El proyecto de Presupuesto 2026 presentado por el Ejecutivo ante el Congreso Nacional contiene mentiras enormes y delirios fantásticos, y oculta la gravedad casi inédita que enfrentamos como sociedad, ante la marcha de las políticas oficiales.
Milei: Presupuesto 2026, mentiras y más ajuste
El proyecto de Presupuesto 2026 contiene mentiras y oculta la gravedad casi inédita que enfrentamos como sociedad, ante la marcha de las políticas oficiales.
El proyecto de Presupuesto 2026 anunciado por Javier Milie contiene mentiras y oculta la gravedad casi inédita que enfrentamos como sociedad, ante la marcha de las políticas oficiales, según el economista Luis Laferriere.
Las recientes elecciones en la provincia de Buenos Aires y la presentación oficial del Presupuesto Nacional 2026, nos llevan a reflexionar sobre los tiempos que estamos viviendo y sufriendo la gran mayoría de los argentinos. Tiempos complejos, duros, crueles, donde una minoría privilegiada avanza rauda en el saqueo y la acumulación de riquezas; a costa del deterioro fenomenal de amplios sectores sociales, de nuestros bienes comunes, de nuestro ambiente y de nuestra soberanía nacional.
Luego de la fuerte derrota electoral del partido gobernante, el discurso presidencial (dirigido a los que mandan, poder económico y financiero mundial) insistió en reafirmar el rumbo de su política económica y social, lo que por supuesto anticipa más (o peor) de lo mismo.
Por un lado, pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores y de porciones crecientes de la clase media, fuerte recorte de los haberes reales de los jubilados, cientos de miles de pérdida de fuentes de trabajo (lo que implica igual cantidad de familias sin ingreso y muchas más personas literalmente en la calle y en la lona) y decenas de miles de micro, pequeñas y medianas empresas que cerraron, universidades nacionales desfinanciadas, hospitales nacionales seriamente deteriorados, interrupción de la inversión pública, altísimos costos de los servicios públicos esenciales, quita de derechos a sectores vulnerables (ancianos, enfermos y discapacitados, etc).
Por otro lado, la contrapartida de esta motosierra inhumana es una profundización y generalización de la entrega de nuestros recursos, tanto materiales como financieros, a los sectores más rapaces y parasitarios del sistema social imperante, en especial a la mafia financiera, especuladora y usurera.
La presentación del proyecto de Presupuesto 2026 y el discurso presidencial contienen mentiras gigantes y relatos fantásticos, que no guardan ninguna relación con la realidad, y carecen de sustento teórico serio o de evidencias empíricas que los avalen.
El centro del relato oficial está en el supuesto equilibrio fiscal, el cual sería la única garantía y el mejor camino para lograr un “crecimiento inigualable”. Mentira grande, no sólo porque en las cuentas oficiales omiten incluir entre los gastos corrientes gran parte de los intereses pagados y a pagar por la deuda pública; sino también porque no existe nada que explique la fantasía de que con esa supuesta situación de equilibrio fiscal el país se asegura ese fuerte crecimiento.
Por el contrario, situaciones fiscales de muchos países de altos ingresos y sostenido crecimiento se dieron con déficits continuos. Ni qué hablar de la principal potencia mundial, los EE.UU., que viene desde hace muchos años con déficits fiscales astronómicos. Si analizamos la experiencia histórica de la Argentina, veremos que durante casi medio siglo (de los años 30 hasta los años 70 del siglo XX) tuvimos una sociedad con importante crecimiento y mejoras significativas de las condiciones de vida de la mayoría, y siempre con déficit fiscal.
Pero los supuestos macroeconómicos que son la base de los cálculos de ingresos y gastos para el año 2026 expresan mentiras mayores y delirios inalcanzables en el marco de las políticas entreguistas y de ajuste que desarrolla el gobierno y que promete profundizar.
Así por ejemplo la falsa promesa de mejoras para las universidades nacionales parten de una burda mentira: la asignación presupuestaria para el 2026 es un 33% inferior al presupuesto que tenían en el año 2023. También promete aumentar un 5% el gasto en jubilaciones, algo que no podría lograr porque la misma ley vigente (impuesta por este gobierno) pone el techo inflacionario para los reajustes previsionales. Con más razón, considerando que el Presidente vetó la ley que asignaba apenas una suba del 7% de los haberes, cuando los mismos vienen perdiendo más de un 30% de su poder adquisitivo.
Y lo más grave de todo, es que todas las partidas suponen una inflación para todo el año 2026 de sólo un 10,1%.
Ello asegura que si la inflación anual es mayor (algo que sucederá sin duda, y por una cantidad mucho más amplia), el valor real de esas asignaciones caerá sustancialmente. Y dada la situación económica y financiera actual, no cabe duda que el crecimiento de los precios en los próximos meses (y durante el año 2026) puede superar holgadamente el 10 % no en un año, sino en un mes o menos.
¿Por qué razón la inflación real será mucho mayor que la proyectada?
