Miguel Gariboldi murió el 17 de agosto, a los 69 años, en el hospital San Martín. Desde 2013 vivió en el Hogar San Marcos, el geriátrico recientemente clausurado. La Fiscalía de Paraná investiga si las circunstancias paupérrimas de alojamiento y asistencia influyeron en el estado calamitoso que lo llevó a la muerte. Nélida, su hermana, relató las falencia en la residencia: hacinamiento, desatención y falta de control de las autoridades. Miguel terminó desnutrido, deshidratado, lleno de piojos, con una profunda escara en la cadera, una infección generalizada y una neumonía que, en esas condiciones, resultó irreversible. Ahora su familia espera que se haga justicia y, sobre todo, que las autoridades tomen conciencia de lo que pasa en los geriátricos.
La muerte de Miguel evidenció el descontrol del Hogar San Marcos
La Fiscalía investiga la denuncia de Nélida Gariboldi, hermana del fallecido. Contó el abandono y la desidia
25 de septiembre 2016 · 15:05hs
Foto UNO/Diego Arias
Los problemas de salud de Miguel comenzaron hace mucho tiempo, y unos 10 años atrás comenzó a ser alojado en un geriátrico de calle Bavio. Entre recaídas y recuperaciones estuvo allí siete años, y este lugar también demostró el modo en que funcionan muchas de estas residencias en Paraná, signadas por el desprecio a la vida de las personas ancianas o con ciertas dificultades.
"No estaba tan mal, pero es una cosa increíble, y en todas partes hacen lo mismo -cuenta Nélida-. Abren las puertas de cualquier local, y empiezan a tomar gente. Le presentan al principio una cosa, y a medida que va ingresando gente se va transformando. A mí me presentaron una buena habitación hasta con aire acondicionado. Al poco tiempo ya eran tres. Y a medida que iban ingresando la cosa se iba pudriendo, y Miguel desgraciadamente, como no tenía mayor dificultad, era el comodín. De esta pieza pasaba a la otra y terminó en el galpón. Entonces yo lo veía y le compré aire acondicionado, le llevamos televisor, todo para que él estuviera bien, pero lo metieron en un depósito".
Con el paso del tiempo, ese hogar acumulaba personas sin mejorar o mantener las condiciones básicas de una vida digna. "Llegó al extremo de que en una casita de dos habitaciones, un living comedor, una cocina, sin office de enfermería, se estaban hacinando, porque ya eran 19, con un solo baño", recordó Nélida. Y el destino de su hermano no fue mejor: "Miguel fue a parar al depósito, sin baño, tenía que salir por afuera e ir al lavadero donde habían puesto un inodoro. Yo le decía a la dueña 'te compro las cosas y armamos el baño, no puede pasar por afuera'. Decía que no le daba el presupuesto, que esto, que lo otro". En este lugar, destacó la mujer, "la médica era muy buena, se preocupaba".
La salud de Miguel se fue deteriorando, sufrió un ACV, perdió el habla y de a poco la movilidad. El hombre fumaba y por esto la persecución en el geriátrico fue cada vez mayor, y en los momentos de lucidez les reclamaba a sus hermanos que lo sacaran de ahí y lo llevaran a un lugar donde pudiera estar más tranquilo.
Así fue que Nélida y otro hermano suyo comenzaron la búsqueda por distintas residencias. Así llegaron a un geriátrico que recién estaba inaugurando y prometía ser un lugar mejor, frente a la terminal de ómnibus de Paraná, en calle Ruiz Moreno: el Hogar San Marcos.
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Morir como nadie lo merece
"Es como te dije: todos se muestran bien, y después empiezan a cambiar las cosas. Estaba en sus comienzos con los arreglos de la parte edilicia, era un hotel abandonado y tenían que hacer muchas cosas. Ella (por la dueña, Carina Jacob) acondicionó algunas habitaciones y lo que más nos gustó era que tenía una habitación y un baño para él, que era fundamental. Pero insistíamos que lo controlaran con la mediación psiquiátrica, porque son remedios fuertes", cuenta Nélida.
Por lo que vino después, la hermana de Miguel afirma: "Carina no sabe nada de eso. Es una improvisada en el tema de geriatría, no podés en esto ser una comerciante, ponete un kiosco, hacé otra cosa, pero no con enfermos, es muy difícil. ¿Y qué gente tomaba? A cualquiera. Nosotros íbamos y lo vimos de cerca que a él no le hacía bien, sobre todo la medicación. No sabíamos cómo se la daban ni cuándo, nunca supe quién era enfermera. A lo último, cuando ya lo veíamos mal, preguntaba por él y te dabas cuenta de que no sabían nada y no querían informarnos tampoco".
En junio la situación de Miguel se agravó. "En los grandes fríos se agarró una neumonía por el estado debilitado de su organismo, no tenía defensas", contó Nélida. Se enteró de esto una tarde que no lo dejaron ver, y le exigió a la dueña que lo internaran. Un médico, que la mujer no recuerda si es de apellido Díaz Zabala o Zabala Díaz les insistió en que se estaba recuperando, que lo iban a sacar adelante. "Yo ya había perdido a mi marido y a una hermana de neumonía", dijo la hermana de Miguel, por eso sabía de lo que hablaba.
