La altura del río Paraná volvió a marcar niveles alarmantemente bajos. Este viernes cerró en apenas 0,95 metros, una cota que, lejos de representar un alivio, agrava el panorama que desde hace meses se repite en los puertos entrerrianos.
Las aguas del Paraná no se recuperan y la situación preocupa a la región
El río Paraná no supera el metro en la capital provincial y hay alerta por las consecuencias en la pesca, el ambiente y la economía regional
Las aguas del Paraná no se recuperan y la situación preocupa a la región
La tendencia a la baja fue constante durante toda la última semana, en un contexto de escasas lluvias y caudales regulados por represas que no logran revertir el escenario. Según el último informe del Instituto Nacional del Agua (INA), las condiciones hidrológicas en la cuenca del Paraná permanecen críticas y con pocas señales de mejora a corto plazo.
Aguas abajo de Yacyretá, los registros son de “aguas bajas” y solo se espera una leve recuperación hacia fin de mes. Entre Ríos es una de las más golpeadas, tanto por el impacto ambiental como por los efectos sociales y económicos que arrastra esta prolongada bajante.
Menos lluvias, menos agua
Durante los últimos siete días se registraron precipitaciones moderadas o escasas en distintas zonas de la cuenca del Paraná. Sin embargo, la región que más aporta al tramo argentino –el Alto Paraná– continúa bajo un marcado déficit hídrico.
Para la semana próxima, el INA no prevé lluvias significativas en las áreas generadoras de caudal.
Las precipitaciones fueron aisladas y de bajo impacto: se limitaron a sectores puntuales del Carcarañá y de los afluentes al tramo San Nicolás-Estuario del Río de La Plata. En el resto de la cuenca, predominó la escasez.
El resultado es que los caudales de ingreso a los principales embalses de la región se mantienen estables pero bajos. Las descargas desde Itaipú y Yacyretá, por ejemplo, muestran oscilaciones dentro de valores considerados bajos o, a lo sumo, bajos - medios. Ya en territorio argentino, el Paraná persiste en niveles por debajo de lo normal para esta época del año.
Impacto en las costas
Las consecuencias de esta situación se sienten con fuerza en las costas entrerrianas. Los puertos del tramo La Paz y Rosario muestran una leve tendencia al descenso. En la ciudad del noroeste entrerriano, esa caída es más notoria. Y aunque se espera cierta estabilización, siempre será dentro del rango de las aguas bajas.
Para quienes viven cerca del río, el panorama es complejo. Las más de 3.000 familias de pescadores de Entre Ríos ven afectada su actividad, al igual que empresas areneras, frigoríficos y transportistas que dependen del curso fluvial.
La merma en la cantidad de botes y redes sobre el agua se traduce en menos ingresos.
Por otro lado, el ecosistema también siente el golpe. Especies animales salen de las islas en busca de hábitat o alimento, se modifica el comportamiento natural del entorno ribereño y genera tensiones en las comunidades humanas y no humanas que dependen del equilibrio del humedal.
Pronósticos y alertas
Aunque el fenómeno de El Niño ya se disipó y actualmente el sistema climático se encuentra en una fase neutra, el panorama no mejora de inmediato. El propio INA advierte que existe una probabilidad del 77% de que esta neutralidad se mantenga durante el trimestre de abril a junio.
Es decir, no se esperan grandes alteraciones climáticas que reviertan la bajante en el corto plazo. Lo que sí se prevé para Entre Ríos y parte del Litoral argentino es una probabilidad moderada de lluvias por encima de lo normal hacia finales del otoño. Pero incluso si se concretan, esas precipitaciones no serían suficientes para normalizar los niveles del río en lo inmediato.
El almacenamiento en los principales reservorios del Alto Paraná se encuentra en torno al 72,5% de su volumen útil, con una caída mensual estimada en el 4%.
La perspectiva del INA es que podría observarse una estabilización en los próximos días y, más adelante, una leve recuperación. Esa posible mejora estaría relacionada con una anomalía positiva en las precipitaciones previstas para el alto Paraná, donde se esperan lluvias algo superiores a las normales.
Sin embargo, en la mayoría de la cuenca del Paraná, las anomalías son negativas, con lluvias por debajo de lo habitual, en especial en la zona de confluencia con el Paraguay y en el centro sur del sistema, al igual que en la región de El Pantanal, clave para el abastecimiento hídrico.
Fenómeno prolongado
El fenómeno no es nuevo, pero sí persistente. Las marcas actuales remiten a lo observado durante las crisis de 2020 y 2022, cuando el caudal del río se redujo drásticamente por varios meses.
En aquel entonces, las lluvias insuficientes, regulación de embalses y falta de planificación regional profundizó los efectos. Esa combinación hizo que las aguas descendieran por debajo del nivel del mar en el puerto paranaense.
Hoy, con un sistema climático que no juega a favor, la historia parece repetirse.
La bajante, aunque no tan extrema como en años anteriores, representa un serio desafío. El agua escasea, y con ella se desdibujan actividades económicas, modos de vida y paisajes que dependen –a veces más de lo que parece– del río que todo lo une.