El reclamo de Justicia para las víctimas de femicidios y la reivindicación de los derechos de la mujer han creado una incomprensible grieta en la sociedad. Cuesta entender ciertas defensas descarnadas que sostienen muchas personas a favor de los violadores y las hogueras sociales que se arman en torno a las víctimas.
"Dejen de joder con tanto feminismo"
Cuesta entender ciertas defensas descarnadas que sostienen muchas personas a favor de los violadores y las hogueras sociales que se arman en torno a las víctimas.
15 de enero 2019 · 22:55hs
El brutal crimen de Agustina Imvinkelried, de 17 años, en la localidad santafesina de Esperanza, vuelve a espantarnos y a interpelarnos como colectivo social a partir de incomprensibles actitudes y opiniones vertidas en medios y, sobre todo, en redes sociales. Un ejemplo de esta actitud que se viralizó en las últimas horas, fue la opinión de un docente.
Guillermo Álvarez, a cargo del Liceo Municipal Antonio Fuentes del Arco, no solo minimizó el femicidio de Agustina sino que sacó a relucir el más recalcitrante machismo al expresarse de una manera odiosa: "Dejen de joder con tanto feminismo (...) el día que no tengan quien las coja van a cambiar de idea".
Esta persona, al igual que muchas otras negadoras de derechos y reproductoras de machismo, está a cargo de la educación de cientos de jóvenes y con presupuesto del Estado.
El 2018 fue definitivamente el año de las mujeres. Con marchas multitudinarias que marcaron agenda, el movimiento feminista cosechó adhesiones y también muchos repudios. Las consignas como #NoEsNo, #NoNosCallamosMás #MiráComoNosPonemos, se sumaron al originario #NiUnaMenos y se emparentaron con el #MeToo, copando todas las tendencias.
La denuncia y el escrache fueron revulsivos de justicia donde "la Justicia" llegó tarde, o no llegó. Es que años atrás, las situaciones de violencia de género y de abusos permanecían en el ámbito privado por la vergüenza de la víctima y el manto de duda que se tendía sobre las denunciantes, lo que terminaba favoreciendo al abusador y al violento. Por estos días el panorama está cambiando, la mujer no calla más y las represalias son tremendas.
La lucha de las más jóvenes poniendo el cuerpo y derribando los mandatos patriarcales, sumada al proceso de deconstrucción de las adultas, generan la virulencia de los antiderechos. Estamos en un proceso de transición, soplan vientos de cambio en este tiempo bisagra entre un modelo caduco, propiciador de injusticias no solo para las mujeres sino para la humanidad toda, y uno naciente con toda la expectativa puesta en su desarrollo.
El año pasado el proceso fue visible, exigente y diverso. Y, aunque muchos solo vean la ideología de los pañuelos verdes, el movimiento va mucho más allá del reclamo por el aborto legal, seguro y gratuito. Las mujeres alzaron la voz y pusieron el cuerpo para exigir trato igualitario, exigir el respeto de sus derechos en el mundo entero, por todas y por todos. A pesar de la brecha etaria, ese diálogo intergeneracional femenino en ciernes, abre la puerta a un futuro alentador, aunque no se puedan cambiar de la noche a la mañana opiniones como la de Guillermo Álvarez y de toda la gente a quien su pensamiento representa.