Paraná es esa ciudad que sorprende al recién llegado con un paisaje majestuoso: el del río y sus barrancas. Los y las paranaenses y quienes llegan de visita disfrutan de cualquier pedacito de tierra donde puedan tomar unos mates mirando hacia el horizonte fluvial. El río es el sello local y por eso se lo utiliza como símbolo, como sucede con la marca que en la actualidad identifica a esta capital.
Paraná y la utopía de la descentralización
Por Alfredo Hoffman
Pero aquí cabe preguntarse: ¿qué más es Paraná? Es el lugar donde viven unas 300.000 personas, la mayoría de las cuales pasa gran parte del día arriba de autos, motos, bicicletas, colectivos y vagones de tren intentando llegar al centro.
Hace décadas que la ciudad dejó de ser aquel tejido urbano organizado alrededor de una plaza hasta el perímetro de “los bulevares”, con el agregado de los barrios de los alrededores. Hace años que Paraná es parte de un área metropolitana. Un solo conglomerado con Oro Verde, San Benito y Colonia Avellaneda, y más temprano que tarde habrá que sumar a Sauce Montrull y Colonia Ensayo. Tiene además un intercambio diario con Santa Fe, una capital donde vive medio millón de personas.
Paraná crece hacia el sur, donde se junta con Oro Verde, y hacia el este, donde se acerca a San Benito y a Colonia Avellaneda. Hay nuevos complejos habitacionales construidos por el Estado y loteos de emprendimientos privados. Al mismo tiempo se ensanchan los barrios populares. Son muchos miles de vecinos y vecinas que todos los días necesitan llegar al centro para trabajar, estudiar o hacer trámites. Porque casi todo está concentrado en el centro. Porque a pesar de los cambios de las últimas décadas, esa característica prácticamente no ha variado.
La Municipalidad encara un proyecto de integración urbana a través de obras de infraestructura que darán conectividad este-oeste, además de calles de vinculación entre hospitales y rutas. Esto se suma a otros trabajos en ejecución como la autopista de circunvalación y el ensanche de las avenidas Zanni, Ejército y El Paracao. Esto busca satisfacer la demanda de llegar más rápido desde los barrios y la periferia a la zona céntrica y lo mismo para regresar. En vehículo, claro. Mejorar el transporte público en frecuencias, estados de los colectivos y sueldos pagados en tiempo y forma a los choferes es indispensable para que el plan tenga éxito.
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Sin embargo, esto no soluciona el problema de la concentración de casi todo dentro de “los bulevares”, que hace que el tránsito sea infernal, que para estacionar se deban dar vueltas eternas, que los colectivos circulen atestados de gente, entre otras consecuencias cotidianas. A la vez, sigue vigente la división entre la Paraná del centro y del Parque Urquiza y la Paraná de los barrios, con fuertes asimetrías en materia de servicios públicos.
En este marco, no parece una buena idea sumar una institución más al microcentro, como sería la futura Universidad Nacional Juan L. Ortiz, que ocuparía el edificio del Correo si prospera la idea que hizo pública el presidente Alberto Fernández en su reciente visita. Estudiantes, docentes y trabajadores irán a diario a la esquina de Monte Caseros y 25 de Mayo como intentando entrar en un embudo, igual que lo hacen ahora para ir al edificio de la Escuela Normal y otras sedes donde funciona la Facultad de Humanidades de la Uader.
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El campus de la Uader se construye hacia el sur, a metros del hospital De la Baxada y el complejo Procrear y donde se desarrollan importantes obras de conectividad vial. También se proyecta el “Distrito del Conocimiento” en cercanías del acceso al Túnel Subfluvial. Estos u otros sectores pueden albergar instituciones, empresas o áreas de gobierno, de modo de ayudar a cambiar esta realidad.
La capital entrerriana necesita que se fortalezcan los barrios, para que pagar un alquiler carísimo en el centro –para quienes pueden hacerlo– no termine resultando más conveniente que perder horas de vida en el ir y venir. Necesita avanzar hacia la descentralización, para que sea más habitable para todos y todas.