Porque la inflación en la Argentina, desde mediados del siglo pasado hasta la actualidad está íntimamente vinculada al movimiento del tipo de cambio, es decir, al valor de dólar en relación a nuestra moneda. Cada episodio de devaluación del peso frente al dólar, lleva como consecuencia un incremento de precios. Y cuanto mayor es la devaluación, más elevada la inflación resultante.
¿De qué depende el valor del dólar?
El valor del dólar, como una mercancía más que se compra y se vende, depende de la cantidad ofertada y demandada en cada momento. O en una disposición discrecional del gobierno, como sucede con la gestión actual y las anteriores, pero factible sólo en la medida que el mismo gobierno disponga de los dólares necesarios para incidir.
Pero aunque lo venga manipulando el gobierno, es cada vez más difícil que el valor del dólar pueda mantenerse ‘planchado’. Saben muy bien que ese valor es lo que permite que no se les escape demasiado el aumento de precios. Y lo hacen también en beneficio exclusivo de los especuladores, que vienen al país a lograr altos intereses garantizados por el Estado, y luego se llevan muchos más dólares baratos que les entrega el propio gobierno (la famosa y triste bicicleta financiera).
Pero sucede que la voracidad de los saqueadores no tiene límites y se llevan todo lo que pueden. No alcanzan los dólares de las exportaciones, ni los dólares del blanqueo, ni los que nos prestan los organismos financieros internacionales. Y cuando ya no quede ‘poder de fuego’ gubernamental para quemar dólares baratos (porque no habrá más), el valor del dólar tendrá subas sustanciales (imposible prever cuánto, pero será catastrófico).
Y ¿cuál es el supuesto del valor del dólar según el proyecto de Presupuesto 2026?
El tipo de cambio promedio para el año próximo se anuncia en $ 1423 por dólar (y de $ 1470 a diciembre del 2027). Pero resulta que ya esta semana ha superado esos montos holgadamente, con el agravante que por ahora no sube más porque el gobierno interviene vendiendo barato lo poco que le queda. Hay que imaginarse entonces cuánto puede llegar dentro de varios meses, cuando las estimaciones más serias dudan si no llega a estallar antes de las elecciones del mes de octubre.
No obstante, la situación futura es mucho más grave aún. Porque hasta el 31 de enero del 2026 el Estado debe pagar a los acreedores externos 8.200 millones de dólares, pero el Tesoro Nacional tiene hoy apenas 900 millones. Y más a mediano plazo, las propias estimaciones del gobierno muestran un déficit de la balanza comercial para el 2026 de casi 16.500 millones de dólares (y eso con una sobre estimación de las exportaciones a niveles casi imposibles de lograr). Frente a ese cuadro ya dramático, se suma el dato del total de vencimientos de deudas en dólares (gobiernos nacional y provincial, BCRA y privados) para el año 2026 por 28.774 millones de dólares y trepa a los 36.216 millones en el año 2027.
Ante la imposibilidad de cubrir semejantes cifras sin recursos y sin nuevas deudas, es indudable que el valor de dólar previsto por el proyecto de Presupuesto 2026 es una ilusión fantástica. Faltarán dólares y su valor subirá sustancialmente. Eso llevará también a dejar como un delirio la proyección de la inflación del 10% para todo el año próximo. Y con eso, quedan sin sustento las cifras determinadas en todas las partidas del gasto.
Como es el Estado nacional quien se está endeudando en dólares para entregarlos baratos a los especuladores y tratar de que no explote la inflación antes de octubre, la deuda que toma en esa moneda se multiplicará en su equivalente en pesos. Pero como la recaudación del Estado es mayoritaria en pesos, cumplir con el pago de intereses por esas obligaciones el aumento será mayor y se convertirá en imposible e inaccesible. Por lo que es imposible que pueda hablarse de equilibrio fiscal sostenido en el tiempo.
Eso llevaría al gobierno, si quiere buscar equilibrio fiscal, a intentar profundizar los ajustes sobre los gastos sociales, previsionales y laborales del Estado. Algo que conduciría a una demolición económica y social. Y a una presión de los acreedores para que el Estado en cesación de pagos dinerarios, pague con empresas públicas, con nuestros bienes comunes y con territorio.
Este cuadro dramático y horroroso que surge de un análisis serio de la situación, contrasta con las predicciones del discurso presidencial, que llegó a afirmar en un delirio total, que “podríamos tener un crecimiento anual sostenido del 7 u 8 %, lo que nos llevaría en 10 años a parecernos a los países de altos ingresos, en 20 años estaríamos entre los países más ricos del mundo, y en 30 años estaríamos en el podio de las potencias mundiales”.
Por el contrario, de continuar las políticas actuales y el modelo económico social vigente, lo más seguro es que marchemos más rápido hacia el precipicio. Camino que debemos evitar, con más información, más compromiso, más participación y movilización de la sociedad, para cambiar ese rumbo suicida y construir un país con equidad social y sustentabilidad ambiental. El que nos merecemos y podemos lograr entre todos. Y el que nadie nos regalará, si no luchamos por ello.
Por Luis Lafferriere – Promotor de la Cátedra Abierta Por Un Mundo Nuevo