La Orquesta Sinfónica de Entre Ríos (OSER) se inició en 1948 y ha adquirido un lugar de prestigio entre los conjuntos orquestales del país y la región. Este organismo fue el primero en crearse en la región del Litoral y estuvo dirigido por Francisco Garcilazo, Severo Sánchez, Eugenio Orlando y Armando Bariglola, entre otros. En 1948 se institucionalizó y a partir de 1954, asumió su dirección Oscar Giúdice y luego José Carminio Castagno.
La Orquesta Sinfónica de Entre Ríos tocará en La Vieja Usina
En la actualidad, y desde 2010, su director es el reconocido artista Luis Gorelik. Además, el reconocido conductor fue el director de la Orquesta Nacional “Juan de Dios Filiberto” entre 2016 y 2018. Gorelik nació en La Plata, Argentina, en 1963 y se formó con Pedro I. Calderón en Argentina y con Mendi Rodán en Israel, donde se graduó con distinción en la Academia de Música Rubin de Jerusalén. A temprana edad comenzó su actividad profesional siendo nombrado Director Titular de la Orquesta Filarmónica de Mendoza en 1985 y en 1988 se radicó en Israel. En el 2000 fue nombrado Director Titular de la Orquesta Sinfónica Universidad de Concepción, Chile y en 2005 recibió de parte del Ministro de Cultura de Chile el Premio de Arte y Cultura, Medalla Claudio Arrau.
Gorelik es regularmente invitado a dirigir en las temporadas sinfónicas y coreográficas del Teatro Colón de Buenos Aires y la Orquesta Sinfónica Nacional de Argentina. Como director de ópera y ballet ha participado, además, en las temporadas del Teatro Municipal de Sao Paulo, Teatro Nacional Serbio, Opera Baltycka de Gdansk, Teatro Estatal de Saarbrucken, Teatro Municipal de Santiago de Chile, Opera Nacional de Eslovenia, Teatro Argentino de La Plata y en producciones junto al Bejart Ballet Lausanne. En una entrevista exclusiva, el director de la Orquesta Sinfónica de Entre Ríos dialogó con UNO.
—¿Cuándo comenzó su pasión por la música?
—La atracción por la música es algo que llevo desde siempre, y desde que tengo memoria consciente tengo registro de mi fuerte apego a los sonidos organizados artísticamente. En casa se escuchaba mucha música, y por suerte, mi padre era entrerriano, de Gualeguaychú, y aunque no era músico, sí tenía una gran sensibilidad musical. Crecí escuchando música en un rango estilístico muy diverso, que podía fluctuar entre María Elena Walsh hasta una sinfonía de Mozart o Beethoven, chamamé, Ramona Galarza, y tango, a lo que en mi adolescencia fui incorporando mis propios gustos en la medida en que se desarrollaban. Esa falta de límites en el gusto musical pregnó mi conciencia y fue, probablemente, el disparador de mi forma de entender la música hoy: sin fronteras. Solo el límite entre lo que es -al menos a mi entender- de calidad, y lo que no lo es.
—¿Cuándo fue la primera vez que subió a un escenario?
—Fue en La Plata, mi ciudad natal. Tenía 14 años y subí al escenario con mi guitarra. Mi formación inicial como músico fue como guitarrista clásico, instrumento que abandoné a mis 22 años, cuando decidí volcarme de lleno a la dirección orquestal y continuar con mi formación de postgrado universitario en Israel.
—¿Qué es lo que más disfruta de su profesión?
