Ivana Valente es de Concepción del Uruguay, tiene 31 años y a través de una cirugía, logró bajar 60 kilos, luego de transitar la obesidad desde los 13 años. Ama los deportes, y además de ser arquera de fútbol en el club Independiente de su ciudad, practica otros deportes como básquet, hockey y en algún momento también handball. Desde siempre sufrió ataques discriminatorios en la cancha. Se mal acostumbró a los insultos detrás del alambrado, pero en medio de ese cambio radical de vida a partir de la operación bariátrica entendió que también tenía que cuidar su salud mental. Un día no aguantó más. Prefirió dejar de lado su pasión para protegerse del odio de quienes van a la cancha a dejar allí sus miserias. Es que en algún momento pensó que tras su transformación, los gritos cesarían, pero se paró a la mitad del arco, y ahí estaban nuevamente; implacables, impiadosos:
Fútbol, gordofobia, falta de sensibilidad y ausencia de sanciones
Por Valeria Girard
“Siempre la sufrí y hacía como que no pasaba nada. Pero lo que ocurrió en la cancha de la Liga Departamental de Gualeguaychú fue el final de esto para mí. Todavía no había comenzado el partido, pero sí los gritos e insultos sobre mi cuerpo. El típico ‘tirale al arco que está la gorda y no se puede mover’, entre otras cosas. Eso durante el calentamiento, cuando cambiamos de arco por el sorteo. Durante el partido lo mismo, los insultos, la violencia. Antes lo acepté, pero ya no puedo hacerlo”, dijo.
Ivana siente que literalmente se sacó una persona de encima y volvió a nacer. La nueva Ivana ya no puede aceptar ni enfrentarse a la violencia, porque se quiere y se respeta más, porque está en la búsqueda de valorarse más que nunca.
El problema no es ser gordo, sino la gordofobia, que se convirtió en otro tipo más de discriminación que afecta los derechos fundamentales de las personas, desde su infancia hasta la edad adulta, y que podría causar a sus víctimas graves daños físicos, psicológicos, laborales y mentales. El rechazo a los gordos y al sobrepeso está inyectado en la cultura popular en todo el mundo y la delgadez es un sinónimo de belleza y de salud, pese a la apariencia enfermiza de las personas en muchas ocasiones.
Adriel Levy es psicólogo deportivo de Paraná y en diálogo con UNO habló sobre la temática: “Pasa que todo está permitido y se puede decir cualquier cosa en la cancha. En general el fútbol, la escuela o cualquier institución no escapa a lo que pasa en la sociedad en general. El fútbol es el deporte en el que más sucede la discriminación y la violencia porque se naturalizó, quedó instalado como aceptado y entonces luego se corrieron los límites. ¿La causa? Por un lado la ausencia de planes preventivos y educativos, por otro la falta de remoción de viejos hábitos o conductas que tal vez antes eran aceptadas, pero que hoy no están permitidas, como por ejemplo el bulliyng, la discriminación, la violencia física, verbal y psicológica”, indicó y recalcó: “Seguimos con ese limite corrido, en el que alguien escondido detrás de un alambrado cree que puede hacer o decir cualquier cosa a sabiendas de que no será sancionado porque también fallan los mecanismos de regulación”.
Para el creador de Activamente Lab hay una tarea integral que realizar para empezar a transitar el camino de la solución. “En mi trabajo siempre integro la parte dirigencial, con políticas, reglamentos y el protocolo del club, también hay que involucrar a las familias y después se trabaja con los actores del deporte propiamente dicho como los staff técnicos (entrenadores, preparadores físicos y demás) y deportistas. Hay que trabajar con todos. De nada sirve trabajar con la familia si desde el club los objetivos tienen que ver sólo con ganar y se da el mensaje de que si no hay triunfo no sirve, o que bajan una línea de excesivo fanatismo, presión y demás cuando estamos trabajando con las bases, que son los jugadores, o también si mientras trabajamos desde el club con la idea de no perder a ningún chico y fomentar la pertenencia pero el entrenador sólo pone al que juega mejor, no sirve, entonces hay que mantener una línea de coherencia entre todos los que participen del deportes, es fundamental”, indicó el entrevistado.
