Conversamos con Aníbal Sampayo en la casa de Martha Bader y Miguel Ángel Martínez, el Zurdo, en la calle Alsina de Paraná. Esa mañana nos habló de su amistad con el revolucionario Raúl Sendic y con escritores de la talla de García Márquez, Cortázar, Roa Bastos, Guillén, Yupanqui.
Artigas y Sendic en la memoria de Aníbal Sampayo en Paraná
Corría marzo de 1998, hace 22 años. Sampayo había actuado la noche anterior en la sala Mayo, con arpa y todo, junto al Zurdo. Velada plena.
Aquí algunas de sus respuestas, en homenaje a su pasión por Entre Ríos y su patria oriental y su amistad con tantos panzaverdes, y también en memoria del revolucionario Raúl Sendic, el Bebe, símbolo en la lucha por la tierra.
El artista falleció el 10 de mayo de 2007. Sus pensamientos, como sus canciones, con el paso de los años cobran más cuerpo.
Canciones desnuditas
—¿Qué ha sido de su vida?
—Desde que salí a los 18 años a recorrer el mundo (primero América), ha sido un trajinar por todos los caminos. Después,por escribir mis cosas, mantener mis ideas, fui puesto preso, estuve nueve años en el penal de Libertad (la ciudad), salí y tuve que irme del país porque no me dejaban cantar nada.
—¿En qué años estuvo preso?
—Desde el 72 hasta fines del 80.
—Entonces, nosotros cantábamos Garzas viajeras, Río de los pájaros…
—Sí, siempre confié en que las canciones, cuando tienen algo, van a tener un dueño que es la gente, que son los cantores. Uno suelta las canciones desnuditas y siempre hay alguien que le pone un ropaje vistoso. Las escucho en diferentes interpretaciones: Mercedes Sosa, Cafrune –que grabó tantas cosas mías-, Los Quilla Huasi, Los Trovadores, Antonio Tormos, Ramona Galarza…
—¿De aquí lo echaron o se fue?
—Me escapé porque no me dejaban cantar ni Las Margaritas. Así me lo dijo un coronel, ¿se acuerda?: ‘En las lomas de mi pago yo corté…’ Entonces me fui, desaparecí.
—¿Había algún rechazo del público para el que estuvo preso?
—Nunca sufrí ese rechazo, salvo de algunos fanáticos ideológicos. Y ni eso, porque no tienen ni escuela. Algunos dicen ‘éste es un fascista’, pero la escuela del fascismo tiene otras características, no es sólo el reaccionario que no le gusta éste ni éste. Para ellos (los fanáticos) son todos comunistas; le ponen un sello para combatirlo y cuando dice verdades no las quieren aceptar, porque están contra el pueblo.
Defensa de los presos
—¿Y en Suecia?
—Tengo mis hijos, mis nietos, que quedaron viviendo ahí.
—Usted se instala allí, ¿y qué hace?
—En primer lugar dediqué cinco años a llevar la defensa de los presos por todo el mundo. No era fácil salir uno libre y dejar esos compañeros, a los que todos los días los podían sacar a la tortura, o los mataban.
—¿Quién lo apoyaba para poder andar?
—Siempre había gente que hacía los espectáculos. Yo nunca cobré un peso, y a veces tenía que vivir a mortadela y pan durante los viajes que hacíamos, y pagar los trenes para viajar. Difundía no sólo con mi música sino conversando en la televisión, aprovechando los medios de difusión. La dictadura los recibía porque después decían en algunos diarios que yo estaba hablando contra la patria, ¡estaba hablando contra la dictadura de ellos! ¡Mirá que voy a hablar contra la patria!
Lenguaje del plomo
—¿Se siguió dedicando a lo suyo o tuvo que hacer de lavacopas?
—Sí, a lo mío. Me dejaron las manos muy mal con torturas y esas cosas, y los diarios se horrorizaban que un músico, un poeta, tuviera las manos así.
—¿Por qué fue preso? Sus canciones, su activismo…
—Sí. También fui muy amigo de (Raúl) Sendic, era amigo de Sendic porque había luchado mucho defendiendo a la gente.
—Sendic fue jefe de los Tupamaros.
—Sí, era el jefe, pero en Paysandú luchó mucho tiempo defendiendo a los obreros. Y bueno, tenía una admiración, amistad con él… Y un día uno se cansa de los diálogos, de que lo estafen siempre, ¡de que lo estafen! Un día uno opta por decir ‘estos tipos el único lenguaje que conocen es el del plomo’… Indudablemente ahora no sé, lo mejor sería que hubiera democracia, que se atendiera al pueblo, que para eso vota. Están los que van cada cinco años, dicen unos discursos, le dan unos guisitos a esa pobre gente y después no aparecen más… Y la cuestión es que un día me agarraron, me metieron allí como tupamaro.
