Damián Reca es ciego y si bien está acostumbrado a sortear múltiples barreras en Paraná, el martes de la semana pasada tuvo un infortunado accidente: cayó dentro de un pozo de considerables dimensiones que inexplicablemente alguien dejó abierto en una de las veredas de calle 25 de Mayo, entre Illia y Belgrano, una de las zonas céntricas más transitadas habitualmente.
Es ciego y cayó en un enorme pozo que alguien dejó abierto en una vereda céntrica de Paraná
Por Vanesa Erbes
No estaba vallado y no había ningún cartel que alertara sobre el peligro que significa para los transeúntes un bache semejante. Solo le habían puesto dos trozos de madera en los costados, que no ayudaban en nada a la contención y por eso no pudo advertirlo con su bastón blanco, una herramienta esencial de orientación y movilidad que utilizan las personas no videntes para esquivar obstáculos.
Debido a las restricciones en la circulación que impone el aislamiento social preventivo obligatorio decretado en el país para frenar el avance del coronavirus, tampoco hubo alguna persona que le avisara a tiempo para que pudiera esquivarlo. “Vivo solo, había salido al supermercado de mi barrio, y otra vez compré terreno en Paraná: me caí en un pozo”, contó a UNO, utilizando una popular metáfora para narrar el hecho, sin perder el buen humor que lo caracteriza, aun en un momento tan indignante.
Según comentó, quedó con medio cuerpo dentro del agujero lleno de agua estancada, y lo auxiliaron un par de agentes del 911 de la Policía de Entre Ríos que estaban en la zona. Se golpeó bastante y su celular, otra de las herramientas que usa contantemente para trabajar, navegar en Internet, orientarse y contactarse con sus llegados, quedó deshecho. “Fueron raspones y golpes, y la rotura del teléfono, que ya lo arreglaré”, lamentó.
A su vez, señaló: “Dolorido y todo, me fui a la comisaría segunda a hacer la denuncia, pero no me la tomaron porque en apariencia no tenía lesiones. De ahí me fui al hospital San Martín, me hicieron una placa para descartar alguna quebradura, pero corroboraron que mi rodilla estaba muy inflamada, además de los raspones y golpes en general, producto del impacto por la caída”.
Con una foto que le quedó del pozo, los estudios médicos y algún testigo, finalmente logró hacer una exposición ante la Policía. “Hice la denuncia en la Policía y la Municipalidad y este miércoles taparon ese pozo y los demás que estaban en esa cuadra, pero en calle 25 de Mayo hay un montón de pozos más, y en la Peatonal también”, aseguró.
Efectivamente, el hueco en el que se precipitó fue rellenado y quedó un montículo de tierra que permite imaginar el tamaño que tenía. Damián es corpulento y por eso la situación no fue peor, pero al lado hay un kiosco donde se hacen cobros de servicios al que suelen llegar adultos mayores a pagar sus cuentas y otra hubiese sido la suerte si se caía alguien más menudito o alguna criatura.
Ciudad insegura
“En Paraná hay muchas calles y veredas que están rotas y son intransitables”, opinó Damián, quien es un apasionado de los viajes y a los 18 años, después de haber terminado la escuela Secundaria, se fue solo a Filadelfia, en Estados Unidos, donde permaneció durante nueve meses con una beca para aprender informática para ciegos y afianzar su dominio del inglés.
En en 2016 también viajó solo a Japón y con escalas tardó 48 horas en llegar a Tokio, donde se encontró con un grupo de amigos entrerrianos y pasó 20 días recorriendo diferentes ciudades para conocer la cultura y las tradiciones de ese país. “He viajado un montón, y en cualquier ciudad me siento más seguro que en Paraná”, sostuvo el docente de la escuela Helen Keller especializado en Informática, que además es un destacado deportista y actualmente integra el equipo de fútbol de Los Búhos, en Santa Fe.
Lo dice con razón, ya que en la capital entrerriana lleva varios accidentes en su haber. El más importante fue en 2007, un día que caminaba por el cordón en calle Victoria, entre La Rioja y San Luis, y al llegar al puente sin baranda de contención en ese entonces cayó al el arroyo La Santiagueña. Fue rescatado por personas que pasaban por el lugar, y sufrió golpes y raspones. Afortunadamente había poca agua, ya que en un momento de mayor caudal podría haberse ahogado. En una entrevista publicada en Diario UNO el 30 de julio de ese año, Reca se refirió a este incidente: “No circulaba habitualmente por allí, pero ese día se me ocurrió explorar, porque no me gusta hacer siempre el mismo recorrido. Me aburre la monotonía”.
En sus 40 años sufrió otros porrazos, los suficientes para afirmar con autoridad que la capital entrerriana la accesibilidad de las personas con discapacidad parece no ser una prioridad ni para la mayoría de los gobernantes ni para muchos de los vecinos que la habitan. “Además de los pozos, acá mucha gente deja los autos y motos en la vereda y las construcciones que están mal señalizadas. Hay obras con un volquete en medio de la vereda y no tenés nada que lo indique, y como es más angosto abajo que arriba, el bastón no llega a tocarlo y entonces es inevitable chocárselo”, explicó.
En Paraná, varios de los dispositivos sonoros que se colocaron en los semáforos de la zona de la Peatonal ya no funcionan para avisarle a una persona con discapacidad visual cuándo puede cruzar la arteria. También las rampas para aquellos que se trasladan en sillas de ruedas presentan notables deterioros, y hay numerosos espacios que no contemplan la accesibilidad y la inclusión. Pero aún en este contexto, no deja de sorprender la falta de conciencia y de sensibilidad de quien dejó abierto un pozo en una vereda y para colmo sin señalizar, provocando que alguien se lastime. Ojalá todas estas cosas empiecen a cambiar, de una vez por todas.