Paula Aranda, la abuela curandera de barrio El Sol visitó ayer la cancha de Patronato, a pocas horas del partido entre el Rojinegro y Defensa y Justicia. Bendijo los arcos, manos, pies y botines de los jugadores a la salida del vestuario y al director técnico del Santo, Mario Sciacqua.
Doña Paula cumplió el sueño de volver a pisar el estadio Grella
La abuela curandera de barrio El Sol recorrió ayer la cancha de Patronato, a pocas horas del partido entre el Rojinegro y Defensa y Justicia. Bendijo los arcos, manos, pies y botines de los jugadores a la salida del vestuario y al director técnico del Santo, Mario Sciacqua. . MIRÁ EL VIDEO
Por Valeria Girard
17 de marzo 2019 · 00:21hs
Tiene 95 años y en una nota publicada por UNO el 2 de marzo de 2019, se declaró "hincha furiosa" de Patronato. En ese momento contó que aunque a los jugadores actuales no los conoce personalmente, los cura sin que ellos siquiera se enteren. "Veo en el UNO que algún futbolista del Negro se esguinzó o se recalcó y automáticamente lo curo".
MIRÁ EL VIDEO >>>>
Hacía muchos años que Paula no pisaba suelo Santo y quería ver al nuevo plantel, contarles de su amor incondicional por el equipo. Ayer UNO la acompañó a cumplir su sueño de volver al estadio Grella, lugar al que fue durante tantos años junto a La Cata (Catalina Rouseaux de Seip) para llevarles elementos de higiene personal, toallas y hasta bizcochos a los jugadores. Ella quería que fuese antes de este domingo, para bendecir el lugar y para arrojarles "buenas energías a los muchachos". La dirigencia de Patronato autorizó la visita y allá fuimos.
"¿Vos sos Sciacqua?", le dijo al director técnico cuando fue a saludarla. "Yo te conozco porque jugaste en Colón. Eras el número 7".
"A los partidos los miro por televisión. Tengo presión emotiva. No aguanto, cuando veo que hacen un mal pase ya me pongo nerviosa y si veo que van mal, directamente me voy, vuelvo al rato esperando que el resultado haya cambiado. Te digo la verdad , yo me río y celebro cuando ganan, pero así lloro también cuando pierden", le confesó a Sciacqua. "Mañana vas a reírte mucho, Paula", le dijo un técnico esperanzado. La abuela le contestó entre risas: "Tenés que decirles (a los jugadores) que corran, que salten, que pongan el corazón".
También dialogó con el padre Diego Rausch, asesor espiritual del club y párroco de la iglesia Santa Teresita. Le contó que ella había colaborado en la refundación de la capilla que está sobre en calle Andrés Pazos, en donde funciona la facultad de Ciencias de la Educación (UNER). Fue cerrada cuando la sede del seminario se mudó al predio en calle Don Bosco y pasaron muchos años hasta la reapertura.
Paula esperó a cada uno de los jugadores del Negro a la salida del vestuario y les arrojó agua bendita. Ya antes había recorrido los arcos y las puertas de ingreso.
Paranaense por adopción
Cura de la culebrilla, recalcaduras, quemaduras, dolores de muela y ojeadura. Nació en paraje El Ombú, distrito Estacas, en el Departamento La Paz y se radicó en Paraná.
Sube escaleras, limpia, cocina, juega al chin chon y es una gran lectora. Aún recuerda de memoria las declamaciones que hacía durante los actos patrios, en su escuela primaria.
Nadie le enseñó a curar. No sigue los mismos rituales que las otras curanderas, ni realiza las mismas oraciones. Asegura que ya viviendo en Paraná se le presentó un pesebre a los pies de su cama, rosas de todos los colores y la imagen de la Virgen. "No sabía que pensar, estaba preocupada. Un médico me llevó a la Iglesia, allí me dijeron que lo que yo tenía era un don, y que debía hacer el bien sin recibir ni cinco centavos por ello. A mí la autorización para curar me la dio el papa Pío XII", aseguró la entrevistada.
Ayer cumplió el sueño de pisar, tras años de ausencia, el suelo de la cancha de Patronato y anhela que su visita sea acompañada por un muy buen resultado.
LA CINTA
Paula llegó a la Redacción de UNO tiempo atrás, muy afligida, porque había perdido una cinta roja con dos medallitas. A la descripción le sumó el relato de que ya le había pedido al Santo Bailón que la ayude a encontrar el objeto perdido, pero hasta ese momento no había obtenido resultado. "Si lo encontrás, tenés que bailarle un vals o un paso doble, sino en la próxima olvidate que te va a ayudar", dijo. Su mayor preocupación era que la cinta, que tiene 36 años y era la que usaba para curar, no se podía mojar. Si se encontraba a la intemperie y llovía, no podría utilizarla más. Allí radicaba su apuro por encontrarla. Regresó tiempo después con la buena noticia de que la cinta había aparecido.