El entrerriano de Villa Urquiza Florencio Aceñolaza, geólogo, científico, escritor, político, investigador del Conicet, es uno de los puntales en la defensa técnica del territorio argentino en estas décadas.
La sorpresa que encontrarán alumnos cuando vuelvan al aula
Hoy recordamos sus esfuerzos y saberes para referirnos a la sorpresa que les espera a los estudiantes argentinos, apenas ceda la interminable cuarentena, y también a no pocos docentes.
¿Cuál es esa nota que podría provocar un giro en la conciencia nacional? El nuevo mapa de la Argentina, que Florencio Aceñolaza y otros, mayoría peronistas y radicales (que no todo es miseria en política), ayudaron a confeccionar con anuencia, en gran parte, de las Naciones Unidas.
La ONU reconoce que vastas áreas del Atlántico Sur están en disputa entre la Argentina y el Reino Unido de Gran Bretaña, es decir: no adjudica a ninguno de los dos estados la soberanía.
Las islas Malvinas y demás islas del Atlántico Sur entran de lleno en el nuevo mapa argentino y no son allí los territorios más australes, porque este mapa incorpora con determinación el sector antártico, es decir: dejamos de invocar la Antártida con miedo, y reconocemos nuestra pertenencia bicontinental: somos del Abya yala (América) y somos de la Antártida; y las islas del Atlántico Sur pertenecen a nuestro territorio aunque permanezcan usurpadas por Gran Bretaña, en el mayor y más provocativo y guerrero acto colonialista del siglo XXI en todo el mundo.
Romper huevos
El año 2020 será el año del coronavirus, qué duda cabe, año de la desocupación disparada, y de la acumulación de conflictos; pero quizá con el tiempo estos asuntos se ubiquen en su lugar y podamos ver que, mientras tanto, en este mismo 2020 nos decidimos por un mapa de verdad, que nos permita por fin mirar a la Argentina entera, con el centro del país en Tierra del Fuego.
Habíamos anticipado en una columna de este espacio en 2019 que entre los conflictos que debía enfrentar el gobierno de Alberto Fernández podía encarar la grieta abierta en torno de Malvinas, ya que de algo tiene que agarrarse cada gestión, y en verdad que, mientras nos entretenemos con los detalles del coronavirus, están ocurriendo otras cosas no menos importantes y pasan un tanto inadvertidas.
Con el nuevo mapa, Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba ya no podrán llamarse “región centro” porque en verdad quedamos bien en el norte.
Titulamos aquella columna: “Alberto podría romper huevos para unir la masa desgranada”. Luego de analizar diversos asuntos, encaramos en ese texto a las Malvinas: “¿Cómo responderíamos los argentinos si Alberto Fernández se pusiera serio con la causa Malvinas? Gran Bretaña es un león nervioso en estos días. No sabe cómo salir de su encierro con el Brexit, y necesita amigarse con alguien. Los kelpers mismos se muestran ansiosos por saber cómo repercutirá el divorcio en las islas, cuando viven de exportar a Europa”.
“Fernández podría poner el ojo en una aspiración fogoneada durante casi 190 años en el país. Gran Bretaña haría entonces el papel de huevo en el plano internacional, para unirnos. Estamos hablando en términos diplomáticos, y con foco en un problema que no inventaría el Gobierno, sino que existe y que sus antecesores ocultaron o menospreciaron. ¿Denunciará Alberto Fernández los Acuerdos de Madrid, que nos declaran siervos, esos tratados de la derrota firmados hace 30 años, que ningún gobierno anterior al de Alberto se animó a tocar? Es probable, y este es el momento. Sería un huevo de ñandú, a los fines de la amalgama. Y Alberto será sinuoso pero no tonto, sabe que en determinadas ocasiones no hay mejor defensa que un buen ataque. Anunciar la liberación, contra esos textos coloniales, cuando se cumplan 30 años del segundo Acuerdo en febrero de 2020, sería un golpe de timón y de efecto que le daría a Alberto un margen notable para gobernar por un buen tiempo. No hay que olvidar que los peores gobiernos del país mantuvieron en alguna medida la llamita encendida, aunque ninguno se animó más que a gritar dos palabras. Con excepción de un grupo de pretendidos intelectuales porteños, la mayoría de los argentinos tiene latente una deuda con las Malvinas”.
