Pedro Squilaci
Códigos que se rompen
(Especial para UNO)
Ante circunstancias extraordinarias es atendible tomar decisiones extraordinarias, pero si en circunstancias extraordinarias, como en esta pandemia, se toman decisiones ordinarias, de mal gusto diríamos, queda expuesto que no hay códigos. Esto es lo que sucede en el mundo cine. El cine siempre se vio en el cine, con espectadores, en pantalla grande, y cuanta más gente iba a un estreno la película se posicionaba en la industria, más allá de su calidad, y las productoras apostaban más o menos según la taquilla.
Es una sociedad infranqueable: no puede haber cine sin una compañía productora y cadenas de cine, ni tiene razón de ser una cadena cinematográfica si no hay película. Clarito.
Ahora bien, la pandemia paró el mundo. Los que miran los números están desesperados pensando en los millones de dólares que se pierden y los médicos no dudan que si todo hoy volviese a la normalidad se ganarían más dólares pero se perderían más vidas. ¿Hace falta explicar qué es más importante? Sin vida humana no hay reactivación económica posible, claro está, pero siempre hay quienes gustan contar las monedas en medio del hundimiento del Titanic.
Universal Studios entendió que tenía que estrenar sí o sí “Trolls World Tour” (¿era tan necesario?) y la lanzó on demand para ver qué onda. Cuando recaudó casi 100 millones de dólares se dieron cuenta que habían salvado la inversión y ahora se envalentonaron y van por más, con la idea futura (¿o inmediata?) de prescindir de las salas de cine. Jugada que leyó al toque AMC y anticipó que no estrenaría ninguna película de Universal si se exhibe antes por la vía digital. En la misma sintonía, Disney y Warner Bros también estrenan por streaming con el supuesto propósito de seguir dándole arte a la gente. Patrañas, mentiras, bullshit. En realidad, quieren que la máquina de dinero no se detenga y le sacan la lengua a las productoras que siempre fueron el sostén necesario para que una película tenga pantalla. Cine vs. Streaming parece ser la pelea de fondo, así, con mayúsculas, cuando en realidad se está usando a la pandemia para sacar ventaja, achicar costos y romper los códigos de coordinación laboral que siempre existieron para que el cine tenga razón de ser. ¿Qué pasará si en junio se levantan todas las medidas, se cancela el aislamiento y las salas vuelven a abrirse? ¿Y si en vez de ser en junio fuese en septiembre, cambiaría tanto? No imagino que el dueño de un supermercado diga, con la cuarentena superada, que no entre más gente al negocio porque si antes no entraban ahora tampoco deben hacerlo. Todos anhelamos que la circunstancia extraordinaria finalice y los cines se llenen de espectadores. Ahora, después, o más tarde, pero va a ocurrir. Quiero ver a los defensores del streaming cuando eso suceda. La tecnología avanza pero no se puede discutir que el cine salga de las salas. Es como mirar La Gioconda de Da Vinci en una muestra virtual por un celular en vez de verla en el museo Louvre de París. El cuadro es el mismo, la película también, pero la profundidad artística se disfruta cuando se perciben los detalles en la pantalla gigante, cuando el sonido te envuelve y te da de pleno en el centro del pecho y el corazón, cuando se respira el mismo aire que el espectador sentado en la butaca de al lado. Una película toma vuelo cuando se ve en una sala de cine, el streaming debe potenciar al cine y a la producción cinematográfica sin necesidad de que las películas se adapten al formato Netflix o Amazon. Si se pudo convivir con el video VHS, el DVD y el BluRay, también se puede convivir con las plataformas digitales. Pero convivir incluye tener valores y respetar códigos. Los mismos códigos que algunos gigantes estudios de cine y de la industria del entretenimiento se empeñan en romper en tiempos de pandemia.