Valentina Cottonaro: la cerámica como un emprendimiento

Entrevista Valentina Cottonaro. De la facultad de Derecho al Profesorado de Artes Visuales, es el camino hecho hasta asumir la cerámica como un emprendimiento.

28 de septiembre 2025 · 11:12hs

De niñera e intervenir piezas de fibrofácil, a la arcilla, y de la facultad de Derecho al Profesorado de Artes Visuales, es el resumen del camino hecho por Valentina Cottonaro hasta asumir la cerámica como un emprendimiento profesional. La ceramista y docente paranaense señala las posibilidades de esta técnica enraizada en la historia ancestral de esta región con un material que está, gratis, al alcance de la mano. Valentina Cottonario en un entrevista repasa su vida con UNO.

La extrañeza de no trabajar

—¿Dónde naciste?

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—En barrio San Agustín, Paraná; acá (calle Don Segundo Sombra).

—¿Cómo era esta zona en tu infancia?

—Más tranquila, porque había menos gente; creció bastante pero es bastante accesible desde el centro, que está a unas veinte cuadras. Las construcciones no cambiaron mucho. Íbamos al centro cuando teníamos que hacer alguna compra, pero hoy no es necesario.

—¿Lugares de referencia?

—Era un barrio de gente grande, así que no salía mucho. Mis primos eran de Diamante y mi abuela vivía allá, así que con mi hermano pasamos más nuestra infancia ahí.

—¿A qué jugabas?

—A la escondida y el ring raje (risas).

—¿Qué actividad laboral desarrollaban tus padres?

—Mi vieja, empleada de comercio, y mi viejo fue telefónico y luego trabajó de forma independiente.

—¿Sentías una vocación?

—Ninguna; tuve que hacer un recorrido bastante largo para llegar a lo que hago hoy, que es lo que me gusta.

—¿Leías?

—Mucho para la escuela pero después me puse más vaga. Mi vieja me ayudaba a leer.

—¿Desarrollaste alguna afición?

—Lo primero que hice fue danza clásica en la Escuela de Música, hockey, atletismo y estudié italiano, desde los siete a los trece años. Después hice en forma recreativa natación, caminata y salía a andar en bicicleta.

—¿Materias predilectas?

—Ninguna, aunque fui responsable y cumplía, más allá de llevarme alguna.

—¿Qué hiciste al terminar la secundaria?

—Estudié tres años de abogacía, que me gustaba pero me llevaba mucho tiempo. Trabajé desde muy chica pero en esa etapa no, así que me resultaba muy raro no hacerlo. Cuando dejé, me puse a pintar cosas en fibrofácil, una amiga me dijo por qué no me anotaba en Arte y comencé.

—¿Qué idea tenías sobre el derecho?

—Ninguna. Mi hermano es abogado; es más chico pero comenzó antes.

—¿Cuál fue el primer trabajo?

—Niñera, a los quince años, para poder salir los fines de semana y no tener que pedirle plata a mis padres. A los veinte años comencé a intervenir piezas de fibrofácil con acrílicos, e iba a ferias y otros espacios. Eran productos para la cocina, como paneras y cajas. Lo hice hasta que comencé con la cerámica, en 2017, a lo cual me dediqué de lleno.

—¿Cómo aprendiste aquella técnica?

—Investigaba por Internet qué se podía hacer. Trabajaba con decoupage, una técnica sencilla en la cual se utilizan servilletas de papel, y luego acrílicos y combinación de colores. Me gusta trabajar la parte funcional de las piezas, no tanto lo decorativo. Luego me anoté en el profesorado de Artes Visuales, me encantó y también hice la tecnicatura, en la cual se aprende la parte industrial de la cerámica. En cerámica tuve que aprender Química, lo cual nunca imaginé.

Cottonaro
Entrevista con la ceramista Valentina Cottonaro.

Entrevista con la ceramista Valentina Cottonaro.

El horno y su alquimia

—¿Cómo es la sensación de trabajar con la arcilla?

—Muy linda y satisfactoria, más allá de la repetición de ciertos procesos.

—¿Por qué te atrajo?

—Me voló la cabeza mandar algo al horno y sacar algo totalmente distinto, por las reacciones que se producen. Cuando vi eso en primer año, enseguida supe que continuaría con la especialización.

—¿Por ejemplo?

—Pintás sobre cerámica un paisaje o líneas, la esmaltás, la pieza queda blanca, y cuando sale del horno está vitrificada y nuevamente se ve el paisaje o las líneas. Cuando mezclás materiales, esmaltes y colores, por ejemplo, ves un color verde y del horno sale otro totalmente distinto. Por eso hay que hacer pruebas antes de poner la pieza final. Es un proceso largo como para no estar conforme con el resultado final.