En este sentido, Levy mencionó la necesidad de una correcta planificación que tenga contenido y disposición, para después para llevarla a cabo. “¿Se puede dar el cambio? Hasta la caminata más larga empieza con el primer paso, que es hacernos cargo de lo que está sucediendo. Muchos no se animan a diagnosticar por lo dificultoso que puede ser el camino, pero no empezar es un pecado”.
El entorno del deportista es fundamental. “Cuando los sistemas están enfermos, o cambiás el sistema o te alejas. La agresión y la violencia son muy difíciles de tolerar. Hay que cambiar el entorno y fortalecer a la persona, entendiendo que esas cuestiones siguen ocurriendo. La técnica por excelencia para quedar fuera del agravio, para no escuchar nada es la concentración del jugador. En cuanto al entorno, si desde la tribuna están gritando cosas el equipo no lo puede permitir, tenés que pedir la suspensión del partido hasta que el, la o los inadaptados dejen de hacerlo. Se falla porque no hay unidad de criterios; porque tenés a los que saben que está mal y realizan un planteo al respecto y los que creen que se debe seguir a cualquier precio, sin pensar en el daño que se le hace a la persona y en que está mal que la violencia suceda”, dijo.
Gordofobia por falta de educación
El psicólogo deportista habló específicamente sobre la “gordofobia”. “Es por falta de educación y de sensibilidad porque a esta altura no saber que la obesidad es una enfermedad es no interesarse por las cuestiones sociales. Por eso es muy importante que en los clubes se brinde capacitación sobre la temática, porque si uno cree que puede ir a la cancha a insultar para sacar algún tipo de ventaja o descargarse está muy equivocado y deben haber consecuencias por sobre estas acciones. Hay que hacer valer las reglas del juego, si los organizadores del encuentro toman cartas en el asunto cuando pasan cuestiones que no están permitidas, pienso que ahí se va a ir terminando, no hay otra manera”, especificó.
El caso de Ivana es uno en miles y tal vez ahí radica el nivel de repercusión en redes sociales y medios periodísticos. Ivana se entrena desde los 12, desde el 2019 integra al equipo de fútbol femenino del club Independiente de Gualeguaychú y trabaja en una estación de servicio. Varios domingos atrás, mientras jugaba una nueva fecha de un torneo provincial de fútbol femenino, decidió retirarse. En ese momento la arquera pidió disculpas a sus compañeras y colgó los botines.
“Hoy puedo decir que reconozco un vínculo muy especial con mi cuerpo. Me realicé una operación bariátrica en septiembre pasado. A raíz de esa decisión puse un alto y empecé a preocuparme por mi salud. Estoy en tratamiento para hacerle frente a la enfermedad, hoy soy consciente de que estoy enferma. No es fácil lidiar con este tipo de obesidad. No fue fácil llegar hasta acá, desde que comencé con este tratamiento en junio del 2020, bajé 60 kilos”, dijo.
El cambio es muy grande: pasó de los 153 kilos a los 90 y en sus redes sociales va contando el recorrido, paso a paso, para mejorar su salud.
“Mi equipo siempre me apoyó en todas las decisiones que tomé. Cuando el cuerpo no me daba más, entendieron la situación, comprendieron que iba a ser un proceso largo, que era un tratamiento que me iba a ayudar a seguir jugando. Hoy dejo por los gritos de la gente de afuera, la que va a la cancha no sé para qué. Tomo esta triste decisión porque escuchar esos insultos me afecta mucho, y el camino que emprendí para estar mejor se basa en cuidar mucho el aspecto psicológico. Ver los cambios en mi cuerpo, verme en fotos, todo es muy fuerte. Recibir toda esa violencia me afecta. La transformación es grande, aunque todavía falta. Pero recibir insultos nuevamente sobre mi cuerpo, sobre mi peso, fue un cachetazo”.
No encajar en los patrones “normales”
La gordofobia es interpretada como una palabra que refiere al odio o al rechazo que puede sentir una persona frente a los cuerpos que son gordos y que no encajan en los patrones corporales considerados como "normales".
La definición de "gordo" incluye un gran vacío y el primer problema que presenta es que no está definido quién es gordo. La realidad es que aActualmente cualquier persona podría ser clasificada como tal, ya que la publicidad, las modas y los talles conllevan a considerar que sólo es “normal” alguien que es absolutamente delgado, a veces en formas que exceden hasta una medida saludable.
