Ya encaminado hacia los 90 años de edad, el lúcido historiador Juan José Rossi vive en Chajarí y continúa estudiando la historia milenaria del Abya yala (América) y desnudando mentiras como los enredos sobre el 12 de octubre que jalonan 500 años de colonialismo.
12 de octubre: un cura y el derecho del pueblo ancestral
Este entrerriano adoptivo fue citado en varias páginas por su par de Paraná, Juan Antonio Vilar, en su reciente obra sobre los tiempos previos a la Revolución de 1810, editada por Eduner.
En el ejercicio del sacerdocio, y luego de escribir una quincena de libros religiosos, Rossi entendió hace décadas que estaba siendo engañado y resolvió colgar la sotana (que no usaba) y continuar con oficios que ya practicaba: la docencia y el periodismo.
Aquí no nos referimos tanto a su veintena de libros decoloniales como a expresiones del obispo Bartolomé de las Casas que denunció los atropellos de Europa y que Rossi toma como guía. “Todas las guerras que llamaron conquista fueron y son injustísimas y propias de tiranos (...) Todos los reinos y señoríos de Indias son usurpados (...) Las gentes naturales de todas las partes donde hemos entrado tienen derecho adquirido de hacernos la guerra justísima y barrernos de la faz de la Tierra y este derecho durará hasta el fin de los tiempos”, dice Las Casas.
Escuela colonial
Juanjo Rossi suele repetir frases como esta que sintetizan sus propias reflexiones en torno de la presencia europea conquistadora, invasora, en el Abya yala. “En la visión de este sacerdote, testigo durante seis décadas de la masacre y expoliación, ese derecho tiene vigencia”, asegura el entrerriano por adopción. (Está de más aclarar la distinción entre el invasor y sus defensores, y las naturales migraciones humanas en busca de alimentos y trabajo).
Los aportes de Rossi son fundamentales para comprender el origen de muchas instituciones dentro del marco occidental eurocentrado, que dejan a las culturas y los pueblos antiguos y vigentes siempre en un segundo escalón, cuando no los ignoran. No hay que descuidar que en nuestro país la casta dirigente de distintos orígenes e incluso los sindicatos alaban como “padre del aula” a uno de los autores intelectuales más conspicuos de los genocidios argentinos, Domingo Sarmiento, por el cual celebran el Día del Maestro (11 de setiembre, día de su muerte), y el Día del Estudiante (21 de setiembre, día en que llegan sus restos a Buenos Aires). Así como festejamos el Día de la Tradición en homenaje a José Hernández, el autor que más descalificó en su obra cumbre a los pueblos ancestrales y afroamericanos, es decir, a las cunas de las más hondas tradiciones.
Esclavitud, un “beneficio”
“La premisa falsa del invasor es que en el continente no había hombres ni historia –tan hombres y tan historia como en Europa–, ni tampoco cultura –tan legítima, aunque diferente, como la greco-latina-occidental-cristiana–. Partiendo de esa premisa arribaron a perversas conclusiones que generaron el tenor homogéneo de los informes, ensayos, teorías y estrategias disfrazadas de ‘alta’ filosofía y teología ‘salvadora’ (¿de qué?)”, escribe Juan José Rossi.
“Préstese atención a dos ejemplos: Tomás Ortiz, obispo de Darién y el teólogo Juan Ginés de Sepúlveda (hacia 1540) sostenían, contra los pocos intelectuales que reclamaban la autonomía del continente ‘descubierto’, que ‘Los indios son siervos a natura; contando de ellos y de su incapacidad tantos vicios y torpezas se les hace beneficio en quererlos domar, tomar y tener por esclavos’. Más recientemente, siglo XIX, el religioso italiano Juan Bosco, con el apoyo incondicional del Vaticano y el gobierno argentino, daba desde Roma las siguientes directivas a los miembros de su congregación por entonces establecida en el Sur: ‘Sólo a la iglesia católica le está reservado el honor de amansar la ferocidad de esos salvajes (se refiere a ona, tehuelche y mapuche). Para alcanzar tan noble fin, se ha convenido con el papa Pío IX y el metropolitano argentino el siguiente plan: fundar colegios y hospicios en las principales ciudades de aquellas tierras y rodear con nuestras fortalezas (o sea, las famosas misiones, que han desaparecido porque europeos y criollos aniquilaron a esas tres naciones) a la Patagonia, recoger a los jóvenes indígenas en esos asilos de paz y caridad, atraer principalmente a los hijos de los bárbaros o semi-bárbaros e instruirlos cristianamente de modo que por su medio penetremos en aquellas regiones y abramos así la fuente de la verdadera civilización y progreso’. Por supuesto, en los dos casos se activa una mirada consubstanciada con la del sistema invasor”, subraya Rossi.
