—¿Seguís reivindicándote como docente?
—Sí, creo que la docencia la sigo ejerciendo de alguna manera cuando doy charlas o cursos en distintos lugares del país. Es mágico el poder enseñar y participar del hecho educativo, que es mucho más que uno que enseña y otro que aprende, sino que es un aprendizaje mutuo. Se produce un momento luminoso cuando se está dando una clase y del otro lado aparece la creación de un concepto o una idea propia. No la repetición de lo que uno está diciendo, sino que lo que uno dice estimula un pensamiento crítico.
—En esta tarea docente desde hace tiempo venís transitando textos pensados para las infancias. Las historietas, los dos tomos de “Mujeres insolentes”, “Los cuentos del abuelo José”. Y en pandemia el libro en torno a la figura de Belgrano.
—Los cuentos de don Manuel están en la misma línea que Los cuentos del abuelo José. Se está leyendo mucho en escuelas y es un elemento disparador para hablar de la figura de Belgrano con un lenguaje más cercano a las infancias.
—¿Por qué trabajar la figura de Belgrano?
—Porque creo que es uno de los pioneros en casi todo. Es un pensador y un argentino que estudió en España, que viene con una cantidad de inquietudes y saberes, y con el pensamiento de la revolución. Y fue el primero que habló en nuestro país de inclusión social, de los derechos de género, de la industria, de la necesidad de la educación pública y gratuita a cargo del Estado. También de la ecología y del cuidado del medioambiente. Todas cosas realmente muy novedosas, porque estamos hablando de escritos de 1795 y 1796, previos a la revolución. Después está su práctica como vocal de la Junta y miembro del gobierno revolucionario, su permanente lucha por la justicia y la educación. Un hombre que tenía una obsesión por la educación pública, entendiendo que era un elemento de movilidad social, de justicia e igualación.
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El libro de Felipe Pigna fue lanzado en plena pandemia y cuenta con ilustraciones de Augusto Costhanzo.
—¿Me contás alguna característica o hecho poco conocido de Belgrano?
—Creo que estos escritos que son la memoria del consulado son en general poco conocidos. Parece que Belgrano entra a la historia con la creación de la bandera, que es un hecho muy posterior y nadie le quita importancia. Y está el Belgrano pensador y economista, el que escribe sobre la industria. El que dice que los países civilizados se cuidan de no exportar materia prima sin antes transformarla localmente. Que dice “no exportemos cuero, exportemos zapatos”. Aprovechar lo que él dice —como buen católico que era— de la bendición de Dios, que nos dio un territorio tan fértil y con tantas posibilidades naturales. Eso convertirlo en una fábrica, una producción local con valor agregado, para no depender de la compra de esos productos elaborados con nuestras materias primas. Él se enojaba mucho cuando veía que terminábamos comprando ponchos hechos con lana local, fabricados en Manchester o en Liverpool. Y un hecho muy poco recordado es el reglamento para los pueblos de las misiones, que como dice Juan Bautista Alberdi fue un antecedente de nuestra Constitución. Camino al Paraguay redacta este reglamento, que establece la libertad absoluta de los pueblos originarios, el derecho a propiedad, la creación de escuelas bilingües, el derecho al pago en pesos y no en bonos, el fin de los castigos corporales. Toda una cantidad de elementos que hablan de un perfil realmente revolucionario y preocupado por la situación de los más castigados, que eran los pueblos originarios. Es un hecho muy interesante que ocurre en diciembre de 1810 y que generalmente es pasado por alto o no se le da la importancia que tuvo. Así como en el hecho de la creación de la bandera, que ocurre en Rosario el 27 de febrero de 1812, se pasa por alto las dificultades que tuvo cuando es severamente amonestado por el Triunvirato, y particularmente por el secretario Bernardino Rivadavia, que le dice que ha cometido un “exceso de patriotismo” y le pide que destruya esa bandera, que no la haga flamear, que la guarde y que pase eso como un hecho desafortunado. Belgrano le contesta que no se haga problemas, que lo va a hacer, muy enojado e irónico en su contestación. Afortunadamente no la destruye y es la bandera que va a flamear en el Éxodo Jujeño, que es otro episodio impresionante, donde Belgrano tiene que convencer a todo un pueblo de abandonar lo poco que tiene para bajar a Tucumán a resistir y dejarle la tierra arrasada al enemigo. Esa fue una epopeya con pocos precedentes a nivel mundial y que logra desequilibrar fuertemente a una tropa victoriosa, como la de Pío Tristán, que eran más de 4.500 hombres muy bien armados y formados, que cuando llegan a Jujuy pensando que se iban a abastecer de alimentos y agua no encuentran nada. Eso provoca importantes bajas en el ejército español y predispone a toda esa población a preparar la contraofensiva, que comienza con la batalla de Tucumán, una gran victoria de Belgrano y sus hombres.