El pasado 4 de marzo la Organización Mundial de la Salud hizo un llamado a todos los países en el Día Mundial de la Obesidad 2022, para que se tomen medidas para detener el alza de esta enfermedad que afecta a 1.900 millones de personas en el mundo.
También consideró que es un imperativo revertir esta crisis de salud "predecible y prevenible" porque si todo sigue como va, unas 167 millones de personas, entre adultos y niños, verán afectada su salud por el sobrepeso y la obesidad en tres años.
La obesidad es una enfermedad que afecta el corazón, el hígado, los riñones, las articulaciones y la mayoría de los sistemas del cuerpo y conduce a enfermedades no transmisibles como la diabetes tipo 2, afecciones cardiovasculares, hipertensión, accidentes cardiovasculares, diversa formas de cáncer y problemas de salud mental
Mientras tanto, la crisis sanitaria y el confinamiento por la pandemia de Covid-19 sacaron aún más a la luz el rechazo hacia las personas con obesidad o sobrepeso. Para conocer el estado de la cuestión, basta con teclear en Google "chistes sobre gordos", hacer clic y esperar el resultado: más de 7 millones de resultados en castellano y 118 millones de entradas si se hace en inglés (“jokes about fat”). Lo cierto es que hemos sido víctimas o testigos de ello desde la niñez y continuamos siéndolo en la adultez ¿Hasta qué punto pueden los estándares de belleza “enfermar” y afectar las relaciones entre personas?
Activismo que gana fuerza
Hablar de gordofobia es hacerlo de una sociedad que humilla, invisibiliza, maltrata, ridiculiza, excluye y violenta a un grupo de personas por el hecho de tener una determinada característica física: la gordura. Así lo relata Magdalena Piñeyro, autora de Diez Gritos contra la Gordofobia, un libro que denuncia la discriminación a la que somete la sociedad a las personas gordas, o más que una discriminación es una “opresión que es omnipresente: ocupa todos los espacios todo el tiempo”.
Piñeyro, explicó en una entrevista del diario La Vanguardia, cómo hace unos años hablando con otras personas gordas vio que todas compartían los mismos sentimientos de dolor, un dolor silenciado. Que era la sociedad la que depositaba en ellos una mirada de desprecio e invisibilidad proyectando una carga de culpa. Este hilo común, les hizo ver que éste no era un “problema personal”, sino una “cuestión política” que había que convertir. Nació entonces la iniciativa Stop Gordofobia.
La plataforma fue creada inicialmente como una herramienta para buscar y unir a personas gordas y tomar conciencia de una discriminación tan extendida como poco denunciada. La iniciativa creció inmediatamente y hoy cuenta con más de 90 mil seguidores en Facebook. Mujeres y hombres aunque la discriminación pesa más sobre ellas.
Piñeyro, licenciada en Filosofía y máster en Estudios de Género e Igualdad, cuenta en su libro cómo estuvo casi 30 años callada, habitando su cuerpo “llena de dolor” muchos años con el pensamiento recurrente antes de ir a dormir sobre qué iba hacer al despertar para adelgazar. Un pensamiento constante basado “en el deseo de ser otra, la posibilidad de habitar otro cuerpo”. Sintiéndose culpable de que la discriminaran y “responsable” de tener que cambiar.
El segundo grito (capítulo) del libro de esta migrante uruguaya titula “Nuestra autoestima no es una cuestión de actitud” y denuncia el peligro de “poner el foco en la persona oprimida y no en la estructura de opresión”. La autora explica que esta opresión hace mella en la autoestima y opera desde la “inferiorización” de las personas gordas. Al asumir la culpa, se buscan maneras individuales de ponerle solución, una apuesta que no lleva a ninguna parte, ya que el problema es social.
Los gritos que lanza la autora buscan un mensaje de liberación para las personas gordas, y la para que la sociedad entienda unas cuantas cosas. Sí, somos gordas y no es ningún insulto, escribe. Habla de unirse en una “alianza gorda”, de no esconder el cuerpo. Con un poema cierra su narración, un poema que invita a reflexionar a todas las personas gordas. “Y yo no quiero llegar al final de mi vida abrazada al deseo de haber sido otra”.