A los pocos días lo encontraron acostado en un sofá cama en una especie de comedor. Hasta que un día los llamaron para decirles que Miguel se había descompensado y que veían la urgencia de internarlo. Como no encontraron camas en ningún lado, lo llevaron al hospital San Martín, y recién ahí supieron la verdadera gravedad de la situación. "Cuando lo ve la médica de la Guardia se quiso morir. Nos llama y nos dice 'no hay más nada que hacer, esto es terminal. Está deshidratado completamente, desnutrido y tiene una infección generalizada'. Se había agarrado una sepsis de una escara en la cadera. Era increíble, se le veía el hueso, y tenía una infección en todo su cuerpo", cuenta y se lamenta Nélida.
Lo internaron unos días en un instituto de cardiología, luego lo alojaron en otro geriátrico que estaba en mejores condiciones y atendían a los internos, y cuando le hicieron un análisis de orina, en la bolsa de la sonda encontraron pus. Un día no se levantó más y lo llevaron nuevamente al San Martín
"No tenía la ropa, no nos la quisieron dar, tuvimos que llevarle nosotros, y estaba lleno de piojos. Nos quisimos morir. Por ahí vemos en la mascarilla que tenía un bicho, y veo que era un piojo. Me llevo el peinecito metálico ¡por Dios! ¡La almohada llena de piojos! En el geriátrico lo tenían con los brazos atados porque le ponían suero y él se lo quería sacar porque se habrá querido rascar la cabeza. ¡Es una crueldad! Te juro que me dio un ataque. No me puedo olvidar de eso, porque ni a un animalito le permitís eso. Pobrecito, atado los brazos y no podía decir nada. Yo no se lo perdono, te lo juro, porque era huesito y piel, no podía tragar, le dábamos agua con jeringa. Para que las enfermeras del hospital se conmovieran de él, porque era un ser humano ¿Cómo lo dejaron pasar así?", pregunta Nélida, sin lograr respuestas, y agregó: "Murió sin poder manifestar nada y totalmente terminado. Era increíble. Nunca en mi vida vi morir a una persona así, y me tocó con mi hermano".
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Una investigación abierta
La indignación y el dolor movilizó a Nélida. Antes de que su hermano muriera, fue al Ministerio de Salud y le dijeron que no había nadie con atribuciones ni incumbencia para controlar los geriátricos. Salió peor de esta oficina pública y se dirigió directamente a la Fiscalía, donde radicó la denuncia que ahora investiga el fiscal Gervasio Labriola. Una semana después Miguel falleció y la pesquisa se orienta ahora a establecer las causas de la muerte.
En la investigación se secuestró la historia clínica de la víctima en todos los lugares donde estuvo internado, y se armó una carpeta que se envió a una junta médica que analizará el caso.
Nélida no quiere venganza ni revancha, sino que alguien haga algo para evitar que otros ancianos terminen igual que Miguel. Algunos están en condiciones inhumanas similares. Y recuerda a una mujer que estaba en el Hogar San Marcos: "Había una viejita que lloraba, caminaba, lloraba, Cuando entró al geriátrico caminaba bien derechita, tejía, hablaba, y a los pocos meses la empecé a ver encorvada, con un bastón, lloraba todo el día, no hablaba, se tiraba sobre la mesa a llorar. ¿Y la familia? Dejar a un ser así...".
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Otra muerte: un médico y una dueña imputados
El lunes las autoridades provinciales y municipales clausuraron el geriátrico San Marcos como si fueran los salvadores de los ancianos. Pero nada dijeron que actuaron por las advertencias que les habían hecho desde la Fiscalía, por las denuncias recibidas. Ahora sale a la luz el descontrol que existía sobre las residencias, y las sospechas irán en aumento.
La muerte de Miguel no es la única que investiga la Justicia. En setiembre de 2015, una mujer que estaba alojada en el geriátrico Casa Hogar de Diamante 286 de Paraná, falleció. Se llamaba Irma Elisa Hilt y su fallecimiento generó dudas en sus familiares sobre la asistencia recibida en el lugar donde estaba alojada. La denuncia fue radicada por la hija, María Teresa Gálvez, e investigada por el fiscal Juan Francisco Ramírez Montrull, quien citó a declara a funcionarios municipales del área de control correspondiente.
Ante la evidencia de que las personas alojadas en los geriátricos estaban a merced de la voluntad de los dueños, y que nadie los controlaba, el fiscal instó a las autoridades a ponerse a trabajar en el control de estos lugares.
Ramírez Montrull ordenó realizar la autopsia, en la cual el médico forense advirtió que hubo falencias en la atención médica de la mujer.
En el análisis de las pruebas, decidió imputar a la dueña de la residencia y a un médico. La citación a declarar como imputados se realizará en breve, pero ambos fueron notificados a que designen abogados defensores.
Pero la acusación no llegaría solo hasta aquí, sino que también se investigaría a los funcionarios municipales de la gestión anterior por no cumplir con los controles correspondientes del geriátrico en cuestión, ya que de haber existido tal vez la muerte se podría haber evitado.