Las lágrimas del "Mudo". Patronato perdía por la mínima diferencia en el Gigante de Arroyito. El marcador no reflejaba lo que sucedía dentro del campo de juego. En el escenario era dominio absoluto de Rosario Central. El Canalla desbordó cuantas veces se lo propuso. Golpeó las puertas del arco en reiteradas oportunidades.
Las lágrimas del "Mudo"
Por Matías Larraule
Se divertía frente a un pasivo Rojinegro, que no encontraba la manera de neutralizar los avances del anfitrión. El entrenador del Santo, Gustavo Álvarez, no esperó hasta el segundo tiempo para mover piezas.
La apertura en el score motivó la reacción. A los 35 minutos el DT recurrió al recambio para intentar equilibrar las acciones y ponerse en partido. Ordenó el ingreso de Lautaro Torres por Mauro González, quien desde hacía varios minutos acusaba una molestia muscular.
A su vez llamó a Román Comas, uno de los pibes formado en el semillero de la entidad de barrio Villa Sarmiento. El menor de la dinastía, que tuvo su bautismo absoluto en Primera División, reemplazó a otro de los futbolistas formado en la fábrica entrerriana: José Barreto. Este cambio no obedeció a un inconveniente físico de la figura del delantero nacido en Villa Elisa. El DT entendió que debía realizar una variante desde el aspecto táctico ante el monólogo rosarino. El sacrificado fue el futbolista que lució el dorsal número 18.
“Decidí cambiar el sistema para que un carrilero recorra la banda. Por eso recurrimos a Román (en alusión a Comas), porque a Barreto le iba a costar”, argumentó Álvarez en conferencia de prensa después la derrota más dolorosa que sufrió Patronato en muchos años (el juego finalizó 4 a 0). La decisión del entrenador impactó en el ánimo del delantero nacido en Villa Elisa.
Barreto no escondió su frustración. Tampoco manifestó enojo ni rencor hacia el entrenador. Se sentó en una de las butacas del banco de suplentes visitante y, en soledad, explotó en un llanto. Ninguno de sus compañeros e integrante del cuerpo técnico se acercó al desconsolado futbolista para contenerlo. En un torneo inédito en el cual se anularon los descensos, los equipos apostaron por darle mayor rodaje a los pibes. Con menor presión, más allá de la tensión que genera cualquier resultado negativo, los participantes apostaron por proyectos donde le brindan mayores posibilidades a quienes vienen pidiendo pista desde abajo.
En las seis fechas de la primera fase como en el capítulo inicial de la segunda etapa muchos atletas cristalizaron el deseo de transformarse en un futbolista de Primera División. Otros adquirieron mayor protagonismo que en aquellos campeonatos donde Rosario Central, Lanús y Vélez son dos grandes ejemplos.
El Canalla utilizó 26 futbolistas, de los cuales 16 transitaron por sus categorías formativas y siete fueron enviados a cancha por primera vez en este certamen. 20 de los 32 utilizados por el Granate son producto del trabajo de inferiores, de los cuales 11 debutaron en la Copa Diego Armando Maradona. Mientras que 16 de los 32 jugadores que utilizó el Fortín forman parte de su patrimonio.
Barreto es uno de los futbolistas por el cual hay esperanza en Patronato. El 22 de febrero de 2019, día de su cumpleaños número 19, cumplió el sueño de disputar su primer encuentro en la elite. No fue estreno y despedida. El pibe continuó sumando minutos, espacios y experiencia. En la Copa de la Liga Profesional adquirió mayor protagonismo. Ingresó en cinco de los siete encuentros que disputó el Rojinegro.
En tres de esos juegos formó parte del 11 inicial. Alternó buenas y malas. Dejó en evidencia que continúa en un proceso de formación, pero también exhibió grandes cualidades en su ingresó ante Vélez. El pasado lunes Barreto, como todos sus compañeros, jugó muy por debajo de sus capacidades ante un Central que brilló. El pibe pagó las consecuencias en un momento inapropiado.
A Gustavo Álvarez, quien tiene experiencia en la formación de juveniles, le faltó tacto. Debió esperar hasta la finalización del primer tiempo para introducir la variante. Su decisión no fue un simple cambio de piezas, sino un daño emocional sobre el pibe del cual, espero y deseo, pueda superar rápidamente.