—Da la sensación de que la construcción de la historia ha sido un poco injusta con Belgrano, reduciendo su figura solo a la creación de la bandera.
—Si, nadie minimiza ese hecho, pero hay ahí un recorte de la figura bastante frecuente en la historia argentina, en esto de “los especialistas”: Belgrano como que solo creo la bandera, San Martín solo cruzó los Andes y Sarmiento solo creó escuelas. La cosa es mucho más interesante y amplia, con hombres de carne y hueso, con sus ideas y contradicciones. Y en el caso de Belgrano nos perdemos una cantidad de cosas muy impresionantes de lo que significó su figura.
—En “Los cuentos de don Manuel” están presentes esas tensiones con Rivadavia, que quizás en los textos escolares de otras épocas se omitían.
—Sí, porque se subestimaba mucho a la población infanto juvenil, como que no estaba en condiciones de entender la complejidad del tema, entonces no había ni amigos ni enemigos, conflictos o intereses económicos. Todo era muy rosa, muy de cuentito y la verdad que muy lejano a la realidad, que era muy diferente, porque eran épocas de tomar decisiones, de enfrentamientos bélicos muy duros con una potencia como era España en aquel momento. Así que la historia era bastante distinta a esa historia edulcorada que se nos contaba. Insisto, con una gran subestimación de los educandos, tanto del nivel primario como del secundario.
"Los cuentos de don Manuel", nuevo libro infantil de Felipe Pigna
—Sé que te incomoda cuando se dice que tal cosa “lo entiende hasta un niño”, o que es “un pensamiento infantil”.
—Me parece tremendo y una falta de comprensión del mundo infantil por parte del mundo adulto, en el sentido que los chicos tienen una capacidad y una sensibilidad extraordinaria. Eso de equipararlos a un tonto diciendo “hasta un niño lo puede entender” es una subestimación, que afortunadamente cuando uno va como yo a las escuelas se da cuenta cómo les gusta pensar cuando se les propone razonar o debatir sobre un tema determinado. Y son razonamientos muy interesantes que no tienen nada que ver con ese estereotipo del mundo adulto en cuanto a la sencillez del pensamiento de los niños. Imaginate a los niños de hoy, que ven animé, conflictos muy particulares y que tienen noción de enfrentamientos de intereses. Todo lo que ven en sus videogames y en la capacidad lúdica y de resolución de temas, que aparecen tanto en lo que leen como en lo que ven en las pantallas. Con más razón, hoy en día no hay ningún inconveniente en explicarle a un chico de los conflictos que existían en la colonia y después en el momento revolucionario.
—En tu etapa como alumno recordás a algún docente que te haya marcado, para bien o para mal, en tu interés por la historia.
—Sí, una para mal y otra para bien. Pero le agradezco a las dos. La primera porque era una profesora muy conservadora y con lo memorístico de “estudien de la página 23 a la 26” nos incentivaba a leer. Para mí era como decir: “Esto no puede ser así, no puede ser tan aburrida la historia argentina”. Entonces leíamos por nuestra cuenta y empecé a tomarle el gusto a otras versiones de la historia e historiadores. Ahí empezó mi gusto por la historia, que quedó ampliamente ratificado en quinto año del Nacional Nº 6, cuando tuve a una gran profesora, la profesora Giacometti, que nos hizo gustar de la historia, del para qué sirve reflexionar sobre la historia, la posibilidad de opinar de distinta manera sobre un tema polémico como puede ser el rosismo, el radicalismo o el peronismo. Ahí le terminé de tomar el gusto y se podría decir que nació mi vocación por la historia.
