Coronavirus: el papel protagónico de los medios
Vivimos un momento de cambios tan frenéticos por la pandemia de coronavirus que parece no haber marcos para comprenderlos. Todo lo que fue nuestra “normalidad” hasta hace solo algunas pocas semanas, con sus crisis y sus abundancias, sus riquezas y sus miserias, hoy ha detonado y la sensación es la de estar a la deriva. Varados en un instante de la historia, como esos argentinos que duermen tirados en el piso en algún aeropuerto, esos “no lugares” diseñados para transitar y no para permanecer, a la espera de un avión que los traiga a su país, donde, antes que nada, deberán iniciar aislamiento obligatorio. O enfrentar una causa penal. O lo peor: la condena social. Estamos en medio del bombardeo, aturdidos, como sin entender cada mañana cómo llegamos a semejante pesadilla de la cual parece, por momentos, imposible despertar. Y todavía no hemos visto las ruinas.
De esta calamidad planetaria en la que nos sentimos naufragar sin coordenadas surgen algunos datos que posiblemente nos estén mostrando anticipadamente, como el trailer de una película, algo de lo que vendrá.
En la semana que pasó se difundió un informe de la empresa ComScore, una empresa norteamericana que analiza e investiga el comportamiento de las audiencias digitales, utilizadas por los principales medios del país y el mundo para producir y evaluar estadísticas. Esta firma hizo un informe de coyuntura entre los días 1° y 18 de marzo en Latinoamérica.
El dato destacado del estudio fue el siguiente: “En una evaluación de los principales contenidos con la palabra Coronavirus o Covid-19 con mayor volumen de interacciones en Facebook, Twitter e Instagram, del 1º al 18 de marzo 2020, los medios ocupan los primeros lugares como top publishers en todos los países analizados: Brasil, México, Argentina, Chile, Colombia y Perú”. Simplificando: de los contenidos divulgados en redes sociales sobre coronavirus, los que más repercusión tuvieron han sido de los medios tradicionales, sean estos diarios, radios, portales digitales o canales de televisión. Cuando todo hacía suponer que los medios marchaban hacia el cadalso a manos de instagramers, youtubers o fan pages con miles de “Me Gusta” o seguidores –en muchos casos a base de informaciones falsas–, al menos en el contexto actual, la situación parece estar tomando otro sentido.
Puede haber múltiples explicaciones para comprender esto –y hasta puede ser que todo se revierta, claro–, pero hay una razón que quizás deba considerarse sobre otras: ante una situación tan grave como la que se está viviendo, el público acude a una fuente que considere segura y confiable para dilucidar mentiras de verdades. Puede pasarse el día escuchando audios viralizados de dudosa procedencia, dándole “likes” o comentando falsas noticias en fan pages, pero a la hora de corroborar fehacientemente si es verdad o no lo que le están diciendo, acude a los medios tradicionales para confirmar o descartar. Son cientos y cientos los mensajes que llegan a Diario UNO en estos días, por distintas vías, consultando desde si hay plata en los cajeros, hasta si funcionan los colectivos, solo por citar cuestiones esenciales. Los medios están cumpliendo un rol social determinante en esta inédita situación, lo que también, dicho sea de paso, los obliga a redoblar el compromiso profesional de difundir solo datos comprobables, para no ser vehículos del pánico social que ya de por sí existe. Obvio, también se necesita de gobiernos abiertos que no oculten información y que sepan asimilar las críticas. El funcionario sabe –o debería saberlo– que los cuestionamientos son parte del combo cuando se acepta un cargo. Y hay algo que tampoco puede obviarse: los medios deben evitar la tentación –por el click, el “like”, o un televidente más– del encarnizamiento contra cualquier sospechoso de infringir disposiciones. Los medios no pueden convertirse en escrachadores seriales porque solamente estarán fomentando el odio, que mezclado con la incertidumbre y la angustia que imperan, los convierte en pirómanos execrables. En un marco de tanta desazón, los medios parecen estar ante la enorme posibilidad de ganar algo del terreno perdido. De la inteligencia y la sensatez frente a este escenario, dependerá que esa chance sea beneficiosa no solo para los medios en particular, sino también para las comunidades donde están insertos, por una mejor y más sana comunicación.