Si se menciona Colonia, en la República Oriental del Uruguay (ROU), las imágenes que la memoria proyecta son las del faro y las callejas empedradas de Colonia del Sacramento, su capital. Pero, a pocos kilómetros de allí, a mitad de camino entre Montevideo y este destino costero, se encuentra otra Colonia de origen rural y productivo que tiene mucho para ofrecer en tranquilidad, en cata de productos de la tierra y en patrimonio histórico y cultural, en las cuatro estaciones del año.
Colonia Este: la Uruguay profunda para descubrir
Una estadía turística para complementar las playas con historia y experiencias gastronómicas, en las que el Tannat brilla como ícono uruguayo.
Colonia Este, al igual que muchos otros sitios del Río de la Plata, recibió a los inmigrantes suizos, alemanes, italianos, austríacos, franceses y españoles que, con su trabajo y tradiciones, conformaron una identidad que hoy los descendientes conservan y difunden a través de sus producciones.
Desde las áreas de turismo se promocionan rutas de sabores que los visitantes recorren disfrutando, en primera persona, de los procesos productivos de elaboración de vinos -con la variedad Tannat como insignia- cervezas artesanales, quesos, dulces y conservas, basados en recetas culinarias de allende el océano.
La llegada del Tannat desde el sudoeste de Francia, impulsada por Pascual Harriague en 1840, le brindó a Uruguay un tinto con personalidad, adaptado a los suelos y a la brisa atlántica, pero por sobre todas las cosas, le dio una identidad nacional. En la actualidad, la República Oriental del Uruguay, (ROU) cultiva 1.572 hectáreas y es el principal productor de este varietal en el mundo.
Tanto la industria viticultora como la vitivinícola están, en su mayoría, en manos de empresas familiares que transitan los típicos problemas de rentabilidad, inversiones en tecnología y recambio generacional, y se plantean la diversificación como una oportunidad de crecimiento. Y es así como comenzaron a abrir sus bodegas para disfrute de los visitantes.
En la zona hay hoteles boutique y hospedajes rurales sustentables, servicios y un nutrido calendario de fiestas típicas de inmigrantes que amalgaman las costumbres europeas con el candombe rioplatense, ritmos compartidos de este lado del río por los entrerrianos. Un paquete interesante para una estadía placentera cerca de casa.
La Rosario de los murales
Rosario, una de las localidades de Colonia Este, tiene calles estrechas y casi sin ochavas, con construcciones bajas y antiguas que conviven caprichosamente con siete obras del premiado arquitecto Miguel Otaegui.
La ciudad de 11.000 habitantes se caracteriza por la cordialidad de su gente y la devoción a la virgen del Rosario, a la cual está dedicada su iglesia mayor construida en 1896 y cuya primera capilla cumple 250 años. Su ermita conserva un misterio relacionado a las lágrimas que, en un momento, surcaron el rostro de la Virgen.
Susana Fernández, guía y docente jubilada, relata a UNO que para moldear el monumento a Artigas que domina la plaza principal se escogió la figura del estadista y que, para hacer la estatua, los vecinos donaron objetos y cañerías de bronce. “Es un Artigas que nos mira. No está vestido de soldado, sino como el hombre que entregó el poder al pueblo, y pensó como gobernar esta región”, apunta.
En distintos sitios de la ciudad se pueden encontrar alrededor de 57 murales de artistas diversos que homenajean eventos históricos y a personajes locales. “Para este proyecto se juntaron 70 personas (incentivados por el docente y guía turístico Yens Schou, conocido como Tagito) con el objetivo de difundir la historia y el sentir de la ciudad, y para que los artistas se pudiesen expresar”, detalla Fernández.
El mural de El Tente es uno de éstos. Según cuentan en el pueblo, El tente era un muchacho habilidoso en el futbol y maratonista que fue a Montevideo a probar suerte, pero como jugaba descalzo y no se quería calzar, no fue aceptado y se tuvo que volver a su ciudad natal. En el pueblo, se lo podía ver con una bolsa llena de pichones de paloma que cazaba con una honda y repartía entre los pobres que pasaban hambre.
En el arroyo del Colla, uno de los límites de la ciudad, se hacen actividades náuticas. A su vera hay espacio para cabalgatas, circuitos de trekking y senderismo a través de montes nativos. Los visitantes se sorprenden al ver surcando sus aguas una veintena de gansos protegidos por el proyecto Anser, una iniciativa de la ONG Mirando al Colla.
Desemboca frente a sus aguas la Calle de la Memoria, una vía empedrada donde se respira candombe y se pueden ver carteles con textos que se remontan al siglo pasado y hacen referencia a peculiares usos y costumbres de la época. En las farolas cuelgan pendones con letras de murgas dedicadas a chismeríos y temas políticos.
