Pasaron cinco años del hecho que conmovió a la grey católica de Paraná: la imagen de la Virgen de los Dolores lloró lágrimas de sangre en la parroquia Santa Teresita.
Hace cinco años la Virgen de los Dolores lloró en Paraná
Por Dina Puntín
La crónica publicada por UNO el 19 de mayo, indicó que "Decenas de niños y adultos, integrantes de la comunidad educativa y del barrio donde se encuentra la parroquia Santa Teresita de Paraná, a lo largo de toda la jornada, pasaron por la capilla del Santísimo para observar y también venerar a la imagen de la Virgen de los Dolores. Conmovidos, los fieles participaron de oraciones y rezos que se repitieron casi ininterrumpidamente, desde que rápidamente se difundió el hecho: el miércoles por la noche, luego de concluir la habitual misa de las 19, una persona que pasaba por el ala norte del templo observó la imagen de la Virgen de los Dolores, que lloraba sangre. Inmediatamente transmitió lo que vio a los que estaban presentes allí, y también al grupo que se encontraba rezando dentro de la capilla del Santísimo".
La noticia, que se conoció en el amanecer del 18 de mayo, obligó al párroco Diego Rausch a dar explicaciones sobre lo sucedido: "Fueron unos segundos" y aclaró que "no se limpió ni lloró más".
También reflexionó el sacerdote sobre este hecho señalando: "Los católicos creemos que Jesús nos regaló a su mamá, y al verla llorar entendemos que nos está dando un mensaje y pidiendo un cambio, está preocupada por nosotros. Por eso, más allá del hecho de las lágrimas de sangre, que es inexplicable desde lo científico, queremos centrar nuestra atención y poner nuestro corazón en aquello que sentimos que la Madre nos está pidiendo: en la conversión del corazón, en volcarnos a Dios, en rezar un poco más, en renovar nuestra fe".
El ir y venir de medios, devotos y curiosos fue incesante a lo largo de la jornada y también los días subsiguientes. Fueron pasando por el lugar los alumnos del establecimiento educativo, los vecinos, todos con el espíritu conmovido por las circunstancias y a la espera de ver el milagro de la virgen.
“Habiendo tomado conocimiento de que una imagen de la Santísima Virgen presentó en su rostro signos de una sustancia que, aparentemente, es sangre, el párroco del lugar informó al arzobispo de este hecho”, informó el Arzobispado de Paraná a través de un mensaje a los católicos.
“¿Qué lectura debemos hacer del mismo? Es algo materialmente constatable, está allí, es visible; el fruto que dé será obra del Espíritu Santo en cada uno. La Iglesia como Madre nos da su consejo de no sacar de ello interpretación alguna”, planteó la institución presidida por monseñor Juan Alberto Puiggari.
Prefiriendo ser cautos, el Arzobispado remarcó: “¿Dios quiere decirnos algo a través de esto? No más de lo que ya nos ha dicho en su Hijo Jesús, por lo que un primer fruto de este hecho es volver a escuchar a Dios donde Él nos espera: su Palabra en la Iglesia”.
Y en esa postura, puso énfasis: “¿La Virgen quiere decirnos algo con sus lágrimas? No más de lo que ya nos dejó cuando lloró ante su Hijo en la cruz, en el Calvario. Unida a Él ofrece el sacrificio de su corazón traspasado ‘por una espada’, la del amor por los hombres, invitándonos a reconocer la infinita Misericordia de Dios que no se deja ganar por la multitud de nuestros pecados. Nos invita a volver a la fuente de esa Misericordia de la que el pecado nos quiere alejar pero no puede, porque Dios no se resigna a perder a sus hijos y redobla su búsqueda”.
Y precisamente, al hacer referencia a la investigación que se encarará sobre el hecho, apuntó: “Cualquiera sea el resultado de tal investigación, debemos utilizar este tiempo para renovar nuestra fe y devoción a nuestra Madre Santísima, como camino que nos lleva a Jesucristo, y para ayudarnos a conmovernos y a responder, con solícita caridad fraterna, a las lágrimas que brotan del corazón de los hermanos que sufren en su cuerpo y en su alma”. Y concluyó: “Conforme se vaya haciendo la investigación correspondiente, se darán a conocer las conclusiones”
Un mes después de producido el episodio, ante el pedido del Arzobispado de investigar, los estudios biológicos determinaron que las lágrimas de la cara eran de sangre humana, aunque no se explicó posteriormente si alguien manipuló de alguna forma el lagrimal para que se sucediera el acto de llorar.
La imagen actualmente se encuentra ubicada a la entrada de la capilla de Adoración Perpetua, a un costado del altar en una especie de caja de madera, donde se le colocaron pequeñas plaquetas de agradecimiento por favores recibidos.
La convocatoria de multitudes de creyentes ya se apaciguó y el murmullo dejó lugar al silencio.
Cinco años ya pasaron de aquella mañana del 18 de mayo de 2017 que Paraná se conmovió con la Dolorosa y sus lágrimas de sangre.
La advocación
Por dos veces durante el año, la Iglesia conmemora los dolores de la Santísima Virgen que es el de la Semana de la Pasión y también el 15 de setiembre.
La primera de estas conmemoraciones es la más antigua, puesto que se instituyó en Colonia y en otras partes de Europa en el siglo XV y cuando la festividad se extendió por toda la Iglesia, en 1727, con el nombre de los Siete Dolores, se mantuvo la referencia original de la Misa y del oficio de la Crucifixión del Señor.
En la Edad Media había una devoción popular por los cinco gozos de la Virgen Madre, y por la misma época se complementó esa devoción con otra fiesta en honor a sus cinco dolores durante la Pasión. Más adelante, las penas de la Virgen María aumentaron a siete, y no sólo comprendieron su marcha hacia el Calvario, sino su vida entera. A los frailes servitas, que desde su fundación tuvieron particular devoción por los sufrimientos de María, se les autorizó para que celebraran una festividad en memoria de los Siete Dolores, el tercer domingo de setiembre de todos los años.
El primer dolor de la Virgen es la profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesús; el segundo dolor, La huida a Egipto con Jesús y José, el tercer dolor la pérdida de Jesús; el cuarto dolor es el encuentro de Jesús con la cruz a cuestas camino del calvario; el quinto dolor la crucifixión y la agonía de Jesús; el sexto dolor la lanzada y el recibir en brazos a Jesús ya muerto y el séptimo, el entierro de Jesús y la soledad de María.