Es un lunes caluroso, el primero de una ola de calor. Diana entra a las oficinas de UNO con su pequeño nieto, Polo, de la mano. A su lado está Oscar con su característica sonrisa y con la mano posada en el hombro de ella, como si allí hubiera estado toda la vida. Están juntos hace más de 40 años y su presente es el resultado de años de paciencia, tolerancia y un amor que rompió las barreras del tiempo y la distancia.
Posdata, te amo: la historia de Diana y Oscar
Por Fedra Venturini
Diana y Oscar se conocieron en La Paz hace más de 40 años y por una década se escribieron cartas. Hoy disfrutan del amor mutuo, de sus hijos y su nieto
“Nos conocimos cuando Oscar tenía 13 años y yo entre 10 y 11 años. Nos conocimos en La Paz, la ciudad donde yo provengo”, comentó Diana con un brillo en los ojos y Oscar añadió con una media sonrisa: “Vinimos con mi papá de vacaciones a visitar una tía, desde Córdoba. Mi tía vivía a media cuadra de un almacén de los padres de Diana y, de vez en cuando, nos mandaban allí a comprar y ahí nos conocimos, por sus hermanos. Empezamos a jugar y así fue durante diez o 15 días”. Luego de esas vacaciones Oscar debía volver a su provincia natal pero los entonces niños no querían perder el contacto, así que comenzaron a escribirse cartas.
Al ser consultados por UNO sobre el autor de la primera carta, Diana afirma que fue él, en marzo de 1975. A partir de allí la correspondencia iba y venía entre ellos, pero sólo como amigos pero ella afirmó casi con lágrimas en sus ojos: “Él siempre fue mi amor… una vez lo vi pasando con el bebé de una prima y ahí sentí que mis sentimientos hacia él habían cambiado, lo empecé a ver de otra manera… y no me equivoqué ”. Por otro lado Oscar consideró que “la amistad entre el hombre y la mujer no existe” y que, entre carta y carta, sus sentimientos hacia ella también fueron más allá de la amistad.
Ir y venir
A los 17 años Diana tomó la decisión de mudarse a Tucumán para estudiar Abogacía y, un día, Oscar la visitó en compañía de un amigo con el que viajaban de mochileros y le preguntó si quería ser su novia. “Nos pusimos de novios y estuvimos juntos tres, cuatro días, durante Semana Santa”, contó Diana pero indicó que un día, antes de volverse a La Paz por el receso invernal en la facultad, decidió terminar la relación y escribió una nueva carta a Oscar: “Pensé que lo iba a destruir, a amargar, que iba a estar desesperado, pero pensaba que no tenía sentido tener un noviazgo estando tan lejos. Le mandé una carta para decirle que siguiéramos sólo como amigos, pero cuando volví 15 días después ya tenía una carta de él en Tucumán y me dijo que estaba de novio con otra chica”, dijo y rió. Pese a la distancia y al haber terminado como amigos, continuaron las cartas que se fueron acumulando y hoy permanecen guardadas, como testigo de un amor que nacía. “Tengo una bolsa llena de cartas y pienso pobre de él, porque soy muy intensa, le enviaba miles de cartas” dijo Diana, tentada de la risa y Oscar agregó entre risas: “Mis cartas eran a lo sumo de una hoja y media, pero las de ellas tenían 14 páginas, era mucho para leer y no le entendía la letra. Estaba en el servicio militar, en Chubut, ella me escribía cartas y el compañero encargado del correo me entregaba el sobre y decía ‘acá llegó tu Biblia’”.
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Nuevamente el tiempo y las cartas pasaron, hasta que los caminos de la entrerriana y el cordobés volvieron a cruzarse: “Ella tiene una hermana, que es monja, que estaba en Córdoba y allí nos comenzamos a ver más seguido”, relató Oscar. Luego de aquel encuentro, entre carta y carta, se dieron una segunda oportunidad cuando él tenía 23 y ella 20. Para ese entonces ella decidió mudarse a Paraná y continuar sus estudios en la vecina ciudad de Santa Fe: “Extrañaba mucho y era otra época. Para llamar a mis familiares tenía que pedir una conferencia con operadoras de telefonía. Me sentía muy alejada de todo. Así que tramité el pase a la facultad en Santa Fe, empecé a trabajar en Paraná y ya me quedé”.
