José Amado/ De la Redacción de UNO
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Una ráfaga de disparos en plena mañana en el barrio Paraná XVI dejó el saldo de una mujer muerta y un hombre herido, corridas, gritos y pedidos de auxilio. También fue la peor consecuencia de la interna municipal que el año pasado conmovió a la ciudad, según se puede observar entrelíneas en el juicio por el crimen. Acusan a un joven de haber acribillado a las víctimas, quien declarará hoy que se defendió de un ataque.
Interna gremial, el posible trasfondo de un asesinato
Uriel Ramos, de 26 años, enfrenta la imputación de Homicidio simple y Tentativa de homicidio. Carina Walter es la víctima fatal, y su pareja, Adrián Villalba, el que recibió un disparo en el abdomen pero sobrevivió. Villalba pertenecía al grupo liderado por el titular del Suoyem, Hugo Vázquez. Tenía un contrato de servicio y quedó desocupado tras la no renovación del mismo a principios de 2012 (tiempo después consiguió reingresar). Ramos integraba el sector opuesto, más cercano al nuevo gobierno municipal, estaba en la órbita de su hermano conocido como Perri Ramos, y bajo el mando del jefe de cuadrilla Ariel Domínguez, en la Unidad Municipal Nº 2.
Amistad y “traición”
Las cosas no estaban bien desde hacía varios meses. El Zurdo Villalba y Perri Ramos habían jugado juntos al fútbol en la infancia, pero la amistad se diluyó en el conflicto por los contratos municipales. Villalba le gritó “¡Traidor!” a Perri, aunque explicó que lo hizo “de buena onda”. Su examigo no lo entendió así y se agarraron a las trompadas.
Días después vino el hecho sangriento y fatal, del que hay dos versiones diferentes: Villalba afirmó que en un intento de diálogo con Uriel Ramos, hermano de Perri, para arreglar la cosas, éste los atacó a balazos sin mediar palabra. La versión del acusado (según algunos testigos y probablemente lo que él mismo diga en su indagatoria) sostiene que Villalba fue a buscarlo para matarlo, pero Ramos también estaba armado y disparó para defenderse.
Olvidos y miedos
Ayer fue la primera jornada del juicio. Ramos se abstuvo de declarar “por ahora”. Sí lo hicieron, como testigos, Villalba y las personas que estaban en el lugar al momento del hecho. Según del lado que se encuentre cada uno, o por el miedo que puedan tener por posibles represalias, todos cuentan una parte de la historia y ocultan otra.
Así, por ejemplo, de manera inexplicable uno vio la moto tirada en la calle, pero no a los baleados que estaban al lado; otro afirmó que Villalba llevaba un arma, le apuntó a Ramos y abrió fuego, pero no supo explicar cómo el hombre y su pareja terminaron heridos sin que Ramos les disparara (además que Uriel y el auto donde estaba no tenían un solo agujero); otro estaba de frente a la escena, en una inmejorable posición, pero solo escuchó los disparos, se asustó y vio que Ramos se iba del lugar, “tranquilo”, en el auto.
Una mañana de furia
Con este rompecabezas más las pruebas periciales, se puede decir que el 8 de junio del año pasado, alrededor de las 11 de la mañana, Villalba iba en su moto Zanella 110, camino a la panadería, en una esquina del barrio Paraná XVI. Allí estaba una cuadrilla de desmalezado de la Unidad Municipal Nº 2, realizando tareas de poda y limpieza. Entre ellos estaban Ariel Domínguez y Uriel Ramos, en el auto VW Gol rojo. Los tres municipales se cruzaron, en lo que fue la antesala del crimen.
El Zurdo afirmó que le gritaron: “¡Puto, cagón!”. Como no aguantó se fue su casa, a un par de cuadras, a buscar a su pareja, Carina Walter, y volvieron al lugar para aclarar las cosas. Ella manejaba porque él estaba nervioso, e iba sentado atrás. Cuando llegaron a calle Casiano Calderón, entre Burmestein y Clark, vieron a los municipales trabajando y más allá el auto rojo estacionado, con Ramos sentado al volante.
La moto iba hacia el auto y cuando llegó sonaron unos cuatro o cinco disparos. Uno le pegó en la frente a Carina, y otro en el abdomen a Villalba. Ambos cayeron al suelo: la mujer murió en el acto. El hombre se tomaba la panza y se agachaba gritando: “¡Mi señora, mi señora!”. Otros se acercaron a ayudarlos, también a los gritos, pidiendo una ambulancia. Los municipales de la cuadrilla agarraron sus cosas y salieron corriendo. Ramos puso primera y escapó.
Hoy continúa el juicio con más testimonios y la declaración indagatoria del imputado. Actúan como fiscal de cámara Rafael Cotorruelo, como querellantes Hugo Gemelli y Matías Argüello de la Vega, y como defensores Boris Cohen y Nora Lanfranqui. El Tribunal de la Sala 2 de la Cámara del Crimen está integrado por Ricardo Bonazzolla -presidente-, Marcela Badano y Alejandro Grippo.
“Vos la metiste en el medio”
Una cuestión medular en el juicio será determinar si Villalba estaba o no armado. Él sostuvo que fue a hablar con Ramos para arreglar las cosas, y que el muchacho les disparó sin mediar palabra. Ariel Domínguez afirma que lo vio empuñando un revólver, con el que le apuntó a Ramos y luego escuchó los disparos. Otro joven de la cuadrilla pudo verlo herido en el suelo, sosteniendo el arma. Martín Musto, el muchacho que auxilió a Villalba, contó que este le dio el arma y le pidió que se la lleve a su casa. Allí le sacó las balas (tenía tres vainas servidas) y después se la dio a la hermana del baleado.
Villalba se careó con Musto y con Domínguez. Estos le recriminaron haber tenido el revólver, pero aquél lo negó. No se pusieron de acuerdo, pero se tiraron con durísimas frases: “Adrián decí la verdad, no me hagás esto, encima que te ayudé”, le dijo Musto. “No, yo nunca tuve un arma”, respondió Villalba. Musto retrucó: “Dale, hiciste matar a tu mujer por llevarla ahí”. En igual sentido le echó en cara Domínguez: “Te vi con el arma. Dale Adrián, decí la verdad y acá se termina todo. Vos la pusiste en medio de una pelea (a Carina)”. Villalba negaba tener el arma, y lagrimeó ante la acusaciones.