Lejos ya de aquellas frases hechas del inicio de la pandemia tales como “de esta salimos entre todos”, “cuidarnos es cuidar al otro” y “de esta salimos mejores”, el segundo año de convivencia con el Covid-19 parece mostrar los aspectos más oscuros de lo humano. La controversia inicial entre ciertos reconocidos pensadores de la actualidad respecto de la dicotomía que plantea la pandemia, parece estar en su punto más álgido. Para el filósofo esloveno Slavoj Zizek, la crisis sanitaria obligaría a humanizar los lazos sociales y crear una nueva ética del hombre común, originando una sociedad más solidaria y menos individualista. Para el surcoreano Byung Chul-Han, en cambio, los aspectos negativos de la sociedad capitalista actual irían hacia la resignación de los más preciados valores humanos, entre ellos el más valorado en Occidente: la libertad. El riesgo latente y cierto de que el coronavirus imponga regímenes de vigilancia y cuarentenas biopolíticas, pérdida de libertad, fin del buen vivir o una falta de humanidad generada por la histeria y el miedo colectivo. Dejando, además, la puerta abierta a los regímenes totalitarios, en pos de la supervivencia. En este sentido, la lucha por sobrevivir remite a esa competencia descarnada por los recursos que origina el “sálvese quien pueda”. En ese contexto, no es de extrañar que la exitosa serie “El Juego del Calamar” nos muestre ese rostro deshumanizado, competitivo, desalmado y siniestro y sea recibido con tanto beneplácito de las teleaudiencias mundiales.
El Juego del Calamar como alegoría del 2021
Por Valeria Girard
El argumento es tan simple como aterrador, grandes masas de gente, desahuciados económicos ¿Cómo los que está dejando la pandemia? Participan en juegos que reparten tentadores premios monetarios, aunque perder tiene unas consecuencias inesperadas, significa nada menos que la muerte.
Los juegos que inspiraron al autor son de origen infantil, se acompañan con tiernas canciones para niños y la serie parece despertar en ellos un inusual interés. No pocos hemos visto chicas y chicos en recreos escolares o plazas públicas cantando “jugaremos, muévete luz verde” imitando a la muñeca gigante de vista perdida protagonista de la serie, acto seguido un dedo índice en forma de arma “dispara” contra el participante perdedor.
Parece otra postal de la actualidad, una permanente y descarnada competencia por los escasos recursos disponibles para la supervivencia, a causa de una crisis global, con Estados incapaces de respuestas adecuadas. Innumerables masas de población cayendo debajo de las líneas de pobreza e indigencia, mientras unos pocos empresarios privados acumulan ganancias récords; muy superiores a épocas pre pandémicas. Así, Jeff Bezos (Amazon) y Ellon Musk (Pay Pal, Space-x y Tesla Motors, entre otras), no sólo compiten por el título de persona más rica del mundo, sino también por quién hace los mejores viajes para millonarios a Marte o la luna.
El 2021 parece, en suma, ofrecer un paisaje apocalíptico en donde, lejos de reducirse las desigualdades sociales y económicas, éstas lucen profundizadas, enrostrando a la humanidad un futuro de “sálvese quien pueda”, ante la atenta mirada de las futuras generaciones que ven en la alegórica serie “El juego del calamar” una trágica pintura de lo que puede ser, si los seres humanos no generamos empatía y cultivamos relaciones sanas y solidarias.