—¿El horno también modifica la textura de la pieza?

—También y depende de los esmaltes usados. No es lo mismo ponerlo sobre una pieza lisa que sobre una con textura. Son muchas posibilidades y nunca terminás de investigarlas porque podés cambiar los porcentajes de una preparación o temperatura y siempre sale algo distinto.

—¿Un efecto que te sorprendió?

—Con uno de mis primeros trabajos en primer año. La preparación era un verde claro y salieron manchones de distintos verdes y partes metalizadas, lo cual me sorprendió.

—¿Todo se puede controlar o hay reacciones químicas inesperadas?

—Depende de las partidas de los materiales e insumos, porque no siempre vienen iguales y por eso hay que probar.

—¿Cuál es la diferencia en cuanto a posibilidades y resultados entre el horno eléctrico y el fuego?

—El eléctrico te da más precisión y tiene menos margen de error, pero hay un montón de efectos que no se consiguen. Cuando trabajás con fuego directo o con gas, hay llamas que pueden dar un efecto que no te lo da el eléctrico. Cuando comencé con mi producción fue con un horno a gas, que lo hice en la facultad. Pero para ventas es preferible el eléctrico.

—¿Hay otras variantes de quema?

—Hay hornos primitivos de aserrín, con botellas, de papel… Por ejemplo, se encapsulan las piezas con capas de papel y barro, y se van quemando de a poquito. La que más me gusta y menos he hecho porque sola no me animo es rakú, sacás la pieza del horno al rojo vivo, las pasás por agua y las cerrás con papel o aserrín. Se dan ciertos efectos imposibles de repetir y no hay dos piezas que salgan iguales.

—¿El horno es la inversión más importante en un emprendimiento?

—Sí, y además el costo por el consumo, que es bastante.

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El jarrón horrible y el proceso

—¿Qué fue lo primero que diseñaste?

—Un jarrón verde bastante… horrible (risas) y que todavía lo tengo, también una vasija, algo más escultórico, esculturas y un mural.

—¿No te desalentaste por lo del jarrón?

—No, lo único que me hizo dudar en Arte fue grabado y pensé si tenía que seguir, aunque lo hice.

—¿Cuál es la clave de la técnica?

—Confiar en el proceso, porque se comienza con un bloque de barro, no sabés lo que puede salir y en el medio puede ir cambiando. Hay que ser paciente y respetar los tiempos del material, que no permiten seguir avanzando. Las piezas tienen que estar secas para ir al horno y para esmaltarse, estar previamente horneadas.

Arcilla, del río y comprada

—¿Conocías, previamente, la presencia del material y el desarrollo que hubo de esta técnica por parte de los pueblos originarios?

—No; llegué a la escuela con cero expectativas, sin esperar nada y sin saber muy bien dónde me estaba metiendo. Es hermoso trabajar con la arcilla del río Paraná porque es muy plástica. Me gusta trabajar más con la roja que con la blanca.

—¿Cuál es la diferencia con la comprada?

—La comprada no tiene margen de error, sabés que saldrá bien, no hay que modificarla y podés trabajar enseguida de comprada, mientras que con la de río tenés que probarla para saber si hay que modificarla, porque puede ser arenosa. Obviamente, hay que hidratarla, limpiarla, se seca, se amasa y se prueba para saber la temperatura que resiste. Se puede recolectar, sobre todo, cuando el río está bajo y se ve en la orilla. Si tenés dudas, tomás un poquito, tratás de hacer un rollito y si se mantiene es porque hay arcilla. Si se desgrana, es mayormente barro.

—¿Hay alguna zona en especial?

—Depende; la última vez que saqué fue en Valle María, aunque si no necesito, no saco. Acá se puede conseguir en la zona del Thompson y de La Toma.

—¿Tienen las mismas propiedades y posibilidades?

—La roja, que es la del río, es más plástica que la blanca.

—¿Qué tiempo demanda desde que se recolecta hasta que la pieza está terminada?

—Mínimo, un mes, por el modelado, secado, decoración, emprolijar, pasar por el horno, esmaltar, nuevamente al horno…

—¿Hay un conocimiento, desarrollo y puesta en valor acorde con que es una técnica ancestral en esta zona?

—Creció bastante. Antes no había tanta difusión pero post pandemia hubo un boom y cada vez hay más gente haciendo cerámica. En las ferias éramos pocos y luego aparecieron más opciones.

—¿Cuándo te falta algún objeto en tu casa, lo diseñás vos?

—Casa de herrero, cuchillo de palo. Tengo pocas cosas hechas por mí y, por lo general, lo que se rompe me lo quedo. No tengo una vajilla espectacular (risas).

—¿Alguna pieza entrañable?

—Una escultura bastante grande.

