El cardenal de Bolonia, Matteo Zuppi había preguntado si era posible conservar las cenizas de los difuntos en lugares comunes similares a los osarios, y si una pequeña parte podía guardarse en un lugar significativo para el difunto. Al respecto el Dicasterio para la Doctrina de la Fe de la Santa Sede señaló que para ambos casos la respuesta es positiva, siempre que se evite cualquier malentendido panteísta, naturalista o nihilista.
¿Dónde guardar las cenizas de los difuntos?
Será posible disponer un lugar sagrado "para la acumulación y conservación en común de las cenizas de los bautizados difuntos", es decir, un cinerario comunitario donde sean reservadas las cenizas individuales. Así lo afirmó el Dicasterio para la Doctrina de la Fe en respuesta a dos preguntas del arzobispo de Bolonia Matteo Zuppi sobre el tema de los creyentes difuntos sometidos a cremación. La segunda respuesta afirma que la autoridad eclesiástica también puede considerar y evaluar la petición de los familiares de conservar una "mínima parte" de las cenizas de un difunto en un lugar significativo de la historia del difunto.
El cardenal Zuppi, ante la "multiplicación de la elección de incinerar al difunto" y de dispersar las cenizas en la naturaleza, también para "no dejar prevalecer las razones económicas, sugeridas por el menor coste de la dispersión, y dar indicaciones sobre el destino de las cenizas, una vez vencidos los plazos para su conservación", queriendo "corresponder no sólo a la petición de los familiares, sino sobre todo al anuncio cristiano de la resurrección de los cuerpos y del respeto que se les debe", ha presentado estas preguntas. La primera: "Teniendo en cuenta la prohibición canónica de dispersar las cenizas de un difunto -de modo similar a lo que sucede en los osarios-, ¿es posible establecer un lugar sagrado, definido y permanente, para la acumulación mixta y la conservación de las cenizas de los difuntos bautizados, indicando para cada una los datos personales?". Y la segunda: "¿Se puede permitir que una familia conserve parte de las cenizas de un familiar en un lugar significativo para la historia del difunto?".
El Dicasterio, en un texto firmado por el cardenal prefecto, el argentino Víctor Manuel Fernández y aprobado por el Papa el 9 de diciembre, responde afirmativamente. En primer lugar, recuerda que, según la Instrucción Ad resurgendum cum Christo 2016 (n. 5), "las cenizas deben conservarse en un lugar sagrado (cementerio), y también en un espacio específicamente dedicado a este fin, siempre que haya sido designado para ello por la autoridad eclesiástica". Se citan las razones para ello, a saber, la necesidad de "reducir el riesgo de sustraer al difunto a la memoria y a las oraciones de los familiares y de la comunidad cristiana" y evitar "el olvido y la falta de respeto", así como "las prácticas indecorosas o supersticiosas".
Se nos recuerda entonces: "Nuestra fe nos dice que resucitaremos con la misma identidad corporal que es material", aunque "esa materia será transfigurada, liberada de las limitaciones de este mundo. En este sentido, la resurrección será en esta carne en la que ahora vivimos". Pero esta transformación "no implica la recuperación de las partículas idénticas de materia que formaban el cuerpo". Por tanto, el cuerpo resucitado "no estará formado necesariamente por los mismos elementos que tenía antes de morir. Al no tratarse de una simple revivificación del cadáver, la resurrección puede tener lugar incluso si el cuerpo ha sido totalmente destruido o dispersado. Esto nos ayuda a comprender por qué en muchos cinerarios las cenizas del difunto se conservan todas juntas, sin guardarlas en lugares separados".
A continuación, el Dicasterio subraya que "las cenizas de los difuntos proceden de restos materiales que formaron parte del itinerario histórico de la persona, hasta el punto de que la Iglesia tiene un especial cuidado y devoción por las reliquias de los santos. Este cuidado y recuerdo nos lleva también a una actitud de sagrado respeto" hacia las cenizas, que "conservamos en un lugar sagrado adecuado para la oración".