—La lista sería larga... pero puedo mencionar algunos puntos que se destacan. Hay que entender que un director de orquesta no existe sin su instrumento, que está formado por más de 80 músicos muy calificados y de altísimo profesionalismo, como es el caso de la Orquesta Sinfónica de Entre Ríos, Organismo dependiente de la Secretaría de Cultura de la Provincia de Entre Ríos. Entonces, los logros artísticos y aquellos momentos de gran sensibilidad y magia, cuando llegan, son compartidos con el grupo en una especie de conciencia colectiva a través de la cual se logra un resultado único, al cual solo se llega cuando todas las voluntades se unen. Para ello es necesario generar confianza en el grupo, elevar al máximo su autoestima y conseguir que el trabajo técnico propuesto por el director sea consensuado y respetado, lo que no es más que el ejercicio del liderazgo bien entendido, al servicio, en este caso, de un mensaje dicho en el lenguaje universal y abstracto de la música. La orquesta es como un pequeño mundo, una sociedad en miniatura, en la cual cada uno tiene un rol imprescindible que cumplir, pero a la vez depende de que el resto también cumpla el suyo. Y por ello cuando se logra trascender emocionando al público, quien es, en definitiva, quien recibe y comparte este contenido, la sensación de gratitud y emoción es única.
—¿Cuál es la obra que más lo emociona y por qué?
—Eso, por suerte, es variable. Un músico inquieto y con ambición de conocimiento debe tener la capacidad de acrecentar sus preferencias y ganar en versatilidad. Puedo disfrutar enormemente de la preparación y dirección de una sinfonía de Gustav Mahler, que es uno de los compositores que más dirijo, como de compartir el escenario con músicos provenientes de otros géneros, como lo hemos hecho en Paraná, por ejemplo, con el Chango Spasiuk, Adrián Iaies, u otros. Como dije al comienzo, hay dos tipos de música: la buena y la mala. Dentro de lo que consideraríamos “la buena”, el rango estético es muy amplio. Es cierto que una orquesta sinfónica es una maquinaria compleja y especializada en el alto repertorio sinfónico y esa es su razón principal de existir. Pero también existe apertura hacia el diálogo con otros géneros.
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—¿Qué sueños le quedan por cumplir?
— Me gustaría que la Orquesta Sinfónica de Entre Ríos pueda conformarse algún día con jóvenes profesionales formados en nuestra provincia, lo que, salvo destacadas excepciones, no es una realidad hoy en día. Me gustaría que la ciudad y la región pudieran contar en un futuro cercano con un auditorio sinfónico a la altura de los mejores del país, como, por ejemplo, el Auditorio de San Juan. Esta es una gran falencia para el desarrollo cultural de la región y finalmente la orquesta toca donde puede, repartiendo su actividad en salas que no son las apropiadas para ello. La OSER está considerada una de las cuatro o cinco mejores orquestas del país y no contamos al día de hoy ni siquiera con una sala de ensayos adecuada. Me gustaría también poder tener una llegada más amplia a las nuevas generaciones, a través de la música. Es por demás sabido que la presencia de la música en la educación de los niños y jóvenes es altamente positiva en términos de desarrollo mental y sensorial, y sin duda, hay mucho por hacer en ese sentido. He dedicado mi vida a esto y estoy convencido de que, más allá de cualquier coyuntura económica, una sociedad que mira hacia el arte y la cultura, es una sociedad mejor.
En 2007, Gorelik obtuvo por concurso el cargo de Director Titular de la Orquesta Sinfónica de Salta, frente a la cual realizó tres exitosas temporadas y grabó para Sony Classical el CD 200 años de Música Argentina. Además, en 2009 fue reconocido con el Premio Konex como Director de Orquesta Destacado de la Década, y en 2019 fue premiado junto a la Orquesta Sinfónica de Entre Ríos con el Premio Konex, Mejor Orquesta Sinfónica de la Década. Hoy, Gorelik es Profesor Titular de la Cátedra de Dirección Orquestal en la Universidad Nacional de las Artes y conduce semanalmente desde marzo de 2011 el programa radial Tarde transfigurada que se emite por Radio Nacional Clásica 96.7. La Orquesta Sinfónica de Entre Ríos se presentará esta noche a las 20.30 en el Centro Cultural La Vieja Usina, calle Gregoria Matorras de San Martín 861.
De la redacción de Diario UNO / Fernanda Rivero