—Te voy a plantear dos zonceras jauretcheanas. La primera, cuando se dice que “aprender o leer historia es aburrido”.
—Es aburrido depende cómo lo veamos. Si algo no es la historia argentina es aburrida, está llena de conflictos, de luchas por derechos, batallas, debates, grandes periodistas y pensadores, creaciones de movimientos políticos y sociales, economía incierta en muchos momentos. Creo que si se la aborda como es, no tenés cómo aburrirte con la historia que hemos tenido y tenemos, porque este presente es producto de aquella historia.
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Belgrano fue el primero que habló en el país de la necesidad de la educación pública y gratuita a cargo del Estado”
Foto: Silvina Salinas / La Capital
—La segunda zoncera, muy recurrente, es la que dice que “los pibes de ahora no leen”.
—Bueno, eso es mentira. Yo lo compruebo cuando voy a las escuelas. Es desconocer la gran tarea de lectura que hacen las y los docentes. Fijate qué curioso que en este mundo tan virtual el libro aparece como un objeto hasta deseable para chicas y chicos. Termina siendo un objeto raro, y los que le toman el gusto a la lectura se fanatizan. Les encanta leer y que les lean. Creo que ahí hay una tarea muy importante de los padres, tíos, abuelos o la gente que esté cerca. Porque además es un momento maravilloso el de la lectura del cuento nocturno, que mi generación lo tuvo y que cualquiera lo puede tener. Nadie está tan ocupado como para no dedicarle diez o quince minutos a su hijo o familiar y disfrutar ese momento. Ese permiso que nos dan los chicos para lo lúdico, para viajar nosotros también al mundo de la lectura. Es un momento maravilloso que se pierde mucha gente, quizás mirando TikTok o reels de Instagram. Piensen un poco y pongan en la balanza qué es más interesante y qué les va a dejar más en la vida, si compartir un momento profundo y de gran comunión con sus hijos o estar paveando con el celular. Porque a veces decimos que estamos ocupados y estamos haciendo eso. Creo que el rol de que los chicos lean no le corresponde solamente a la escuela. Hay un papel fundamental de parte de los padres como creadores de hábitos. Muchos de esos mismos adultos que dicen “los chicos no leen” no hacen nada para que lean. Hay una responsabilidad social colectiva que debe aplicarse en este caso, para brindarles a los chicos una herramienta extraordinaria que es la lectura, que les va a servir para toda la vida y les va a abrir el mundo de fantasía necesario para crecer e imaginar. Ese pasaporte mágico que significa el libro, que por algo no ha muerto, porque fijate que llevamos veintipico de años de libros digitales y el libro en papel resiste. Sigue siendo un artefacto deseable y un objeto lindo que se consume en todo el mundo.
—De hecho en la reciente Feria del Libro de Buenos Aires se vio mucha presencia de chicos y chicas.
—Récord histórico. Por eso digo que hay esperanza, porque cuando presenté el libro en la Feria había montones de chiquitos, que vinieron con sus dibujos a contarme historias. Todo tiene que ver con el entorno: en algunos casos no se puede, en otros no se quiere o no se da el permiso para que esto ocurra. Por eso no hay que olvidar nunca que la educación es un proceso complementario, que tiene un lugar muy destacado e importante en la escuela, pero otro fundamental en la casa.
—Si tuvieras que hablar con una chica o un chico de Rosario, ¿por que acercarse hoy a la figura de Belgrano?
—Porque es un hombre actual, del presente. Porque lo que él planteaba hace 200 años está vigente. Me pasó cuando escribí el libro en 2016 El hombre del bicentenario, donde tenía una sensación contradictoria: por un lado era decir qué maravilla ese hombre casi clarividente que vio lo que venía y lo que propuso para adelante. Y por otra parte la tristeza que a 200 años de plantearse esas ideas todavía no se hayan podido concretar en su gran mayoría. Entonces, cuando uno lee a Belgrano siente una sensación de actualidad tremenda, es como si estuviera hablándonos del hoy, del presente.