A Zuppi el Dicasterio responde, por tanto, que "es posible disponer un lugar sagrado, definido y permanente, para la acumulación y conservación comunitaria de las cenizas de los bautizados difuntos, indicando para cada uno los datos personales para no dispersar la memoria nominal". La Iglesia admite, por tanto, la posibilidad de verter las cenizas en un lugar común, como sucede con los osarios, pero conservando la memoria individual de cada uno de los difuntos. Por último, se afirma que, excluyendo "cualquier tipo de malentendido panteísta, naturalista o nihilista", en cumplimiento de las normas civiles, si las cenizas del difunto se conservan en un lugar sagrado, la autoridad eclesiástica "podrá considerar y valorar la petición de una familia de conservar debidamente una mínima parte de las cenizas de su pariente en un lugar significativo" para su historia.
En respuesta a una pregunta de los medios vaticanos, el Dicasterio explicó que la intervención y valoración de la autoridad eclesiástica no es sólo de carácter canónico, sino también pastoral, para ayudar a la familia a discernir qué opciones tomar, teniendo en cuenta todos los factores. Dado que algunas legislaciones no permiten dividir las cenizas de los difuntos, el Dicasterio añadió que la segunda pregunta surgió de un diálogo entre obispos de distintos países al que dio voz el cardenal Zuppi, y consideró la posibilidad desde un punto de vista teológico y no civil, como se aclaró posteriormente en la respuesta.
Los cinerarios de la Arquidiócesis de Paraná
El destino final de las cenizas de un difunto requiere un discernimiento de los deudos sobre qué hacer con las mismas y este interrogante, en varias oportunidades, termina siendo noticia por la insólita resolución tomada por los familiares.
A fines de junio de 2023, durante la presentación de un show musical de la estrella pop, Pink, se vivió una extraña situación. Una fanática que se encontraba en la audiencia decidió tirar las cenizas de su madre muerta al escenario donde se encontraba la artista.
El incomprensible hecho ocurrió en el festival British Summer Time de Londres. “¿Esta es tu madre?”, preguntó la cantante, incrédula, a la mujer que se encontraba muy cerca del escenario, mientras recogía una bolsa de plástico con los restos incinerados del piso. Los hechos fueron registrados en un video que otro espectador publicó en Twitter.
En el clip que se viralizó también se pudo ver a la estrella del pop sacudiéndose las manos, como intentando limpiárselas, antes de seguir cantando su canción, todo esto sin poder disimular su cara de asombro.
“No sé cómo me siento con esto”, expresó sorprendida y colocó las cenizas al borde del escenario.
Los usuarios de la red social y seguidores de la cantante se quejaron de la actitud de la fan: "La gente necesita parar", "¿quién hace eso? ¿Por qué?", "la gente debería conocer los límites", "hubiera terminado el concierto", "¿por qué la gente es tan rara?" o "un comportamiento muy raro". Otros se rieron de la acción: "La madre tiene que conocer a Pink", "a mi madre le hubiese encantado", "es un poco raro, pero tierno", "estoy muriendo" o "espero que su madre fuera una fan".
También la periodista y panelista Nancy Pazos lloró en televisión al contar lo sucedido con las cenizas de su madre. Según su relato, esparció las cenizas en la que era la casa familiar porque su mamá no le había dado indicaciones de dónde quería su morada final. Pero ahora esa casa se vendió y allí quedaron los restos de su progenitora.
Otros casos que trascendieron dan cuenta de hinchas en estadios de fútbol esparciendo cenizas desde la tribuna, con la consecuencia de que las mismas terminaran en la cabeza de los seguidores del partido y no en el campo de juego.
Sobre este hecho y la necesidad de saber qué hacer con las cenizas de los familiares fallecidos, Diario UNO consultó al padre Matías Volpe, de la parroquia San José Obrero de Paraná.
En dicha parroquia se encuentra ubicado un cinerario, denominación que alude al lugar donde se pueden depositar las cenizas de una persona fallecida que fue cremada, bajo las normativas que dispone el Cristianismo.
