El 7 de febrero de 2002, mientras el país se hallaba sumergido en la peor crisis económica, social y política de su historia, se estrenó en Argentina un film de Hollywood titulado “Memento”. El argumento giraba en torno a las situaciones límites que debía enfrentar su protagonista, Leonard Shelby (interpretado por Guy Pearce) a causa de padecer “amnesia anterógrada”, una patología que le impedía almacenar nuevos recuerdos. A causa de ello, en la desesperación de no poder recordar, Leonard recurre a notas, fotos y hasta tatuajes para sustituir su faltante de memoria. A veces da la impresión de que en Argentina sufrimos algún tipo de patología similar por la recurrencia de nuestros “errores”, que por repetitivos dejan de ser tales. El 28 de enero de 2000, a menos de dos meses de haber asumido, el gobierno de la Alianza anunció un acuerdo stand by, irónico nombre que significa “facilidades extendidas”, con el FMI, de 7400 millones de dólares. En esta instancia, cuando aún no es hora de pagar, los organismos internacionales elogian a nuestros gobiernos: “Lo felicité por cómo inició su gestión (a De la Rúa) y por haber alcanzado el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional”, expresó entonces el secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Lawrence Summers.
Argentina memento
Por Valeria Girard
-Dieciocho años más tarde, el 6 de junio de 2018, Argentina anunció su trato con el Fondo Monetario Internacional, un préstamo por US$50.000 millones (finalmente llegaron 44 mil) en el cual se comprometía a bajar el déficit y la inflación. La secuencia, continúa con los elogios internacionales: la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, felicitó a las autoridades argentinas a través de un comunicado por haber alcanzado el acuerdo.
-Volviendo al 2000, el 10 de marzo, el gobierno se comprometió a impulsar una fuerte reducción del déficit y a enviar al Congreso proyectos de ley para aumentar de 60 a 65 años la edad jubilatoria de las mujeres, transformar al Banco Nación en una sociedad anónima y promover la desregulación de las obras sociales sindicales.
-El 18 de diciembre del mismo año, la deuda aumentaba, con el FMI, otros organismos, bancos, AFJP y el Estado español. Esta vez por un “salvataje” de 39.700 millones de dólares, el mayor de la historia argentina, récord sólo superado por el de 2018.
-El punto álgido de la crisis se produjo el 29 de noviembre de 2001, cuando los grandes inversionistas comenzaron a retirar sus depósitos monetarios de los bancos y, el sistema bancario colapsó por la fuga de capitales, en aquel momento el FMI se negó a refinanciar la deuda y conceder un rescate.
Si lo comparamos con el período 2015-2019, la fuga de capitales ascendió a U$S 86.000 millones, hecho que provocó la célebre frase de Macri en CNN: “La plata del FMI, que es la plata de los demás países, la usamos para pagar a los bancos comerciales que se querían ir porque tenían miedo de que volviera el kirchnerismo”. Las reglas del Fondo impiden que el dinero de los préstamos se destine a ese tipo de fugas que se disfrazan con el nombre de “formación de activos externos”. A confesión de parte, relevo de prueba.
Volviendo a 2001, lo que siguió fue la fase tristemente más recordada.
El día 2 de diciembre: “Corralito”, el 13 de diciembre: huelga general de la CGT, el 15 de diciembre: saqueos, que arrancaron en Concepción del Uruguay. El 19 de diciembre: “Cacerolazo” y Estado de Sitio. Finalmente, 20 de diciembre: más de 30 muertos en manifestaciones y fuera de ellas, renuncia de De la Rúa.
Tal parece que, al igual que en la película “Memento”, los argentinos deberíamos tatuarnos que cualquier deuda con el FMI, por más que le llamen salvataje implica más ajuste, más fuga de divisas, menos inversión en educación, salud y jubilaciones. Porque las crisis las generan los gobiernos y las paga el pueblo. La realidad lo ha demostrado, de sobra.