La elefanta africana Pupy del Ecoparque, tras pasar más de tres décadas en cautiverio en Buenos Aires, falleció en el Santuario de Elefantes de Mato Grosso, donde había sido trasladada en un operativo histórico en abril de este año, pero las secuelas de su vida en el zoológico resultaron irreversibles y murió tras seis meses de libertad.
Pupy estuvo 35 años en cautiverio y seis meses de libertad: murió en Brasil
Pupy, la última elefanta del Ecoparque de Buenos Aires, murió en un santuario de Brasil a seis meses de lograr la libertad
Pupy, la última elefanta del Ecoparque de Buenos Aires, murió en un santuario de Brasil a seis meses de lograr la libertad. En la foto su amiga Kenya la despide.
"A Pupy le encantaba la sandía, las paletas de frutas en verano, el bambú y el heno de hierba", la recordarone en el Santuario,
La elefanta Pupy vivió 35 años en cautiverio y tas solo seis meses en libertad.
La noticia fue confirmada por la organización Global Sanctuary for Elephants (GSF), que gestiona el refugio. "Con profundo pesar compartimos la noticia de que Pupy falleció anoche", informaron en un comunicado.
Según detalló la institución, la elefanta había presentado problemas gastrointestinales intermitentes en los últimos días. "Tenía antecedentes de cólicos, así que sabíamos que esto era posible, pero incluso en sus días más difíciles seguía comiendo", explicó el equipo. Aunque su apetito había mejorado con medicación, ayer volvió a disminuir.
El viaje a la libertad para la elefanta Pupy
El punto de inflexión ocurrió cuando, a primera hora de la tarde, expulsó alrededor de un kilo y medio de piedras negras ajenas a la geología de la zona. "Desde ese momento todo cambió. Pupy se veía más débil, estaba un poco más distante con las personas y, en general, algo se sentía distinto", relataron. Fue asistida durante toda la jornada, pero su estado se deterioró rápidamente. "A la hora de la comida nocturna, Pupy parecía algo inestable sobre sus patas", describieron.
En el momento en que Scott Blais, director y cofundador del santuario, se acercó para darle agua, sus patas cedieron y cayó al suelo. Kenya, la otra elefanta africana del santuario, mostró preocupación inmediata pero permitió que el equipo la moviera a un corral contiguo para poder asistir a Pupy.
Desde allí, observó a unos veinte metros. La doctora Trish, veterinaria que se encontraba en el lugar, comenzó a atenderla, pero Pupy falleció en cuestión de minutos. "Luego abrieron el portón para que Kenya pudiera acercarse a su amiga. Aunque al principio dudó en tocarla, después se tranquilizó y pasó la noche a su lado", detallaron.
Desde la organización señalaron la dura realidad de su labor: "En el santuario recibimos elefantes mayores que han pasado décadas sin una dieta adecuada, sin atención veterinaria y sin ningún tipo de cuidado en sus patas, que son fundamentales para su salud. (…) Sabemos que los efectos del cautiverio son profundos y, a veces, imposibles de revertir", publica Noticias Ambientales.
Pupy, una elefanta africana de 35 años, había llegado al santuario el 18 de abril de 2025, culminando un viaje por tierra de cinco días y más de 2.700 kilómetros desde el Ecoparque. En ese entonces, la Subsecretaría de Ambiente de la Ciudad informó que había llegado en perfecto estado de salud y que el trayecto se había realizado con un protocolo especial que no requirió el uso de sedantes.
El complejo operativo fue el resultado de un trabajo conjunto entre el Ecoparque, la Fundación Franz Weber y Global Sanctuary for Elephants.
"Pupy es la última elefanta que habitaba el Ecoparque porteño y la última derivación de animales de gran tamaño", comunicó el Gobierno de la Ciudad en abril. Su llegada a Brasil simbolizó el cierre de una etapa iniciada en 2016, cuando el antiguo zoológico fue transformado en un centro de conservación.
El viaje, que comenzó el 14 de abril, fue preparado minuciosamente, fortaleciendo el vínculo de Pupy con la caja de transporte y realizando controles médicos. Durante el trayecto, se hicieron paradas programadas para su descanso, alimentación e hidratación. Al llegar, el equipo del Ecoparque describió el momento como "el primer día de su nueva vida", en un espacio inicial de diez hectáreas.