"El cinerario o columbario parroquial (pequeños nichos) recoge una antigua tradición de ubicar los cementerios junto a las parroquias, donde familiares y amigos puedan rezar con recogimiento y piedad, ofrecer sufragios. Así el cinerario es un espacio anexo al templo destinado para depositar las cenizas de nuestros hermanos fallecidos. La Iglesia aconseja que existan estos lugares apropiados para la oración, el encuentro y el recuerdo de las personas que nos precedieron", indicó el sacerdote a UNO.
La iglesia aceptó tener lugares y espacios sagrados como los cinerarios para que las cenizas puedan ser puestas allí y que los fieles vayan a rezar a ese lugar, pero solicitando que sea de una manera digna y, sobre todo, evitando manipulaciones de las cenizas.
En la Arquidiócesis de Paraná son varias las capillas y parroquias que poseen lugares especiales para este fin, tal es el caso del cinerario de la capilla Nuestra Señora de Lourdes (calle 25 de Junio y bulevar Sarmiento), que fue inaugurado en 2015; el de San José Obrero (avenida Pedro Zanni y O'Higgins), creado en 2019; también la capilla Nuestra Señora de la Esperanza (Gendarmería Nacional 1281, barrio Mariano Moreno) ofrece un lugar especial desde el año pasado, la parroquia Don Bosco (avenida Francisco Ramírez 1780) dejó inaugurado su propio columbario y también la parroquia San Cayetano, barrio San Roque, tiene un lugar sagrado para las cenizas.
"¿Por qué la Iglesia sugiere esta práctica? Hay varias razones. Señalemos algunas: el cristiano confiesa su fe en Cristo resucitado en el que estamos llamados a la resurrección de nuestro cuerpo como templo del Espíritu Santo. En definitiva, hay algo de nosotros que pervive más allá del tiempo y del espacio finito", indicó el padre Matías Volpe y agregó: "Para el creyente esta práctica es una obra de misericordia y la certeza de que hay una esperanza cruzando el umbral de la muerte: la vida eterna. También nos hace tomar conciencia histórica que nuestra vida es un don recibido de Dios a través de una cadena de personas que estuvieron antes que nosotros. A la vez que nos ayuda a pensar en el presente como un regalo del Señor de la Vida y nos proyecta hacia el futuro con la ilusión cierta de que nada de lo que somos en este mundo y las obras de amor que practicamos caerán en saco roto sino que nuestros nombres se inscriben en el libro de la Vida (Ap 3,5)".
Además, el párroco de San José Obrero sostuvo que: "la visión cristiana acerca de la muerte ayuda a los familiares a transitar el momento difícil del duelo. Los ritos funerarios proporcionan consuelo y esperanza a los familiares y amigos del difunto. A través de un ritual se inicia un camino de reflexión, sanación, agradecimiento y reconciliación que nos permite vivir con interioridad y espiritualidad un acontecimiento paradójico e ineludible para todo ser humano. El rico simbolismo cristiano le otorga un sentido trascendente a nuestra existencia a la luz de la Pascua de Cristo que triunfa sobre la muerte".
Retomando una frase de San Agustín, el párroco de San José Obrero reflexionó: "En este sentido, San Agustín nos hace pensar: Y ¿dónde está el cielo? Puesto que vivir en el cielo es estar con Cristo, 'Después de esta vida sea él nuestro lugar' (en: In psalmo 30, s.3,8). 'Allí descansaremos y contemplaremos, contemplaremos y amaremos, amaremos y alabaremos. He aquí lo que será el fin que no tiene fin. Pues ¿qué otro puede ser nuestro fin sino llegar al reino que no tiene fin?' (De Civ. Dei XXII, 30,5). Venimos de Dios volvemos a Él. Dios es la fuente de nuestro origen y a él retornamos como a nuestro término, porque 'nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta descansar en ti' (Confesiones 1,1)".