho teatro ni danza.
—¿Admirabas a alguien del transformismo o del teatro cuando eras chico?
—Los primeros transformistas que yo los veía en la tele y los admiraba (y admiro) fueron Jorge Luz y Antonio Gasalla. No podía creer que el personaje sea un varón vestido de mujer y que se anime a hacerlo. Siempre tuve el transformismo dando vueltas en mi cabeza.
—¿Cómo ingresa el baile en tu vida?
—Antes las cosas no eran tan fáciles, no había academias y cursos de teatro como ahora. Sólo tenías el teatro para hacer actuación y tenías alguna que otra academia de danza. Pero cuando empezó a desarrollarse el baile más con los gimnasios y las academias con ritmos urbanos fue ahí que me acerqué al mundo de la danza y empecé por el baile. Habré tenido más de 20 años. Las primeras veces que empecé a bailar fui a un gimnasio de una amiga y ellos hacían bailes coreográficos. En un momento organizaron una actividad para juntar dinero para una nena que estaba internada y yo voy al gimnasio a ver, me puse a bailar y me llamaron para la presentación. Eso fue un jueves y la presentación era un viernes, me aprendí tres coreografías en cuatro horas.
—¿El gimnasio te llevó a ser instructor en baile luego?
—Seguí bailando con este grupo coreográfico del gimnasio Onda Brasill y fui becado allí para hacer el instructorado de gimnasia y ritmos y posteriormente empecé como profesor de gimnasia y ritmos. Hice ritmos brasileros y comencé a armar coreografías infantiles, juveniles y de adultos. Después a esas coreografías las empecé a pasar al teatro.
—¿También te formaste en comedia musical?
—En 2007 gané una beca de teatro y comedia musical en la Escuela EA Artes de Rosario, y uno de mis profesores de teatro fue Mirko Buchin. Ese mismo año llego a trabajar con Pablo Millán. En ese momento yo era coreógrafo y bailarín, luego fui ingresando de a poco a lo que es la actuación, la improvisación teatral y de a poco Millán también me cedió espacios en sus espectáculos donde yo tenía lugar con el micrófono y teníamos diálogos.
Paralelamente hice presentaciones coreográficas en cumpleaños de 15 años a modo de animación. Hice temporada de teatros en Mar del Plata, cinco años, y la pisada escénica te la da el día a día. Las temporadas te dan mucho oficio cosa que ninguna academia te puede dar o enseñar.
—¿Qué anécdotas recordás de tus primeras apariciones como transformista?
—Un día hice una producción de fotos en el Teatro 3 de febrero, las empecé a subir a las redes sociales. En ese momento había apenas iniciado con algunas intervenciones
pequeñas en el transformismo, en cuadros de humor y sketches. Me empezó a gustar la transformación, ser totalmente otra persona, que si bien tiene matices míos es otra persona distinta. Esa magia que tiene la transformación me cautivó. Y con la producción de fotos que me hizo Mariano Tardivo en 2014 una señora de Chajarí, que no sabía quién, era vio una foto mía y me llamó para ir a un evento de allá para que cerrara un cuadro de humor. Fui y ahí me vio otra mujer de Feliciano y me llamó para ir a su pub, desde ese entonces comencé a trabajar mucho afuera. Y de ahí no paré, era todos los fines de semana un show.
—¿Con qué otros transformistas has trabajado?
—Trabajé con otros transformistas como Gonzalo Costa, que ahora está en la televisión. El primer maquillaje de ojo bien hecho me lo enseñó a hacer él, “Costita” (así es reconocido en televisión y radio). También con Carlos Debat que es un bailarín transformista de Buenos Aires, quien me enseñó mucho de técnica, de pisada escénica arriba del escenario.
—¿Cómo encaraste ese 2014?
—En 2014 empecé a hacer café concert bajo mi producción en el bar La Copa que estaba en calle 9 de Julio de Paraná. En una oportunidad, ese año, recuerdo que vino como invitada Paola Kullok (hermana de la actriz Luisa) que es sexóloga y fue uno de los shows más geniales de mi vida porque me reí y divertí muchísimo junto al público. Después a ese proyecto lo trasladé al Club Social y en abril de 2020 fue el último show en el café concert por la pandemia. En 2016 hice mi primer espectáculo de teatro con el nombre de Divertimento, todo bajo mi dirección en sociedad con Ale Degregorio, famoso dj de Paraná.
—¿Lo habías imaginado alguna vez?
—A esto lo había soñado siempre pero me parecía totalmente lejano. Los artistas tenemos un sentimiento de incertidumbre e inseguridades de ¿quién me va a ir a ver? ¿Cómo voy a llenar ese teatro enorme de 800 butacas?
—¿Cómo fueron los años subsiguientes?
—El 2017 produje el espectáculo EnHumoradísimo, en 2018 La puta ama y en 2019 volví a hacer EnHumoradisimo. El próximo es en agosto y tengo ganas de volver a mi primer show, Divertimento, obviamente todo refaccionado con cuadros nuevos y cuadros que son la risa segura de la gente.
