La Teoría del Caos es una teoría que los matemáticos aplican a lo que ellos mismos llaman “sistemas dinámicos”. Aparentemente, estos sistemas serían elementos, hechos o sucesos que se relacionan entre sí y se modifican con el tiempo. Pero, por desordenados y aleatorios que aquellos parezcan, siempre pueden establecerse patrones o efectos concurrentes y, tal vez, predecibles.
El Rojo y Santiago Maratea, emergentes del caos
Por Valeria Girard
¿Cómo fue que una institución modelo como el club Independiente pasó a depender de una campaña en redes para salvarse? ¿Cómo fue que no pudo evitarse? ¿Cómo es que no hay responsables?
La Argentina siempre se destacó por su solidaridad y cooperación para llegar a objetivos. Prueba de ello son nuestros centenarios clubes de fútbol. Hasta el momento, salvo ciertas excepciones, nunca dejaron de ser asociaciones civiles para transformarse en sociedades anónimas.
El Club Atlético Independiente fue un claro ejemplo de la unión de un colectivo de jugadores amateurs a los que les habían negado la posibilidad de jugar al fútbol. Eran empleados de una gran tienda de ropa del novecientos; los más antiguos armaron un equipo del que excluyeron a los más jóvenes, estos decidieron independizarse y así nació el Club Independiente. Hermoso ejemplo de mancomunión y unidad de un colectivo en pos de un objetivo. Esos jóvenes, seguramente, nunca imaginaron que habían fundado al club más ganador de América, el Rey de Copas.
Eran otros tiempos, cuando los clubes perseguían fines solidarios y ayudaban a la gente en vez de a la inversa, pero qué diferente es el resultado cuando intereses individuales se apropian de los objetivos generales de una institución.
Eso sucedió en el Rojo de Avellaneda, luego de su último título local en 2002, bajo la conducción del hoy mediático Andrés Ducatenzeiler, entró en una espiral de malas administraciones y despropósitos –por decir lo menos– y una indisimulable decadencia.
Julio Comparada era el mimado del mandamás de AFA, Julio Grondona, cuando asumió la presidencia además era uno de los accionistas principales (no pocos decían testaferro de “Don Julio”) en la empresa El Surco Seguros, que monopólicamente aseguraba los espectadores del fútbol argentino. Pero el idilio terminó e Independiente se hundió.
Luego fue el turno de Javier Cantero, un ignoto dirigente que expulsó a la barra brava liderada por Pablo Bebote Álvarez. Fue una audacia que pagó muy cara. A pesar de dar marcha atrás sobre el final de su gestión, el Rojo se fue al descenso y profundizó su crisis.
El clan Moyano supuestamente llegó para poner orden y hasta le dio un título internacional (Sudamericana 2017), pero las marcadas diferencias entre padre e hijo y de ellos con su pariente político, Claudio Chiqui Tapia, los oscuros manejos económicos, el incremento de la deuda y la presencia del poderoso representante Cristian Bragarnik, empujaron al vapuleado club de Avellaneda una caída sin fin.
En medio de este caos aparece el carismático Maratea a recaudar fondos para pagar una deuda cuyo dinero “alguien se llevó” ¿No sería mejor investigar a los responsables y obligarlos a reponerlo? Claro que para ello se necesita un bien escaso en nuestra sociedad, esto es, un Poder Judicial que funcione.
Así como el fenómeno Javier Milei es un resultado de la descomposición del sistema social y económico, no lo es menos Santiago Maratea, que aparece en un lugar en el que nunca debería estar: el de cumplir funciones correspondientes al Estado e instituciones.
El hecho de que el influencer tenga el papel preponderante que detenta habla muy mal de una sociedad entrópica y en peligro de anomia perpetua.
La teoría del caos ve patrones, crisis como la de Independiente, ya la tuvieron Racing, Temperley, Deportivo Español, River y tantos otros, sin embargo, nunca se pudo evitar el desastre.