La ciudad es religiosa pero también es Carnaval, y para esa festividad pagana se templan los tambores todo el año. “Hubo hasta ocho murgas y grandes directores como Héctor Santos y Montiel, que ensayaban uno frente a otro. Actualmente están la Batucada del Parque, las comparsas 250, Lonjas Pichoneras y Samba Pichonera. El llamado al toque está presente en la sangre de todos los rosarinos”, afirma Susana Fernández.
Nueva Helvecia: vinos, quesos y cantones
Nueva Helvecia es una localidad semirural, construida a partir de 1862 por inmigrantes suizos, adonde también llegaron alemanes, austríacos e italianos. Se caracteriza por mantener vivas las tradiciones y el acervo gastronómico ancestral.
Julio Ingold y Mirta Rivas reciben a los turistas en la Bodega artesanal Los Pinos que, como muchas de la región, tiene un origen centenario (1920) y una historia de inmigrantes detrás. Fueron nueve las hectáreas adquiridas por Luis Antonio Piana, un italiano que llegó a esas tierras para cultivar verduras y frutas, y actualmente son cuatro las implantadas con vides. En 1967, la finca pasó a manos de Rogelio Ingold y Carlos Moreda, pero hoy están al frente sus descendientes quienes, a partir de 2019, abrieron sus puertas para que el turismo tuviese la oportunidad de vivenciar la poda y la vendimia. “Todo arranca en la poda. Es allí donde se empieza a lograr el vino que querés hacer”, explica Julio Ingolg con contagioso entusiasmo. Julio no da clases de enología. Debajo del roble que plantó ese italiano solo invita a los visitantes a “vivir el lugar”.
En las visitas guiadas se relatan los procesos del vino, el funcionamiento de las viejas máquinas todavía en uso, el cuidado de los frutales con los que se elaboran mermeladas y dulces caseros, y también la historia de la familia y sus distintas reconversiones. Entre esos cambios llegó la inclusión, con la colaboración de Andrés Garibotti, un guía e intérprete en lenguajes de señas, que amplió el universo del vino a las personas sordas.
Todo en el lugar es artesanal y auténtico. Julio y Mirta se reflejan en sus hijos, Melina y Guillermo, y cuentan con pasión cómo se reinventaron para dar continuidad al legado familiar, basado en el trabajo y el amor por las raíces. Le hacen comprender al visitante que en esas botellas “hay más que vino”.
La Cumbre, de la familia Celio – Waller elabora, entre otros productos, quesos artesanales únicos como el Chester, el Cumbrier y el Yamandú. Son la cuarta y quinta generación en Uruguay de una familia suiza que lleva la producción de quesos en el ADN.
Enrique Celio y sus hijos están abocados a adaptar la empresa familiar al contexto actual: “Cuando compramos el lugar arrancamos con cinco vacas. Era una quesería antigua con fuego a leña, muy básica. Y llevamos adelante un proceso de transformación para adecuar el producto a las exigencias del mercado, pero sin perder la autenticidad y conservando las recetas originales de nuestros bisabuelos”, relata y agrega con orgullo que el establecimiento conserva la cepa de un fermento único en Uruguay para la elaboración de sus “quesos duros”.
Su esposa, Graciela Waller, fue creadora de la receta del Chester, está presente en el lugar a través de la memoria de su familia, empeñada desde 1870 en crear quesos con identidad.
La quesería de campo no es solamente un lugar de ventas, sino también un paseo donde se puede observar desde la producción de pasturas para las vacas, el ordeñe, la elaboración, el estacionamiento y la degustación de los quesos, en un combo lleno de aromas, texturas y sabores difícil del olvidar.
Colonia Valdense, jardines e historia
Colonia Valdense fue fundada en 1858 por piemonteses que llegaron a Uruguay, sobrevivientes de la miseria y de las persecuciones religiosas sufridas por ser protestantes seguidores de Pedro Valdo (SXII). El pueblo, actualmente de unos 3.000 habitantes, se caracteriza por sus casas bajas precedidas por un jardín.
Tiene dos espacios que atesoran el legado de los primeros pobladores: el Museo Valdense que reconstruye la historia y las costumbres; y el Museo del Trabajo Agrícola que guarda maquinarias y herramientas utilizadas para las faenas del campo y del hogar, a cargo de la Asociación Pro Acervo histórico de Colonia Valdense, desde 1987.
Más atractivos
Colonia Este también incluye localidades como La Paz, una colonia piamontesa de más de 165 años de vida, y Cufre, un pequeño pueblo de 400 habitantes con el mural más grande de Uruguay pintado en la estación de trenes y una cantera de granito.
Juan Lacaze, de 13.000 habitantes y un pasado industrial, ofrece la oportunidad de disfrutar de su puerto deportivo y comercial y explorar su hermosa Rambla.
Por su parte, Costa del Inmigrante tiene una amplia y singular cadena de playas de aguas cálidas y poco profundas, con arenas blancas sobre el Río de La Plata.
Cómo llegar
En automóvil desde Gualeguaychú
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