En agosto llegó a Paraná el ministro de Ambiente y Desarrollo sostenible Juan Cabandié, quien firmó un convenio para equipar el municipio con infraestructura destinada a separación de residuos urbanos, entre otras actividades. En la oportunidad, el intendente de Paraná, Adán Bahl, usó los micrófonos para declarar: “Todos los días trabajamos para hacer de Paraná una ciudad más verde y más sana, para nosotros y para las generaciones que nos siguen”. A pocas cuadras de allí una retroexcavadora se llevaba puesto uno de los árboles de bulevar Racedo, donde se planificó un ensanche sin medir su impacto ambiental y minimizando -irresponsable y cínicamente- las consecuencias de la tala de 100 añosos árboles; sin licencia social de los vecinos y argumentando problemas de tránsito cuando los había mucho más graves en la capital provincial al momento de aprobar la obra.
Paraná: fuentes, palmeras y macetas
Foto: UNO/Juan Ignacio Pereira
Foto: UNO/Juan Manuel Hernández
Paraná: fuentes, palmeras y macetas
Foto: UNO/Juan Ignacio Pereira
Los trabajos comenzaron con custodia policial y barreras antidisturbios por la protesta de vecinos y ambientalistas. Fue un turbio escándalo que necesitó de la complicidad de la Justicia para avanzar y arrasó con la bella y fresca galería verde que generaciones de paranenses supieron transitar.
Los vecinos no encuentran asidero al proyecto que suplanta frondosos árboles y anchas veredas verdes por más cemento en un mundo que ya advirtió que el calentamiento global lleva a un daño ambiental irreparable y que el futuro no es posible sin vegetación.
Es tan descabellada la decisión de talar árboles en el marco del cambio climático como el de colocar fuentes en medio de una seca sin precedentes y con una bajante histórica del río Paraná que obligó a declarar nada menos que “la emergencia hídrica”.
Por más que se argumente que el circuito del agua, en las fuentes, se recicla; las instalaciones parecen una burla inoportuna y un gasto innecesario, teniendo en cuenta las muchas prioridades que anteceden al maquillaje de una plaza o una peatonal. Más aun teniendo como referencia las constantes quejas de los habitantes de la ciudad sobre la poca presión de agua potable o su carencia, un problema crónico que se agrava cada año en la temporada estival.
Por estos días unos macetones cerámicos instalados en un tramo de la peatonal San Martín reavivaron la indignación de los vecinos. En las redes sociales las quejas se centraron no solo en la dudosa estética de las piezas sino también en su costo, a la vez que se enumeraban otros gastos y obras necesarias o pendientes, en los barrios.
El último anuncio pueril del municipio fue la implantación de palmeras en las playas paranaenses en otro año en que no habrá playas; una especie que ni siquiera servirá para dar sombra. Un verano inclemente que tocará transitar sin agua en el río Paraná, sin playas, con una arboleda menos en nombre del “progreso” gris del cemento, pero más jejenes en los espacios públicos, con fuentes, macetas y palmeras para el deleite de los incautos turistas que lleguen engañados por algún eficiente marketinero.