Por otro lado Oscar terminó el servicio militar y volvió a Córdoba, donde también decidió estudiar abogacía mientras continuaba viviendo en casa de su padre pero la pareja se visitaba con más frecuencia, una o dos veces al mes. “La idea era vivir en Córdoba pero, luego de unos años, Diana quedó embarazada de nuestro primer hijo, Julián. Rendí concurso para entrar a Tribunales y empecé a trabajar, después me llamaban para hacer suplencias, hice también el pase de la facultad y me quedé. Pensamos entonces que luego del nacimiento nos mudaríamos” y ella agregó: “Cuando nació Julián, Oscar pensaba ir y venir pero quedó fascinado con el bebé”. Oscar comentó, divertido: “Todavía permanece el proyecto de irnos a Córdoba”.
No hace falta un papel
El tiempo pasó y siguieron juntos pero, saltándose las normas de aquel momento, nunca vieron necesario el hecho de casarse. “Es un papel, un trámite. Es más, creo que no me casé por el hecho de la celebración y el estrés que eso conlleva”, opinó Oscar y Diana agregó: “Sólo hicimos una declaración de unión convivencial el año pasado, pero en diez años de novios no habíamos hecho un plan de nada, tampoco le insistí nunca de mudarse a Paraná. Además tenía el caso de mis padres que estuvieron 15 años de novios, así que pensaba que nuestro noviazgo era reciente”. Dos años después del nacimiento de Julián dieron la bienvenida a Yolanda, su segunda hija y ella destacó, por lejos, la figura de su pareja en la paternidad: “Es un padrazo”.
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En esta línea, la pareja destacó que nunca sintieron presión de ningún tipo por parte de sus familiares o allegados: “Mi viejo siempre me decía que el matrimonio, y vivir en pareja es muy difícil, hay mil inconvenientes, por lo que no hay que decidir en base a un embarazo porque más tarde aparecen los reproches”, apuntó Diana y recordó que su embarazo fue un “escándalo” en los Tribunales de la capital entrerriana: “Fue el primer nacimiento de una madre soltera en Tribunales, por lo menos en Paraná” y Oscar indicó que incluso al momento de inscribir a sus hijos en el colegio tuvieron inconvenientes ya que solicitaban la libreta de familia.
Al ser consultados por UNO sobre aquello que los mantuvo unidos más allá de la adversidad, el tiempo y las dificultades, intercambiaron una mirada durante unos instantes y guardaron un breve silencio antes de responder. “Yo lo sigo eligiendo más allá de que no pase un día sin que nos peleemos por algo”, dijo Diana y rieron, cómplices. Oscar, a su turno, acotó: “Ella tiene un carácter bastante fuerte, pero es mi compañera de vida. Es buena, simpática, quizás con el tema de los chicos es medio obsesiva, pero es su instinto de madre supongo”.
Distintos tipos de amor
Hoy, más de 40 años después de la primera vez que se vieron, disfrutan de la adultez de sus hijos y del amor de su nieto, Polo, que tiene seis años. Literalmente estuvieron juntos toda la vida y, para ellos, un pilar de su vínculo tan fuerte fue la paciencia algo que actualmente, en una realidad vertiginosa que va a mil kilómetros por hora, no es tan común al momento de pensar en amor. “Hoy es todo más rápido, más fugaz”, reflexionó Oscar.
Finalmente UNO les invitó a reflexionar sobre qué es, para ellos, el amor. Nuevamente se formó un silencio pero esta vez ambos miraron hacia lados opuestos, para pensar su propia definición. “Estoy en un aprendizaje de amarme a mi misma, porque mi amor ha sido imperfecto para los chicos y él”, consideró Diana y agregó: “Ha sido un amor con demanda y cosas relacionadas con mis inseguridades. Ahora que me jubilé estoy más tranquila, leo mucho, y entiendo que amar es aceptar al otro y a uno mismo, dejando que las cosas fluyan un poco más. Soy muy controladora, pero un amor controlador que impone no es bueno para nadie, ni para el que ama porque es angustiante ni para el ser amado que sufre esa invasión. Tóxico, como le dicen hoy en día”. A su turno Oscar indicó, con seguridad: “Para mi el amor es vivir y la vida y disfrutarla”. Asimismo coincidieron que, sabiendo todo lo que sucedió entre ellos, no cambiarían las decisiones tomadas.