Todo lo que se regala o no paga, en algún momento se deberá saldar. No se puede vivir de la demagogia, como si fuera normal y natural que desde el cielo caiga maná. Ante esto, el ajuste es inevitable.
El ajuste bueno y el ajuste malo
Por Javier Aragón
En hora buena que este gobierno nacional, decida entender que la inflación no es fenómeno de la especulación o que la emisión de moneda favorece a la economía de un país. Pasaron horas de tensión, de golpes internos dentro de la propia coalición de gobierno, como ministros de Economía, hasta que decidieron tragarse un sapo que nunca pensaron.Tener que hacer lo que durante 12 años cuestionaron: un salvaje ajuste con un brutal tarifazo.
Se podrá coincidir que no había otro camino, y si bien se veía venir que por la mala gestión de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, se chocaría con la realidad. Lo más importante es que en medio de la escalada inflacionaria, caída de salarios y nuevos golpes a los bolsillos alicaídos de la clase media y pobre, tomaron decisiones finales y una cirugía mayor, para que el país no estallara.
Llegó Sergio Massa, con recetas neoliberales clásicas, con funcionarios ligados con lo más rancio del círculo rojo económico y financiero del país, para tratar de ir a pedir la escupidera al -según el kirchnerismo-, perverso Fondo Monetario Internacional (FMI), y solicitar cualquier tipo de ayuda para que la Argentina no se prenda fuego.
Solamente personas con escaso poder de razonamiento, podrán respaldar la postura del gobierno nacional que esto no es un ajuste o un tarifazo. Decir que se está frente a una redistribución de subsidios es un chiste de mal gusto.
Más allá de todo esto, el ajuste ahora o antes era necesario. El problema pasa, en que por cuestiones ideológicas, electorales y demagógicas, por primera vez en la historia el kirchnerismo está tomando de su propia medicina.
Seguramente tendrán como atenuante una situación que sufrió todo el país, el pésimo gobierno de Mauricio Macri. Fue tan mala la gestión que se la castigó con el voto. Por lo que se respaldó a los que decían que venían a sacar a la Argentina del pozo, y lo único que hicieron fue hundirla más.
Esto habla de poca preparación, o de no entender los problemas, a costa de seguir jugando con un estrepitoso festival de subsidios y políticas, que en una Argentina con reservas podrían llegar a permitirse, pero con pocos pesos, son simples actos irresponsables de políticos que lo único que les interesa es mantenerse en el poder a costa de ampliar la pobreza y los dramas de la población.
Este gobierno - se debe reiterar hasta el cansancio - debe finalizar su mandato como corresponde, y no debería ningún sector atropellarlo para que se caiga. El propio Presidente Fernández sufrió embates internos que lo hicieron tambalear y debió si o si cambiar funcionarios y suspender algún tipo de control del déficit fiscal. Se tiró la pelota para adelante, y ahora no hay más tiempo y plata, por lo que al igual que el macrismo, se comenzó a recortar en áreas impensadas: Educación, Salud, Infraestructura y otras de inversión.
Se terminaron los relatos, se terminaron los slogans de políticas y zarazas. Se cayó el castillo de naipes. Quedó la realidad, un país más parecido a alguno de Africa, que la Argentina floreciente de otros años.
Al menos, se deberá resguardar la paz social y sería bueno que los gremios oficialistas que han estado muy tranquilos, callados y consustanciados con este gobierno, sigan haciendo lo que decidieron sus dirigentes, defender un color político por sobre los intereses de los trabajadores.
Ya pasó el tiempo de tirar piedras en la plaza del Congreso, criticar con argumentos válidos al gobierno impresentable de Macri. Hoy la realidad marca que se está igual o peor, la gente ya no sabe qué hacer, por lo que los que han estado cómodamente mirando para el costado, deberían seguir en esa tónica, al menos por respeto a la coherencia.