Carlos Paniagua y sus hermanos, se criaron en el barrio Maccarone junto a J.K. y M.C., los adolescentes implicados en el homicidio del joven de 24 años ocurrido el lunes. “Éramos todos amigos, les cuidábamos los caballos”, recuerdan. La llegada a este sector de Paraná de una mujer con causas por narcotráfico y hechos violentos comenzó a complicar la convivencia. Los más chicos se convirtieron en soldaditos y recibían armas de la nueva jefa narco. Un simple “¿Te la aguantás mano a mano?” fue la trampa que terminó en la balacera y el asesinato de Paniagua.
Homicidio en Maccarone: una jefa narco, soldaditos y armas
Por José Amado
Le siguieron el desalojo por la fuerza de las familias de los acusados y la demolición de sus viviendas. “Nosotros las destruimos, mataron a una persona, no se pueden quedar”, explicó uno de los allegados a la víctima. Ahora el barrio está tranquilo, la mujer señalada como instigadora del crimen está en la cárcel porque tenía domiciliaria. Pero los rumores dicen que “esto no va a quedar así”.
Ocho tiros
Sobre calle Rosa Eloísa Paniagua, desde la esquina Cortada 3, todavía se observa el rastro de sangre de Carlos, de unos 15 metros: desde que recibió los balazos en una vereda hasta su caminata agónica por unos 15 metros. Recibió impactos en el pecho y en una pierna. Su hermano, su primo y otros allegados corrieron a auxiliarlo. A los minutos llegó la Policía, y la espera de la ambulancia fue tan eterna que decidieron subirlo a la camioneta de un tío y lo llevaron al hospital San Martín. Pero llegó sin vida.
Según contaron a UNO testigos del asesinato, Carlos estaba con los suyos en la puerta de su casa, cuando desde la esquina J.K., de 17 años, lo provocó para una pelea callejera, pero fue más parecido a una emboscada mortal: “No había problemas, fue una discusión que hubo, nada más, porque el otro le dijo ‘vení, vamos a pelear mano a mano’, el otro sacó un fierro y le tiró. Estaban todos afuera, había criaturas”, contó una persona que se salvó de los balazos que los atacantes tiraban para todos lados: “Fueron ocho tiros, con una 380 y una 9”.
En la causa hay dos imputados que personal de la comisaría Octava y de la División Homicidios identificaron y arrestaron: el pibe de 17 y otro chico de 15, que lo acompañaba. Los testigos aseguran que había otro más: “Eran tres, el otro no sabemos quién era porque andaba encapuchado y con barbijo, y era de noche”, aseguran.
Unas horas después del homicidio, a la madrugada, familiares del joven asesinado destruyeron la casa donde vivía el acusado de disparar, a la vuelta del lugar del hecho, por la angosta y pequeña Cortada 3. Primero arrojaron bombas molotov. Luego llegó la Policía que permitió que la familia que vivía allí pudiera sacar a los chicos y el mobiliario. Más tarde, demolieron parte de la construcción. Ahora, la familia está en otro barrio de la ciudad donde consiguieron radicarse. Aseguran que no volverán al Maccarone para evitar conflictos.
El miércoles hubo más violencia en el barrio. “Antes de ir a enterrarlo, apareció un auto y nos empezó a cagar a tiros”, contó un familiar de la víctima. Fue sobre calle Neuquén casi Bolívar, y los vecinos aportaron datos a la Policía, que pudo detener al acusado.
Por eso, varios de las personas que ayer hablaron con UNO se sienten con miedo por lo que pueda ocurrir: “Acá estamos corriendo peligro, somos nosotros o son ellos”, sentenció un muchacho, y otro agregó: “Trabajamos cirujeando, juntando cartones con el carrito, y ahora no podemos salir tanto a la calle porque nos da miedo que pase un auto y nos caguen a balazos en el medio de la calle. Son gente que a ellos les pagan y les dan armas. Enganchan a uno por ahí y chau”.
De problema en problema
Verónica Aguilar es la mujer acusada de vender drogas en el barrio y armar a “soldaditos”. La señalan como instigadora del homicidio de Paniagua y de haberle dado las armas a los menores, aunque en la causa esto no está aún plasmado así. De hecho, la madrugada en que destruyeron la casa del adolescente fueron a la vivienda de esa mujer, pero los estaban esperando armados. “Ella tiraba con un 38 desde la puerta”, aseguran.
Aguilar viene mudándose de barrio en barrio desde hace varios años. Oriunda del Consejo, se radicó en Mosconi, donde asesinaron a un hombre (Javier Pavé) en la puerta de su casa de calle Estado de Palestina, en mayo de 2014, hecho por el cual sus primos (Los Monitos) fueron condenados.
En el último tiempo estaba radicada en el barrio La Palangana, por calle Los Constituyentes y Padre Corona, detrás de la Escuela Hogar. El año pasado ese fue uno de los mayores focos de violencia de Paraná por constantes balaceras. Siempre la venta de droga estaba en el trasfondo de cada enfrentamiento. Allí Aguilar, junto a su pareja Luis Gabriel Taca Bravo, vivían en conflicto con otras personas. En una de las balaceras, Bravo terminó asesinado. Los domicilios de La Palangana eran allanados frecuentemente por la Policía y secuestraban armas de grueso calibre y municiones.
Por un procedimiento donde le encontraron droga y otras pruebas del narcomenudeo, terminó condenada a cuatro años de prisión, pero le dieron la domiciliaria. En los últimos meses, Aguilar se mudó al Maccarone, donde al parecer siguió en medio de los conflictos.
“Desde que vinieron ellos para acá, ella con los hijos y la gente que tiene, porque tiene contactos en todos lados, hacían jodas todos los días y los vecinos se quejan”, contó un vecino a UNO. “Ella vivía del otro lado y los vecinos se quejaban porque ponía música todo el día, a la madrugada, a la noche, a la mañana, todo el día”, agregó otro. Estos habrían sido los primeros roces con la nueva vecina.
“Ella fue la que les dio las armas” a los menores, asegura un muchacho, aunque los motivos por los cuales tenía problemas con Paniagua no están claros. Aunque por algo, luego del homicidio del lunes pasado, la Justicia le revocó el beneficio y ahora la mujer se encuentra alojada en la Unidad Penal N° 6, donde terminará de cumplir la pena por venta de drogas.
“Ella agarra a los chicos y los compra. Éramos compañeros todos, les cuidábamos los caballos, les teníamos los chanchos”, lamenta un joven.
La causa se tramita en la Unidad Fiscal de Niños y Adolescentes de Paraná, a cargo de María del Huerto Felgueres. El acusado de disparar y matar, de 17 años, se encuentra alojado en una residencia del Copnaf, con una medida cautelar de encierro por 45 días; el de 15, acusado de acompañar al otro, solo fue identificado por ser inimputable, no obstante también tendrá el proceso penal de niños y adolescentes.