Cualquiera puede darse cuenta que las cosas se están haciendo bien. La primera sensación es que vamos aprendiendo sobre la marcha, con errores y aciertos, como lo requiere un tema de tanta sensibilidad. Como era de esperar, la pelea viene siendo desigual por todo lo que implica la pandemia: se tiene enfrente a un virus desconocido, de alto poder destructivo, que dejó incluso en el más absoluto desconcierto a las principales potencias del mundo. Teniendo en cuenta ese diagnóstico, en términos de políticas públicas la respuesta ha sido la acertada, tanto que se trabajó siempre teniendo como premisa el sentido común y dejando de lado las diferencias partidarias.
¿Enamorado de la cuarentena?
Después de 39 días de cuarentena general, es posible afirmar que el balance ha sido positivo desde el punto de vista sanitario y de la estrategia para salvar la mayor cantidad de vidas. Pero también es cierto que la situación económica está al borde del colapso, empezando por los sectores que a esta altura ya no tienen forma de generar ingresos. Entonces surgió el dilema más difícil de poder resolver, y que está dado por buscar un delicado equilibrio entre la salud y la economía. Es una preocupación que nos atraviesa a todos por igual, porque todo alrededor es incertidumbre y a cada paso se respira una sensación de angustia.
Los amantes de los números y de las ciencias exactas, que en todo este tiempo estuvieron al acecho, comenzaron a declararle “una guerra fría” al gobierno nacional, subestimando el daño social que puede provocar el maldito coronavirus. Desde economistas a pseudoperiodistas iniciaron una campaña contra de las virtudes de la cuarentena y sus efectos nocivos en la economía de nuestro país. “Alberto Fernández se enamoró de la cuarentena”, condenan con un grado de hipocresía que asusta. Están también aquellos panelistas que desacreditan las medidas sanitarias diciendo que el aislamiento social es un “embole”.
Los ataques provienen solamente de un sector que defiende el pleno funcionamiento de la economía y, claro, sus propios intereses, sin tener en cuenta que las restricciones del aislamiento social están salvando vidas.
Hoy más que nunca el Presidente confía en las recomendaciones de un equipo de expertos de la salud en relación a la evolución de la pandemia y de las medidas que se deben tomar para evitar que se disparen los contagios. Fernández, como buen estratega, antes de avanzar con cualquier decisión relevante escucha y se apoya en la opinión de los gobernadores de todo el país. En todo este tiempo las provincias acompañaron la ampliación de las restricciones y hasta el propio jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, dando muestras no solo de unidad ante una situación extraordinaria, sino de una coherencia institucional que requiere este momento.
Fernández, sabe mejor que nadie que después de la pandemia se deberá enfrentar a un desafío mucho más difícil: reconstruir el tejido social y productivo del país dañado por la parálisis económica. La crisis está haciendo estragos en las pequeñas y medianas empresas, en sectores industriales y de la cadena productiva, pero el mayor cimbronazo lo están sintiendo los trabajadores de la economía informal.
Según las últimas proyecciones del Observatorio de la Universidad Católica Argentina (UCA) la pobreza en el país llegará a niveles comparables con el estallido social de 2001. “Hoy no, pero posiblemente si esto se prolonga estaremos en niveles similares: shock de crisis con empobrecimiento. En 2002 salió el plan jefes y jefas de hogar, que llegó a 2 millones de hogares; hoy tenemos asistencia social que alcanza entre 4 y 5 millones de hogares. El 33% de los hogares recibe hoy un piso de ingresos a través de los programas sociales, algo que no se tenía en 2002. Hoy tenemos otro piso y es difícil que la situación llegue a ese nivel de gravedad”, advirtió el director del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, Agustín Salvia, en declaraciones a La Capital.
Salvar vidas es la prioridad, claro está, pero poder pilotear la otra emergencia pondrá en juego toda la capacidad del Presidente en un año que será difícil de olvidar.