Debilidades y fortalezas
Bueno, eso decíamos hace nueve meses. La denuncia contra los Acuerdos de Madrid no ocurrió: le erramos. Sin embargo, como veremos, hay varios indicios que muestran cierta tendencia de la gestión de Alberto Fernández a promover alguna unidad interna (necesaria) buscando un enemigo externo, para lo cual, en el caso de Gran Bretaña, no hay que hacer ningún esfuerzo, no hay que forzar nada, y es cierto que, entre los partidos mayoritarios, es en el peronismo donde puede prender mejor esta semilla, nobleza obliga.
Decíamos en aquella columna: “Si el enemigo vuelve a ser Gran Bretaña (como lo es, mientras mantiene millones de kilómetros cuadrados de la Argentina bajo su mando por la razón de las armas), cualquier conflicto interno de la Argentina podrá restringirse en homenaje a ese objetivo superior incontrastable. No olvidemos que la coalición que alcanzó el poder llegará a diciembre (decíamos entonces) con dificultades, algunas de ellas vinculadas a los requerimientos del Poder Judicial sobre la vicepresidenta electa”.
Entonces no había ni olor a coronavirus. Desatado el problema de salud en el mundo, la Argentina apiló crisis sobre crisis y hoy se encuentra con escaso margen de maniobra. ¿No se presenta mejor aún, el panorama, para recuperar fuerzas y poner proa hacia un objetivo siempre latente?
En aquella columna decíamos algo más: “Líderes de Gran Bretaña han declarado, y en forma reiterada, que a la Argentina hay que humillarla, y ese imperio puede hacerlo junto a sus socios de Europa y los Estados Unidos… pero en política hay amores y desamores, inteligencias y desinteligencias, de modo que además de las pocas fuerzas propias (en la Argentina) hay que saber mirar las pequeñas debilidades ajenas. Si nos enfocamos en Gran Bretaña hoy podemos, dicho mal y pronto, matar dos pájaros de un tiro. Entonces Alberto dejaría de ser, de un cimbronazo, el compañero de fórmula, y a la vez rompería con la memoria de su adhesión a la filosofía de Domingo Cavallo (uno de los promotores de aquellos acuerdos infames firmados en Madrid)”.
Balas y ninguna al corazón
El Ministerio de Educación de la Nación está imprimiendo miles de mapas con la nueva demarcación de límites de la Argentina. Quiere que estén en las aulas cuando se retomen las clases.
El 25 de agosto el Poder Ejecutivo promulgó la Ley N° 27.757 de Espacios Marítimos aprobada por el Congreso nacional, y allí estableció demarcar el límite exterior de la Plataforma Continental Argentina continental e insular, como fue aceptado en 2016 luego de los trabajos científicos en los que trabajó, con otros expertos, el entrerriano Florencio Aceñolaza.
El nuevo mapa va de La Quiaca al Polo Sur, e incluye una amplia plataforma continental con las Malvinas y las demás islas incluidas.
El secretario de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur, Daniel Filmus, sintetizó la importancia de las normas aprobadas recientemente en el Congreso, en defensa de la soberanía territorial. Un tema: el mapa. Otro tema: la denuncia de un acuerdo en tiempos de Mauricio Macri (pacto Foradori Duncan). Tercer tema, la creación del Consejo Nacional de Asuntos Relativos a las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y espacios marítimos correspondientes, con participación de diversas organizaciones, y que buscará sostener los apoyos de las naciones contra el colonialismo británico y trazar estrategias de soberanía. Y el cuarto asunto: la modificación de la ley de pesca para defender las riquezas del mar.