Aquí vale señalar que estos sacerdotes sostenían el “beneficio” de esclavizar, o la superioridad de su cultura occidental, pero no llegaban al extremo de Sarmiento que llamaba a matar a esos pueblos, liquidarlos por completo, incluyendo a los niños y las niñas. Es decir: el racismo argento, pleno siglo XXI, da varias vueltas de tuerca sobre las elucubraciones convenientes de los europeos.
Pedir perdón
Juan José Rossi no ignora que en la misma Europa hubo excepciones. “El teólogo Pedro de Aragón sostenía en el siglo XVI: ‘Ningún rey y ningún emperador ni la iglesia romana incluso bajo el pretexto de predicar el evangelio pueden someterlos, bien sea para ocupar las tierras de éstos, bien para someterlos haciéndoles la guerra... Por lo tanto han pecado gravemente quienes pretendieron difundir la fe cristiana por la fuerza. Así no han conquistado ningún dominio de manera legítima y están obligados a restituir como usurpadores injustos”. Este contundente razonamiento –apunta Rossi– fue desatendido. No por incapacidad o mentalidad de la época, como suele decirse, sino porque no les convenía ni conviene. A lo sumo piden perdón, pero sólo de palabras, que se lleva el viento”.
Como se aprecia, pasan los siglos y vuelve, con cada octubre, la mirada rebelde de los jóvenes como Rossi que a los casi 90 años sostienen su cuestionamiento a los estados, las religiones y las corporaciones que edificaron el sistema y son sus cómplices y beneficiarios.
Torcieron el eje
“Los invasores, desde Europa y ya instalados en el continente, discontinuaron la milenaria y fecunda historia local a partir de un silogismo absolutamente falso que cimentaron en una ‘lógica ficticia’ y en una supuesta ‘voluntad providencial’ de su dios. De esa manera, y a pesar de unas pocas voces europeas en contra, torcieron el eje histórico-cultural de este continente derivándolo hacia Europa de modo de convencerse a sí mismos y convencer a los nativos de que esta tierra y su gente les pertenecía por derecho”, afirma Rossi en uno de sus ensayos.
“Para imponer tal aberración debieron destruir y tapar metódicamente los sistemas filosóficos, socio-políticos, económicos y culturales autóctonos, imponiendo los propios a cualquier costo. Lo hicieron mediante crueles estrategias militares, prepotencia religiosa, implantación compulsiva de sus idiomas y del sistema educativo vertical concebido desde sus parámetros filosóficos y metodológicos. Por eso no es casual sino ‘causal’ que nuestra gente (con excepciones cada día más numerosas) suponga vagamente que en el continente no había ni hay verdaderos idiomas nativos y tampoco filosofía, cosmovisiones, ciencia, tecnología, arte y auténtica política. Todo fue tapado con un gran velo que extendieron desde Alaska hasta el Cabo de Hornos. Baste recordar los textos escolares en que fueron ‘formados’ docentes y alumnos. En ellos apenas se menciona la inconmensurable realidad del proceso histórico-cultural nativo previo y contemporáneo a la invasión”.
“En última instancia la gente –incluso intelectuales e historiadores– egresada de un sistema filosófico y educativo concebido en la Europa invasora (con lo cual no se niegan sus propios valores culturales, generados por y para ellos), da por sentado que aquí no había verdaderos hombres protagonistas de una historia milenaria sino ‘indios’, es decir, salvajes, brutos e infieles. En realidad se acepta esa hipótesis ingenuamente (casi sin culpa) porque los americanos viven imbuidos de una densa historiografía, literatura clásica y presupuestos teóricos basados en un sofisma hábilmente estructurado por teólogos y filósofos de pensamiento medieval-renacentista eurocéntrico”.
“Es importante captar la estructura y el mecanismo interno del sofisma subyacente que, en la práctica, adoptó diferentes formulaciones estratégicas en consonancia con la sorpresa inicial y los objetivos emergentes del invasor. O sea, según se trate de apropiarse, esclavizar, explotar, legislar o convertir. Fijemos la atención en dos ejemplos claves. El lector podrá detectar muchos otros –dice Rossi–: Cuando los europeos aparecimos en este continente no había hombres cabales sino salvajes e infieles, en consecuencia no había historia ni cultura; es así que el hombre ingresó con nosotros en 1492; por lo tanto a partir de esa fecha se inicia la verdadera historia y cultura en este continente”.