—Fue un salto importante llegar a producir tus propios espectáculos.
—Fue muy loco porque empecé como un bailarín de gimnasio con música brasilera y terminé produciendo mi propio espectáculo de transformismo con todo lo que es conlleva desde el bordado, las pelucas, el maquillaje y una gran cantidad de cosas. El paso a paso fue muy importante porque nunca quise hacer algo mío sin estar seguro de lo que estaba haciendo y de que mínimamente estaba haciendo algo bueno.
—¿Cuáles fueron las dificultades que se te presentaron al principio?
—Las dificultades son el miedo y la inseguridad. Esto de decir ¿quién me va a ir a ver? Y también lamentablemente tenemos esta cuestión de la competencia porque si aquel hizo algo tan bueno ¿cómo me voy a subir yo al escenario que soy un don nadie? Y esas fueron las mayores dificultades. El miedo a arriesgarme. Por eso digo que hay que animarse y si sale mal uno aprende. Después dificultades con el recurso, yo siempre fui una persona de invertir por lo cual dejé de comprarme ropa de civil para invertir en vestuario, piedras, pelucas, bijouterie y ropa para los bailarines. Pero la dificultad es el miedo de uno, de animarse a hacerlo.
—Hablabas hoy de lograr la risa segura ¿Cómo se logra?
—Siempre fui una persona de pensar en lo que le divierte al otro, en lo que puede hacer reír al público, y en qué le dará gracia. Hay distintos públicos, hay a quienes les gusta más lo burdo, lo grotesco y el transformismo tiene un humor muy ácido, hasta humor negro a veces, pero es también muy característico en Argentina y en el mundo. Por supuesto que hay que saber hacerlo para que no caiga mal y uno a eso lo va practicando con el escenario y arriesgarse. Esto puede ser la risa y el aplauso asegurado o el cric cric de los grillos.
— ¿Considerás que contribuyó tu trabajo como instructor de gimnasia?
—Sí, ser instructor de gimnasia y de baile me ayudó muchísimo en el hecho de enfrentarme al público. Desde cero me vi en una tarima dando una clase y enfrentándome al público y pareciera que no pero eso me ayudó muchísimo. Eso también fue parte de mi aprendizaje para enfrentarme al público.
—¿Queda algo pendiente para el futuro?
—Siempre hay cosas pendientes y de las que digo me encantaría hacerlas. Ahora para agosto estoy preparando un show con coreografías nuevas porque hace mucho tiempo, no solo por la pandemia sino porque me he dedicado más a la actuación, que no bailo. Mi último espectáculo de teatro con coreografías fue en 2019. Estoy preparando eso, lo cual es un desafío. No muchos transformistas lo hacen. Asimismo, tengo ganas y proyectos para volver a hacer temporada en la costa. Hace cinco años que hago temporada en San Bernardo con Hernán Casanova, que es un transformista de Buenos Aires.
—¿Has hecho teatro de texto?
—He hecho teatro de texto también con dirección de Francisco Padula, que también confió en mí, y en otra obra hice de un chico gay que tenía un conflicto en su familia. También hice el personaje de una madame de un prostíbulo.
—¿Qué estás preparando para agosto?
—Un espectáculo en el Teatro 3 de Febrero que será el domingo 15. Es una sola función por los protocolos y la idea es hacer otra función en octubre o noviembre. Tengo muchas ganas de volver a reinventar Divertimento que fue mi primer espectáculo como director, productor y transformista. Estoy armando con Noelia Morato que es la coreógrafa y los bailarines todo lo que es la parte de baile.
También he hablado con Juan Carlos Viviani como transformista invitado, Mariano Tardivo que es un saxofonista que va a estar tocando en vivo y sumando cuadros humor, monólogos e improvisación. Voy a volver a pisar después de dos años el Teatro, por lo que será una noche de mucha emoción y hablar con el público va a ser genial. Estoy escribiendo un poco y viendo la temática de todo el espectáculo.
—¿Nunca te quisiste ir a vivir a otra ciudad?
—Me he ido más de 10 años en los veranos y siempre tuve la sensación maravillosa de volver a casa. Cuando uno estás en plena temporada y recibís mensajes de gente de Paraná que te dice ‘te extrañamos, volvé’, es gratificante. Y por otro lado, haciendo temporada en otro lugar uno está solo, no tenés gente de tu entorno o tu día a día. Por suerte me han tocado elencos que nos hemos hecho muy amigos y rescato eso. La posibilidad de irme siempre está en la cabeza y explorar otros escenarios y otros públicos. Irme por un tiempo me llama la atención, y ojalá después de esta pandemia exista la posibilidad de ir a explorar otros universos artísticos fuera del país, me encantaría. Es un sueño de todo artista, hacer una pequeña gira afuera del país.
—¿Tu familia siempre te acompañó en tu carrera artística?
—Sí, siempre tuve el apoyo. Por suerte tengo una madre que crió a sus hijos dando la posibilidad de que hiciéramos lo que quisiéramos. Siempre mi mamá Yoli nos dio las alas y la libertad