Scott Blais, director del santuario, explicó en ese momento la cautela inicial de Pupy: "Toma envión, se envalentona, llega hasta ahí, y vuelve marcha atrás. Es normal, tenemos que pensar que nunca, nunca desde chiquita salió de su recinto".
La intención era que se adaptara a su nuevo contorno antes de conocer a Kenya, la elefanta africana que llegó desde Mendoza el 9 de julio y que lleva 94 días en el lugar. Pupy había perdido a su compañera de toda la vida, Kuky, pocos días antes del viaje. Como recuerdo, los cuidadores llevaron la cubierta de camión con la que ambas solían jugar.
Kenya, la última elefanta en cautiverio del país, había llegado a Argentina en 1984 desde un zoológico alemán con solo cuatro años, probablemente tras ser separada de su madre. Vivió 40 años sola en Mendoza, y su proceso de preparación para el traslado duró siete años, como parte del objetivo de llevar a todos los elefantes cautivos de Argentina al santuario brasileño.
En sus primeras horas de libertad Pupy mostró curiosidad y la veterinaria Triscia London contó: "Hoy está más brillante, más descansada, siguiendo todas las voces. (…) Le mandé videos a mi pareja, que trabaja en África, y me dijo: esa mente sabe que su vida ya es diferente". El cuidador Leo Giovanelli, quien la acompañó en el traslado, agregó: "La veo muy tranquila. La vimos jugar, y eso es maravilloso".
El santuario de Chapada dos Guimarães es el primero de su tipo en América Latina. Actualmente alberga a cinco elefantas asiáticas —Mara, Guillermina, Rana, Maia y Bambi— y cuenta con un espacio separado para las africanas, donde ahora Kenya permanece sola. "Tengo una inmensa gratitud con la Argentina por haber decidido que no quería más elefantes detrás de rejas. El mundo entero los mira", había afirmado Scott Blais.
El último adiós
En el santuario la despidieron con sentidas palabras: "Pupy era un alma especial con una fuerza única. Era curiosa y atenta, y abordaba las cosas nuevas con paciencia, en lugar de la confianza desbordante típica de los elefantes africanos. Incluso en sus primeros días en el santuario, su presencia apacible llenaba el espacio que la rodeaba.
A Pupy le encantaba la sandía, las paletas de frutas en verano, el bambú y el heno de hierba, y encontraba alegría en las sencillas comodidades de la vida en santuario. Aunque su relación con Kenya comenzó con cautela, en las semanas previas a su fallecimiento, su conexión se fortaleció. Uno de los momentos más conmovedores que presenciamos fue cuando Pupy permitió que Kenya la protegiera, un gesto de confianza que lo decía todo. Kenya aceptó su rol de hermana mayor, y Pupy se dejó abrazar por ese cuidado.
Su fallecimiento se produjo rápidamente, tras un período de problemas gastrointestinales que afrontó con la misma resiliencia que definió su vida. Cuando se desplomó, Kenia permaneció cerca, velando por ella con consciencia y manteniendo su espacio.
En Buenos Aires, antes de llegar al santuario, Pupy era tranquila y reservada, con un mundo limitado por las circunstancias. En el santuario, cambió. Exploró el bosque con confianza, abrazó el hábitat como propio y encontró su voz: suaves murmullos que se convertían en expresiones claras de quién era. Tomó sus decisiones, se abrió a Kenia a su propio ritmo y se permitió vivir como un elefante.
El tiempo de Pupy en el santuario fue breve, pero significativo. Exploró, cambió y se permitió confiar. Fue vista, querida y nunca estuvo sola.
Tras la noticia, Proyecto ELE publicó en sus redes: "Pupy, por siempre libre. (…) En estos momentos se está realizando la necropsia y se están tomando muestras de tejidos para enviar al laboratorio. Cuando se tengan los resultados, que tardarán algunas semanas, se informarán públicamente. Nos queda el consuelo de saber que estaba en el mejor lugar, cuidada por las mejores manos y pudiendo hacer aflorar su almita de elefante, que estuvo reprimida en un zoo por demasiado tiempo”.