Descubrimiento
“Otra versión de este perverso, tenaz y hábil silogismo –agrega el historiador–, presentado como ‘salvación’ de la sociedad nativa original, y de las emergentes después de la invasión, es la siguiente: Los europeos ‘descubrimos’ un continente vacío, sin príncipe cristiano, es decir, sin dueño; es así que la tierra de nadie pertenece al ‘primi capienti’ y al papa representante de su dios dueño absoluto de todo; por lo tanto en adelante este continente es nuestro por derecho natural y divino”. (Primi capienti, derecho a toma posesión de algo que no tiene dueño).
“Estas convicciones de la sociedad europea en su conjunto (desde el papa y rey hasta campesinos y criadores de cerdos como los Pizarro), entre muchos hechos lamentables motivó la bula Inter caetera rerum del corrupto Alejandro VI firmada de urgencia el 4 de mayo de 1493 para anticiparse, aunque no lo logró, a una feroz guerra interna de intereses. Esta bula –y las cuatro siguientes– constituyó la defunción de la autonomía de nuestro continente. Entre otras barbaridades expresa: “Nos, alabando en el Señor vuestro santo propósito (...) deseando que el nombre del Salvador sea introducido en aquellas partes ... determinándoos a proseguir por completo... semejante expedición... debéis inducir los pueblos (que allí viven) recibir la profesión católica. (para lo cual) motu proprio..., de nuestra mera liberalidad y de plenitud de potestad todas las tierras firmes descubiertas o por descubrir... por la autoridad de Dios omnipotente concedida a nosotros en San Pedro y por la del vicario de Jesucristo que representamos en la Tierra con todos los dominios de la misma, con ciudades, fortalezas, lugares, villas y todas sus pertenencias... para siempre, según el tenor de las presentes, donamos, concedemos y asignamos y deputamos señores de ellas (¡casualmente, las tierras de América!) con plena y omnímoda potestad, autoridad y jurisdicción”.
“Como sabemos –explica Rossi–, a este tipo de razonamiento en filosofía académica se lo denomina ‘sofisma’ puesto que por lo menos una de sus proposiciones o premisas es absolutamente falsa, resultando errónea su conclusión aunque parezca correcta. En este caso la premisa falsa es que en el siglo XV europeo ‘aquí no había gente, ni tampoco historia, cultura, ética y derechos’, o sea, no había humanidad ni devenir humano genuino y autosuficiente, aportando infinidad de argumentaciones ilegítimas o falsas para sustentar semejante aberración: gente desnuda, caníbal, supersticiosa, ignorante’ (¡de su dios y de sus costumbres!)”.
Pero el historiador radicado en Chajarí no discute todos los datos de los testimonios de época. “El análisis apunta a invalidar el enfoque de todos los documentos de la invasión y de la mayoría de sus comentaristas posteriores. Apunta a invalidar sus objetivos y el método historiográfico en cuanto siempre resultan distorsionantes, superficiales y falaces. No tanto por las mentiras y fantasías –que las dicen copiosamente–, cuanto por estar basadas en aquel sofisma de marras construido por la avidez mesiánica y económica de la civilización occidental-cristiana”.
Como queda a la vista, los octubres coloniales, como los setiembres racistas, dan tela para cortar en pleno siglo XXI, cuando el invasor sigue aplaudido incluso en nuestras calles y pueblos, como puede comprobarse con el nombre “Los Conquistadores” que le impusieron a un laborioso y bello poblado del norte entrerriano y que aún se sostiene, como una burla.
Versión del invasor
En una charla informal que tuvimos hace poco, Rossi insistía con su preocupación por concebir al ser humano sin distinciones, sin fragmentaciones. “Reconocer la realidad y presencia de las culturas nativas de cualquier tiempo, no significa que son ellas superiores o dueñas de la historia. Más allá de que en nuestro continente nunca existió el indio tal cual se lo piensa, esa es la versión del invasor, la real es que solo vivió ‘el hombre’ por donde lo busques, apenas con un colorcito y otras cositas distintas y con producción cultural diferente, todas igualmente genuinas, como era la china o de Japón para Europa cuando se inició aquí la invasión basada en que ‘aquí no había hombres verdaderos’, ¡semejante cuento! Lo de ‘indio’ es apenas una anécdota que Europa utilizó como estrategia para negar todo lo anterior y apoderarse del continente y de su humanidad. Hay y habrá una sola historia, la del homo sapiens, hembra y macho”, recalcó entonces.