Es interesante ver cómo los seres humanos reaccionamos a las situaciones que se nos presentan en el tiempo. Lo curioso es analizar si logramos capitalizar (o no) los aprendizajes que cada desafío nos presenta y no cometer los mismos errores. Por simple instinto de superación, cuando nos quemamos con una pava caliente, lo más probable es que la próxima vez tomemos algún recaudo y evitar así nuevamente un mal momento. Evolucionar. Todo parece indicar que el concepto evolutivo no estaría dando sus frutos en nuestra cada día más deprimida economía argentina. Las décadas acumulan sedimentos y como lobotomizados repetimos comportamientos fallidos y cada vez más costosos. Lejos de cambiar o intentar alternativas, nos empeñamos en perder el tiempo discutiendo la ley de gravedad.
Relaciones entre moneda y la confianza de quienes la emiten
Pasaron todos los próceres por los billetes, la flora y la fauna completa. En poco más de 200 años de historia, liquidamos cinco signos monetarios, 13 ceros; y si luce insuficiente muestra, estamos en vísperas del noveno default.
Tamaña prostitución monetaria invalida todo argumento histórico y aburrido (ausente de fundamento) responsabilizando al sistema capitalista o la voracidad de los acreedores. Quizás alguna vez, aprenderemos que algo de todo este infierno tiene su raíz conceptual tan profunda y arraigada que se está comiendo los cimientos sobre los que se edificó otrora un país del que el mundo había tomado como ejemplo.
A modo de repaso: en noviembre de 1899 por medio de la Ley N° 1.130 y modificación Ley N° 3.871 nace el peso moneda nacional como unidad monetaria argentina (1899-1969, peso Ley N° 18.188 (1970-1983, quitó dos ceros), peso argentino (1983-1985, quitó cuatro ceros), austral (1985-1991, quitó tres ceros) y el peso (1992, quitó cuatro ceros). Sin contar las 15 cuasi monedas con las que se empapeló la Argentina en toda su extensión.
En análisis de estos días surge la idea de un nuevo billete de 5.000 pesos, desnudando aún más un proceso inflacionario que luce irreversible bajo nuestra doméstica y original concepción de la teoría monetaria. Cuando emitir se convierte en el deporte nacional y sin opciones de financiación, opera como una verdadera trampa de la que tristemente los argentinos estamos sobrados en experiencia.
Podrán sugerir y hasta imponer que las inversiones puedan o deban ser en pesos, con todo tipo de regulaciones antimercado y restando grados de libertad a las decisiones. Lo cierto es que en su inmensa mayoría, quienes deben buscar refugio en una divisa dura, lo hacen en aras de al menos sostener el poder de compra que el proceso Estado deficitario-financiación provoca en el debilitamiento constante de la moneda local.
Esta prerrogativa o derecho monopólico de los gobiernos de proveer de monedas a sus ciudadanos cuenta con una trayectoria de más de 2.000 años. Las primeras fueron de oro, plata y cobre.
Los emperadores romanos fueron quienes fortalecieron el concepto de acuñación. Jean Bodin (1530-1596) desarrolló en la Edad Moderna un concepto de soberanía en el que la moneda jugaba un papel muy relevante. Vital. Durante la Edad Media, las regalías y los derechos de aduana fueron las principales fuentes de ingreso de los príncipes. Cuando la acuñación aumentaba, los gobiernos entendieron que su derecho de emisión era y es: fuente de poder y un jugoso negocio del que no iban a renunciar.