—¿Te has enfocado en el aspecto artístico?

—No, porque cuando me aboqué a la venta, la gente quiere piezas funcionales. A veces me doy el gusto de hacer alguna cosita para mí.

—¿Tuviste algún formador importante?

—Tuve buenos profesores y artistas, que colaboran cuando tenés una idea y no la podés cerrar.

Tiempo, la mayor inversión

—¿Cómo fue la decisión de dedicarte profesionalmente?

—Durante la carrera ya trabajaba; fue cuando hice mi propio horno, porque te da una libertad sin la cual la producción es difícil. Cuando tuve el eléctrico, comencé con tasas y cuencos, que es más buscado.

—¿Cuál fue la primera pieza que vendiste?

—No recuerdo y debe haber sido en una feria; piezas chicas. No me gusta mucho lo esmaltado, entonces comencé con una línea decorativa más opaca. Mi producción actual es de macetas y móviles decorativos.

—¿Qué le recomendás a quien piensa emprender, aunque no sea en esta cuestión específica?

—Que hay que ser constante y aprender a adaptarse a los cambios, porque no es una actividad estable, pero si realmente te gusta lo que hacés, vale la pena el sacrificio y el tiempo invertido. Siempre se encuentra la forma de continuar y hay que aceptar los cambios de la mejor manera posible. En cuanto a este oficio, la mayor inversión es el tiempo, entonces hay que saber cuánto se está dispuesto a invertir en eso.

—¿Pensaste en desistir en algún momento?

—No, porque me encanta, aunque extraño mi producción personal porque no le dedico tanto.

—¿Hay tecnologías desarrolladas específicamente para la cerámica?

—Hay muchas. Por ejemplo el uso de impresión 3D para moldería, pero hay algo esencial de la cerámica que se pierde con los avances tecnológicos. Prefiero más lo tradicional que lo moderno, en cuanto a procesos de producción.

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Arcilla y manos, entre la curiosidad y la terapia

“Si tenés arcilla y tus manos podés trabajar perfectamente”, indica Cottonaro al hacer énfasis en la sencillez y posibilidades de esta técnica milenaria cuyos aprendices la abordan por distintas motivaciones.

—¿Cuándo comenzaste a transmitir tus conocimientos?

—Durante la pandemia no se podía hacer ferias, trabajaba a través de las redes y la gente acompañó bastante con las ventas. Cuando comenzó a abrirse un poco el confinamiento inicié talleres cortos, para grupos pequeños. El segundo año ya fueron talleres anuales.

—¿Qué formato y contenidos tienen?

—Se trabajan técnicas manuales de producción, siempre respetando y confiando en el proceso. Los intensivos, que se dan los sábados, son un pequeño acercamiento para quienes no pueden asistir al anual y que tengan la experiencia de trabajar con arcilla o desarrollar alguna de las tantas técnicas decorativas para aplicar sobre una pieza. Trato de que aprendan de todo un poco y gradualmente. Al principio son trabajos específicos hasta que cada uno aprende la técnica de modelado manual básica, qué le gusta hacer y luego las técnicas decorativas, según su toque personal.

—¿Qué motiva a quienes quieren aprender?

—Las motivaciones cambiaron a través de estos cinco años. Primero era por curiosidad, luego por terapia, y ahora porque la gente ve cosas en las redes y las quiere hacer. Muchos lo eligen para tener un tiempo para sí mismos y lo toman como una terapia. Si bien recomiendo no dejar las terapias convencionales, siempre resulta terapéutico trabajar algo desde cero con tus propias manos, así que las actividades artísticas y creativas acompañan esos procesos.

—¿Te sirve como terapia?

—Lo más terapéutico para mí es sentarme con el torno, pero es lo que menos hago. Puedo pasar horas y no me doy cuenta; no te aburrís nunca.

—¿Qué se necesita para comenzar como hobbie?

—Si tenés arcilla y tus manos, podés trabajar perfectamente. Luego hay herramientas que podés comprar pero también se pueden suplantar por otras que se encuentran fácilmente. Para estirar la arcilla, si no tenés palo de amasar, podés usar un palo de escoba o una caña. Para alisar una superficie, hay infinidad de modelos de lamas, pero si no podés comprar, usás una tarjeta plástica. Y para darle una forma, la cortás y le hacés dientitos. Si no podés darle color, trabajás con el color de la arcilla y si no tenés para comprar esmalte, le das un pulido.

—¿Algún anuncio?

— El 4 de octubre habrá un taller intensivo por el Día de la Madre y el sábado 29 de noviembre es la muestra de fin de año en calle Urquiza 1.226, con entrada libre y gratuita.

—¿Publicás contenidos?

—En Instagram, pancraciacerámica y pancraciaceramica.taller.

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