—¿Se sentía cercano a los Tupamaros?
—Los admiraba porque se estaban jugando la vida, era un segundo poder. Por lo menos había gente que estaba así. Después, hubo cosas que incluso la provocaron desde afuera. Porque todo eso de empezar a matar gente, a torturar, trajo la revancha y comenzó la lucha de topamiento. Pero los tupamaros no habían hecho nada; bueno, habían aprisionado algunos de los grandotes, de los grandes banqueros que venían del extranjero.
—¿Y hoy? Parece que siempre faltan cinco para el peso…
—Porque no hay soluciones de fondo, si hubiera soluciones de fondo habría una democracia verdadera, pero una democracia recortada no sirve, yo puedo decidir: ¡Viva Paysandú aunque yo me muera de hambre! No me queda más que esa: gritar.
Artiguista de niño
—El Zurdo hablaba anoche de los dos horcones: Linares y Sampayo, ¿de dónde viene todo esto?
—Son vivencias recogidas en diferentes etapas de la vida. Yo siempre fui consustanciado con el campo, me crie en el campo, después vine a la ciudad, y salí a recorrer toda América.De todos esos personajes, esa gente sufrida, desde los mensú, porque estuve tres años en el Paraguay; los mineros en Bolivia; me nutrí del sufrimiento de esa gente, que se les hace muy dura la vida. Los hacheros, los pescadores, que están a veces tan marginados…
—¿Por qué revaloriza a un líder tan lejano en el tiempo como José Artigas?
—Desde niño fui artiguista. Lo admiraba totalmente por sus palabras, por aquel reparto de tierras que hizo en 1815, repartió la tierra a los más necesitados. La tierra es una bandera de lucha.
—¿Es o era?
—Sigue siendo, porque luchar por la tierra es luchar por la patria misma; sin asentamientos no hay patria. En este momento la mitad de las estancias del Uruguay son de extranjeros. A nosotros nos va quedando solamente la cédula de identidad.
—¿Qué libros le gustan?
—Soy muy amigo de (Gabriel) García Márquez, estuve cuando le entregaron el Premio Nobel en Suecia. Estuve muchas veces con (Julio) Cortázar. Leí desde muy joven a Jorge Amado, esa literatura tan metida en el conocimiento de las cosas, y soy amigo de (Augusto) Roa Bastos, aunque no lo veo hace mucho; del Negrito Nicolás Guillén. Hay mucha gente, pero no acostumbro a leer, me gusta crear sobre lo que yo veo, sobre lo que conozco.
—Aparte de sus canciones, ¿ha escrito obras literarias o cuentos?
—No. Para diarios, cosas sobre ecología, sobre lo que pasa con nuestros animales, en defensa de eso. Tengo para escribir si quisiera, pero nunca me dediqué, ni a la novela. Yo prefiero andar en lo chico, en lo mío, que es lo que conozco.
—¿Eso es lo chico?
—Sí, es más fácil.
Peones del imperialismo
Aníbal Sampayo se explayó esa vez en diversos temas. Próceres, cancionero, literatura… Compartía con sus amigos anfitriones, Martínez y Bader, el antiimperialismo sin atenuantes.
Le preguntamos por Leandro Gómez, el héroe en la defensa de Paysandú. “Fue gente que tenía pensamiento artiguista. Era un patriota. Otra cosa fue (Venancio) Flores, que se vendió a todos los imperios… y bueno, de este lado los Mitre y toda esa gente se unieron a la matanza, a ese genocidio en el Paraguay. Paysandú es el nacimiento de la Triple Alianza contra el Paraguay”.
Sobre Atahualpa Yupanqui: “Un pionero de esto, yo fui un gran admirador de Yupanqui, fuimos amigos aparte. Fue un creador, con una poesía nueva y una música nueva. Ahí está el llamado folklore. Porque se dice ‘Festival del Folklore en Cosquín’, el festival no se hace con la Zamba de Vargas solamente, se hace con lo que produjeron Falú, Dávalos, Ariel Ramírez, toda gente de nuestro tiempo que han hecho estos festivales y a veces se olvidan estos señores”.
Otras definiciones de Sampayo: “Los gobernantes nuestros están dominados por el poder que tiene el Fondo Monetario sobre nosotros. Siempre nos tienen que tener prendidos, que les debamos; nos prestan un peso y hay que devolverles cien”.
“Quedaron resquemores con el Supremo Entrerriano… terminaron los porteños comiéndoselos a todos. Los señores del centralismo, que a su vez eran todos peones del imperialismo”.
“Hasta el ’70 todo anduvo bien. Pero después vino la dictadura, prohibió todo, ralló cuanto disco había”.
“¿El puente Buenos Aires-Colonia? Para los que van a Punta del Este. Los camiones del Mercosur y ‘narcosur’ a veces van a pasar por ahí. Le sirve a los centralistas para el negocio”.