José Amado / Redacción de UNO
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“Siempre se espera lo peor”, dijo el hijo del desaparecido Ortiz
Una familia correntina espera hace dos años a un hombre desaparecido en Entre Ríos el 6 de setiembre de 2010. Se trata de Sebastián Ortiz, quien fue visto por última vez en San Jaime de la Frontera, el mismo pueblo donde, en circunstancias muy parecidas un año después desapareció el quinielero Juan José Morales. “Hasta ahora no hay ningún tipo de respuesta. Nosotros seguimos esperando, siempre tenemos la esperanza, confío que esto tendrá un final, sea cual fuera, queremos saber”, dijo Ceferino Ortiz, el hijo de Sebastián.
Ortiz tenía 66 años cuando fue visto por última vez en su bicicleta roja en calle San Martín, la principal de San Jaime, a una cuadra de la ruta 127. Eran alrededor de las 20 de aquel 6 de setiembre, pedaleaba hacia la Terminal de Ómnibus, para ir a sacar el pasaje de colectivo de regreso a su ciudad, Paso de los Libres, de Corrientes. Mientras, recorría los negocios vendiendo productos varios. En el camino algo pasó, o alguien, que ocasionó su desaparición.
El hombre vivía en Paso de los Libres junto a su esposa. Tenía una misma rutina hacía unos 20 años: cada 15 días cruzaba la frontera hacia Uruguayana, Brasil, donde compraba productos para el hogar a bajo costo. Luego viajaba a San Jaime y vendía negocio por negocio, de manera ambulante, esos artículos. “Una vida normal, un trabajo común para solventar los gastos cotidianos de una casa de familia”, dijo Ceferino.
Siempre le alquilaba una pieza a doña Beti, en la esquina de 25 de Mayo y Tratado del Pilar. Dormía por la noche, recorría el pueblo por la mañana, regresaba a almorzar, dormía la siesta y volvía a salir hasta finalizar el horario comercial.
El 6 de setiembre de 2010 por la noche Ortiz no regresó. Al día siguiente Beti notó que en la habitación no había nadie, pero esperó. Por la noche, ya muy preocupada, llamó a Paso de los Libres para avisarle a la familia lo que sucedía. Esa misma madrugada los hijos de Ortiz viajaron a San Jaime, radicaron la denuncia policial en la comisaría, y se dio inicio a la causa por Determinación de paradero. El personal de la dependencia local recorrió el pueblo y habló con algunos vecinos. Al no haber novedades, la fiscal se hizo presente días después con más policías y perros adiestrados, se amplió la zona de rastrillaje, con la ayuda de la gente de la localidad, en los campos, en los pozos negros, bañados, arroyos y en el río Mocoretá. Cada día que pasó fue para descartar hipótesis y lugares e incrementar la incertidumbre.
De rastrillajes a videntes
En diálogo con 97.1 La Red Paraná, Ceferino Ortíz recordó aquellos días: “Uno siempre espera lo peor, porque fue un día, dos días, y decíamos bueno, ya lo vamos a encontrar, seguramente vamos a encontrar el cadáver por una zanja, una cuneta, pero los días pasaron y no tuvimos ningún tipo de respuesta”.
En la investigación se tomaron unas 20 testimoniales, se hicieron un par de allanamientos a partir de las versiones que circulaban, una comisión policial investigó conexiones en Paso de los Libres y en Curuzú Cuatiá, donde la familia Ortiz vivía años atrás. Luego, ante la ausencia de elementos, surgieron las hipótesis a partir de comentarios sin asidero. Hasta han sido consultados videntes o adivinos. Dos de ellos coincidieron en tener una misma visión del lugar donde Ortiz estaría enterrado. Una de las videntes fue llevada hasta el lugar, excavaron, pero no se encontró nada. De a poco la causa se fue apagando.
La única pista que tomó un poco de fuerza fue por un conflicto judicial con una familia en Curuzú Cuatiá por unos terrenos ocupados, pero también quedó en la nada. “No creo que esa gente tenga la inteligencia ni los medios para cometer un hecho de esta naturaleza contra mi viejo”, afirmó Ceferino. En Paso de los Libres no tuvo problemas con nadie, “era muy familiero”, y se descartó alguna afección en su salud que ocasionara su desaparición, porque “era un hombre muy controlado, jamás tuvo un problema de salud a pesar de la edad que tenía”, reflexionó el hombre.
Los interrogantes de la familia
El hijo de Ortiz no cuestiona a los investigadores, pero no entiende, al igual que todos, cómo no pueden quedar rastros de una desaparición en un pueblo de 5.000 habitantes. “Yo quiero creer en la buena fe de la Policía, el único interrogante que me suelo hacer es: si en localidades como Buenos Aires, Córdoba o Santa Fe se suelen resolver delitos de esta naturaleza, ¿por qué no lo podemos resolver en San Jaime? ¿Qué es lo que está fallando?”.
La familia, a la distancia, se mantiene al tanto del caso, que con la desaparición de Morales un año después tomó un nuevo impulso. “Nosotros seguimos en la misma incertidumbre que aquella vez, pero seguimos esperando, siempre tenemos un hilo de esperanza. Es como que se abrió la tierra los tragó y se cerró. Confío en que esto tendrá un final, sea cual fuera, queremos saber. Así como también la familia Morales estará pendiente de todo lo que esté pasando, tanto en la causa de ellos como la nuestra”, finalizó Ceferino.
Coincidencias
En la investigación de los casos de Sebastián Ortiz y de Juan José Morales, algunos creen en la casualidad mientras que otros se desvelan atando cabos entre ambas desapariciones.
Ortiz fue visto por última vez en calle San Martín, al anochecer del 6 de setiembre de 2010, en su bicicleta roja, trabajando en la venta ambulante.
Morales desapareció el año siguiente, en una fecha con pocos días de diferencia, el 30 de agosto, en un horario similar, a las 20.15. También iba en su bicicleta roja, levantando jugadas de la quiniela.
Ambos, en sus respectivos días, tenían 66 años.
Los dos eran trabajadores, apreciados en el pueblo.
Algunos creen que una secta de fanáticos, podría estar vinculada con las dos causas.