Lo urgente suele desviarnos de lo importante. Esa parece ser la historia de la Argentina en los últimos años. Sobran los ejemplos pero centrémonos en los más recientes. Es perentoria la necesidad de tomar medidas para evitar la propagación del “coronavirus”, tanto por la gravedad que reviste la situación a nivel global, como por la psicosis colectiva que se genera con el aporte de medios alarmistas y difusión descontrolada de fake news. Pero esa cuestión no debe desviarnos de los temas de salud que ya no deberían representar un problema. Por caso, el rebrote de sarampión; una afección que desde hacía veinte años había desaparecido del horizonte de preocupaciones sanitarias.
Gratuidad no es igualdad
Por Valeria Girard
El dengue es otro ejemplo, advertido por la Organización Panamericana de la Salud, estamos ante un nuevo ciclo epidémico en la región.
Ante ello, tuvimos un gobierno –el anterior– que degradó de Ministerio a Secretaría el ámbito de la Salud. Y –aunque parezca una cuestión de forma antes que de fondo– ello implicó, entre otras cuestiones, una reducción presupuestaria, una pérdida de autonomía en el uso de las partidas, además de que las secretarías tienen menos peso en el diseño de políticas públicas acerca de salud.
En el ámbito de la educación, la irrupción del virus en la vida cotidiana de la nación, desnuda problemas, aprovechemos la analogía, endémicos varios.
Por ejemplo, frente a la eventualidad de tener que suspender las clases (enfatizo el carácter “eventual” por ahora), nos encontramos ante un dilema de proporciones impredecibles.
¿Podrán nuestros niños, adolescentes, jóvenes y adultos estudiantes, proseguir sus estudios desde su hogar? ¿Representa, en todos los casos, la vivienda el lugar más propicio para la conservación de la salud de los alumnos? ¿Están dadas en todas las casas las condiciones sanitarias y alimenticias mínimas para el mantenimiento del equilibrio sanitario?
¿Tienen todos ellos, los servicios digitales de internet aptos para realizar trabajos pedagógicos domiciliarios?
¿Y los maestros? ¿Y los profesores? ¿Todos cuentan con esa posibilidad? ¿En todo el país? Estos cuestionamientos no dejan de agobiarnos. Nos llevan nuevamente a la necesidad de preguntarnos por lo importante.
La pregunta fundamental, más bien es la siguiente: Gratuidad en la enseñanza ¿Es igualdad de oportunidades? Prefiero obviar la respuesta. Pero, si damos un paso adelante en nuestro razonamiento, aún sin la coyuntura del coronavirus y las medidas de sanidad que demande, las mismas preguntas siguen sin ser contestadas.
No todos los niños, adolescentes, jóvenes y adultos tienen las mismas posibilidades ni oportunidades. No todos tienen la vestimenta, los útiles escolares, los medios de transporte, la alimentación, ni el capital cultural adecuado para una educación igualitaria. Un capítulo especial merece la educación de adultos y la de jóvenes y adultos; primaria y secundaria (ESA y ESJA). ¿Cómo hace una mamá para asistir a clases, si no tiene con quién dejar su hijo o hija? ¿Cómo hace un papá? ¿Cómo hacen ambos si estuvieran cursando? En nuestra ciudad, sólo una escuela de esas características cuenta con un jardín maternal. A lo antedicho, debemos sumar, que las condiciones estructurales no son las mejores para este ámbito educativo que, per se, necesita de buena iluminación y no siempre la dispone. En nuestra capital existe una escuela nocturna que no puede dictar clases más allá del segundo módulo ¿La causa? No hay agua, ni baños, los mismos está siendo reparados…. Ahora, que empezaron las clases ¿Qué estaban haciendo las autoridades del CGE durante el receso escolar? ¿Arquitectura? ¿Mantenimiento?
Me gustaría saber, también, si en las jornadas institucionales las problemáticas del turno noche tienen la misma importancia que las de los turnos diurno y vespertino. Sabido es que, ante los medios de comunicación y la sociedad en general, las escuelas mal llamadas “nocturnas” no provocan grandes ni glamorosos titulares, pero ¿No sería bueno que alguna vez el ciclo lectivo sea inaugurado por el señor gobernador en una ESA, o una ESJA? ¿No sería una hermosa foto, con jóvenes y adultos que vencen las dificultades de nuestros tiempos para completar su educación?
El secreto es atender lo urgente, pero no descuidar lo importante.