Muy interesante; la gestión de Alberto Fernández ha gastado varias balas que dan por ahora en la periferia, y no está claro si irá al corazón; por lo pronto, no denuncia el escollo principal: los Tratados de Madrid. Los políticos prometen ser lobos feroces cuando están lejos del poder, y cuando llegan se convierten en el mejor de los casos en cuzquitos garroneros. Tal vez no sea el caso: la gestión recién empieza. Por ahora, no hay señales claras, y las dificultades económicas que atraviesa el país se han convertido en un factor principal que puede torcer el rumbo para un lado o para el otro.
Salir del régimen colonial que padece la Argentina, con millones de kilómetros cuadrados ocupados por el imperio británico, es todo un asunto muy atractivo que puede movilizar a los argentinos. Aunque estamos lejos, mucho más lejos aún queda el momento de salir de la colonialidad, es decir: la continuidad del colonialismo pero por vías financieras, comerciales, educativas. El nuevo mapa, por caso, ataca al colonialismo territorial y a la colonialidad del saber. Lo simbólico no debe ser despreciado. Bienvenido, pues.
Malvinas
Ya hemos comentado aquí la necesidad de que la cuestión Malvinas sea encarada en el marco de la unidad de los pueblos del Abya yala (América) del sur. Eso no está muy claro tampoco, cuando la actual gestión parece hacer esfuerzos para enemistarse con sus vecinos, precisamente los vecinos que podrían colaborar por interés propio y regional en la emancipación contra el imperio británico…
Desde hace una década, una organización de estudiosos del litoral plantea la posibilidad de incorporar en la Bandera Argentina un punto rojo en homenaje a la sangre derramada por la independencia (tal el sentido del rojo en las banderas de varias provincias argentinas, desde el legado artiguista); y también que ese punto rojo tenga la forma de las Malvinas. En su momento, esta iniciativa de la Junta Abya yala -JAPL- encontró eco favorable en dirigentes de diversos partidos, recordamos por caso al extinto legislador peronista Raúl Patricio Solanas. Y bien: hay medidas posibles que están al alcance, ¿cuántas de ellas estará dispuesto a encarar la gestión nacional, que ha gastado la mitad de su primer año en el coronavirus?
También hemos señalado aquí la necesidad de asegurar a los habitantes de las Malvinas que tendrán autonomía real; conscientes de que Buenos Aires, una vez logrado sus objetivos, suele incumplir cualquier acuerdo (tal su comportamiento histórico), de modo que las provincias que sufrimos la concentración del poder en la altanería porteña o aporteñada no debemos ampliar ese despotismo a las Malvinas. De ahí que cualquier avance deba pensarse contemplando la autonomía contante y sonante.
El huevo
Desde hace un lustro, Florencio Aceñolaza señaló que la Argentina incorporaba una enorme plataforma pero poseía escasos vehículos para patrullar sus costas. Después de eso se perdió el submarino ARA San Juan con 44 tripulantes. Nuestra posición no es cómoda, claro está.
Durante distintas gestiones de gobierno, la Argentina ha logrado (por lo menos) que las Naciones Unidas sigan invitando a las partes a sentarse a negociar la soberanía. La Argentina va de banquina a banquina; sin embargo, la preparación realizada a los estudiantes por décadas, más el recuerdo de la guerra, promete a cada gobierno que se ocupe de l.as Malvinas un apoyo adicional. ¡Qué estimulante para los políticos que necesitan votos!
El nuevo mapa argentino, trabajado durante distintas gestiones de gobierno, desató una nueva discusión con Chile pero la Cancillería argentina dio indicios en este mes de que pretende acuerdos con el país trasandino, inclusive la realización de investigaciones conjuntas bajo doble bandera en la Antártida, una iniciativa que sin dudas va en línea con las posibilidades (remotas aún) de unidad de nuestros países del cono sur.
Las Malvinas pueden ser el huevo del ñandú, que devuelva la unidad perdida a la región. Hay un solo Estado en el planeta con el que no podemos estar en paz, obviamente, porque nos agrede con sus armas; con los demás hay que conversar sí o sí, afianzar las buenas ondas, alcanzar acuerdos hondos y largos.