Los últimos pasajeros del 9 descienden en Juan Báez y José María Paz, que gira por esta última calle y se dirige a su parada última en Paz y Pascual Uva, a metros del complejo de canchas de fútbol Cindy. El pequeño grupo de personas –una pareja joven con una niña, una mujer, una joven estudiante– empieza a caminar los 500 metros que distancian el barrio 500 Viviendas de la parada de transporte público. “Ahora de tarde está todo bien, pero a la noche esto es una boca de lobo”, advierte la universitaria.
La vida en comunidad germina en el Lejano Oeste
Por Ramiro García
El reclamo de los vecinos logró que el 9 extienda su itinerario esas cuadras y llegue hasta la entrada al barrio. Pero no lo hace a la ida sino a la vuelta, una vez que recomienza su recorrido rumbo a la ciudad. Es la única línea de colectivos que llega hasta estos extremos de Paraná. Antes también lo hacía el 11-21, pero ya no. Paradójicamente, la zona multiplicó su población pero achicó su disponibilidad de transporte.
Lo más visible del barrio desde lejos son los tanques negros de agua de las casas. Decenas, cientos, se recortan sobre el cielo en prolijas hileras. Al llegar a la entrada –Báez y Montiel– se presentan las 500 casas idénticas que construyó el Instituto Autárquico Provincial de Vivienda (IAPV), distribuidas en 24 manzanas. En rigor, 21 y media. Una parcela quedó reservada como espacio verde, la mitad de otra está todavía ocupada por el obrador y otra, al final del barrio, se destinó a la planta de tratamientos cloacas. Hay que procesar los desechos de 500 casas...
Estamos en el último rincón urbanizado al sudoeste de Paraná. Es la única proyección geográfica de crecimiento que le queda a la ciudad, surcada al norte y al oeste por el río y ya completamente unida con sus localidades metropolitanas, Oro Verde al sur, San Benito y Colonia Avellaneda al este.
500 Viviendas es, además, el barrio paranaense más nuevo. Esta semana se cumplieron los primeros tres meses desde la entrega de las casas a sus propietarios, adjudicados por sorteo. El propio ministro de Economía de la Nación y hoy candidato presidencial, Sergio Massa, encabezó la inauguración junto al gobernador Gustavo Bordet y el intendente Adán Bahl.
El medio millar de familias avanza en su arraigo, empieza a acostumbrarse, y poco a poco el lugar va ganando vitalidad: esa vida propia que cobran los barrios cuando empiezan a habitarse no sólo dentro de las casas sino hacia afuera, en las calles, los espacios compartidos.
Las banderitas de colores
El vecindario debe abastecerse. Pasaron apenas unos días de la entrega de las casas y comenzaron a instalarse los primeros comercios. Pequeños, hogareños, familiares. Lo más clásico y esencial: kioscos y despensas. Los hay por doquier. Uno por manzana y hasta por cuadra, e incluso enfrentados de vereda a vereda. Cada uno se ofrece y promociona con sus banderitas de riguroso anaranjado o verde flúor. Milton es colectivero de larga distancia. Viaja a Villa Carlos Paz, Córdoba. Con su compañera abrieron el kiosquito a la semana desde que se mudó. “Esto es para tener un extra”, explica, “porque un sueldo solo no alcanza”.
“Las casas están muy lindas”, valora el flamante propietario. Al igual que la mayoría, cuando se mudaron se toparon con algunos problemas, típicos de construcciones nuevas y especialmente si se hacen de a cientos a la vez: filtraciones de agua en pisos, techos y baños, algunas paredes de placas de yeso que necesitaron refuerzos. Pero nada grave, al menos hasta ahora, según comenta Milton. “Se ha solucionado todo”, pondera.
Las distintas vicisitudes se compartían en el grupo de WhatsApp creado como una de las primeras acciones vecinales. Allí se comentan las complicaciones, se ofrecen ejemplos de arreglos e ideas de soluciones. También se alertan las situaciones de (posible) inseguridad, poco habituales, por cierto. “Al quinto día quisieron abrirme el auto”, recuerda Milton y señala la cámara de seguridad que instaló entonces, sobre la ventana de su kiosco.
Respecto de la distancia del resto de la ciudad, el chofer describe: “Estamos lejos de todo, pero no del centro, porque llegamos rapidísimo con la obra que hicieron en calle Espejo”. Y sobre su sensación cumplidos tres meses de su nueva vida, es inequívoco: “Me quedo con la comodidad de que esto es nuestro”.
El vecindario y sus oficios
En 500 Viviendas viven trabajadores de la administración pública municipal y provincial, empleados de empresas, camioneros, policías, trabajadores de variados rubros. La constancia de ingresos fijos y formales es uno de los requisitos para pedir casas en el IAPV. Además, hay casas asignadas para personas con discapacidades.
Como hizo Milton, el rebusque del “extra” de ingresos y la provisión al barrio se multiplica en diversos rubros y seguirá creciendo. Ya hay pañalera, panadería, pollería, rotisería, ferretería (vital para viviendas a estrenar), una gomería, tiendas de ropa, de informática y también peluquerías.
Luciana Vélez mudó la suya desde avenida De las Américas a su nueva casa del IAPV. “Me estoy haciendo la clientela del barrio. Todos los días subo una foto al grupo y ahí 'pica'. Me piden un turno, me van preguntando por precios y demás”, dice la coiffeur. Tuvo, además, suerte con el lote que le adjudicaron. “Estoy en un 'puntazo': enfrente va a ser la futura plaza”, se entusiasma.
Hace 17 años que es peluquera y valora que, aunque no retuvo todos los clientes de su locación anterior, muchos le son fieles y vienen hasta Juan Báez al final para adecentar sus cabelleras.
Luciana vino al barrio con sus dos pequeñas hijas, que ya se hicieron amigas en las familias vecinas. Cada una hizo un grupito de su edad. La más chiquita, de unos 4 años, vuelve sola de jugar en la casa de al lado. Minutos después entra el vecino a devolver una bolsa de galletitas pepas y el jugo que merendó la niña. La peluquera puede trabajar con tranquilidad aunque sus nenas estén afuera. “El barrio no es peligroso, es tranquilo. No andan autos a lo loco. Los chicos pueden jugar en la calle. Se siente como esos barrios donde nos criábamos antes”, evoca.
Hasta hace tres meses, Luciana alquilaba una casa grande con varias habitaciones y el local para la peluquería. Ahora se habitúa con felicidad a su hogar con cocina, living-comedor, baño y dos habitaciones en 55 metros cuadrados. “Me sobraba espacio. Cuando llegué acá me di cuenta de que es justo lo que necesito”, celebra.
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A la espera del asfalto
Una de las pocas quejas que repiten los pobladores de 500 Viviendas es la falta de colectivos. La otra es la convivencia en calles de tierra y broza. “El asfalto sería un alivio”, admite Luciana la peluquera, y señala: “Queda todo pasado de tierra”. Milton, el colectivero kiosquero, es más enfático: “Esto es insufrible”, califica. Y recuerda que el día que entregaron las viviendas “Massa dijo que en dos semanas iba empezar la obra de pavimentado. Ya hace tres meses y no se ve nada. Está el cartel pero no tiene fecha de inicio”.
Según aseguran desde la Municipalidad, el asfaltado de la vecinal empezaría en los próximos días, quizás la semana próxima, porque la obra ya está adjudicada y el contrato firmado con la empresa. Es Caballi S.A., la misma que hizo las casas.