En Catamarca, un macho de 19 años mató y descartó el cuerpo de su novia quemándolo en una parrilla y lo cortó en pedazos para tirarlo a la basura. Otro de 22, en Lobos, sentó a su prima de ocho años en las brasas para borrar los rastros del abuso. En Mar del Plata un hombre tiró a una chica de 28 años de un séptimo piso. En Las Toninas, un albañil de 45 años mató y enterró a su pareja en el patio trasero. Una chica de 17 años fue ahogada en el río Colorado, en la localidad de Catriel. En Paraná se busca desesperadamente a una chica de 25 años, víctima de violencia de género, a la que su ex intentó quemar con ácido.
Marzo: una cada 12 horas
No terminamos de horrorizarnos con audios desesperados y detalles macabros, cuando leemos en redes sociales comentarios de un cinismo perturbador preguntando “si le habría salido bien el asado” o “si la carne era tierna”. Esas mentes retorcidas detrás de teclados son hombres que cruzamos por la calle, tienen familia, votan.
Cada vez que una mujer muere producto de la violencia machista (en este marzo 2020 va una cada 12 horas), hay un coro virtual que sale a minimizar el reclamo de #NiUnaMenos con un repetitivo “no me representan”, “quieren la muerte del hombre” y otros micromachismos que perpetúan falsas creencias. Luego están aquellos que se jactan de no violar ni pegarles a sus mujeres como si hubiese que colgarles una medalla. Ninguno de los comentarios habla del libre albedrío del que gozan solo por ser hombres o como se aprovechan de ese tácito pacto entre machos que descalifica, discrimina y anula a las mujeres desde el pedestal cómodo de los privilegios. Los que no hacen, los que se callan son cómplices de los que sí violan y los que sí matan. Pero los hombres no nacen ni machistas ni violentos. Esas personalidades se construyen socialmente y de allí radica la importancia de desaprender conductas; de educar desde la infancia con perspectiva de género, con respeto por los cuerpos y derechos del otro.
La ONG Mumala difundió, a principios de 2020, la cifra de femicidios y exigió una vez más al Estado declarar la #EmergenciaNiUnaMenos con medidas y presupuesto acorde para la prevención, asistencia y erradicación de las violencias contra las mujeres e identidades disidentes, como establece la Ley 24.685. Según sus números, la mayoría los femicidas son cercanos a sus víctimas (57% parejas y 23% exparejas). Un 67% mata con saña. Los femicidios ocurren en los lugares donde la mujer debería sentirse segura (52%). La mayoría de las mujeres muertas tenía entre 19 y 40 años (57%); muchas de ellas habían puesto término a la relación; 50% había denunciado al agresor o tenía restricción perimetral.
Por su parte, el abuso sexual infantil también sucede en los hogares (53%); la mayoría de las víctimas tienen entre 6 y 12 años. El 75% de los agresores son familiares (40% padres, 16 % padrastros); el 89 % son hombres de entre 18 y 40 años.
Este año, en el #8M se marcha por todo esto, pero las demandas trascenderán el reclamo de Justicia por los abusos, la violencia de género, los femicidios y travesticidios. También irá más allá de la demanda del aborto legal, seguro y gratuito. En este 2020 el reclamo se extenderá a los derechos políticos y económicos de las mujeres, a los laborales y salariales. Este año será contra las deudas contraídas con el FMI que alejan a Argentina y a Latinoamérica de todos los derechos sociales demandados. “¡Vivas, libres y desendeudadas nos queremos!” será una de las consignas en este redireccionamiento de la protesta. Este 8 y 9 de marzo las consignas serán contra el modelo económico del endeudamiento que acarrea y perpetúa la violencia económica y machista. Hoy las mujeres se autoreconocerán como mano de obra y como productoras de riquezas, y se plantarán frente al capital y las nuevas y viejas formas de dominación.