Para Carlos Alberto Godoy no hay que ir lejos si queremos aprender el modo de preservar lugares históricos y paisajes maravillosos de Paraná: basta con mirar lo que hicieron nuestros abuelos con las barrancas del Parque Urquiza. Es decir, la receta está al alcance de la mano.
Conocer y apreciar las obras para evitar que Paraná se desbarranque
Esta vez, su preocupación pasa por el estado de la Toma Vieja, no solo con sus acantilados en derrumbe sino por el riesgo de perder edificios con historia. Y la idea no es del otro mundo: consiste en tomar como modelo el Parque Urquiza, con los aportes de Carlos Thays y Alfredo Nux, entre otros, cuyos resultados son incontrastables.
“El desmoronamiento de un sector de las barrancas del parque de la Toma Vieja trae a la discusión el tratamiento de esta parte de nuestros parques. La importancia de estos acontecimientos se basa en el significado histórico arquitectónico de los edificios de la antigua planta de potabilización de agua de Paraná y en la misma valoración de la importancia de las propias barrancas”, señala Godoy.
“Estas construcciones comenzadas en 1886 son una valiosa muestra de la arquitectura industrial inglesa del siglo XIX; la chimenea de mampostería, la chimenea metálica, el edificio, la cisterna; ameritan estudiar y resolver un plan de conservación y restauración del conjunto de edificaciones. Pero no solo eso: la consolidación de la barranca de la Toma Vieja debe ser parte de estudios y acciones generales sobre las barrancas de la ciudad para incorporarlas a los parques y al disfrute de los ciudadanos. El legado del Parque Urquiza con la forma natural de asegurar y consolidar la estabilidad de sus barrancas es el ejemplo”.
Cascadas eran las de antes
El vecinalista nos recuerda que Paraná está edificada sobre lomadas, y cruzada por varios arroyos con sus saltos y cascadas. “Estos arroyos han sido entubados en parte importante de sus cauces y de hecho transformados en un segundo sistema de cloacas”, lamenta. “Tres de ellos desembocan y vierten sus efluentes en la fachada de la ciudad: el Antoñico en el Puerto Viejo, La Santiagueña en el Puerto Nuevo, y Las Viejas en el Balneario Thompson. Un cuarto pequeño arroyo que está entubado debajo del anfiteatro desemboca en la playa del Rowing”.
Aunque algunos de estos datos son conocidos, la mirada abarcadora de Godoy revela errores repetidos por décadas que convendría revertir.
“La mayoría de los saltos y cascadas son un recuerdo de los viejos habitantes de Paraná ya que han quedado escondidos dentro del hormigón o la mampostería. El bullicio de ‘el salto’ de calle Nogoyá habla diciéndonos que está vivo pero oculto a nuestros ojos. Las barrancas de estos arroyos paulatinamente fueron ocupadas por la pobreza, que edificó casas improvisando una solución al drama de la ausencia de una política de terrenos para la vivienda popular”.
El estudioso no ignora la complejidad de los problemas planteados, claro está. Pero tampoco se resigna. “Las barrancas de los arroyos y el Paraná son una parte característica de nuestra ciudad: estudiar y definir un tratamiento de esta realidad debería ser un tema y una política estratégica de la mayor trascendencia”.
Aquel Ministerio
“Al final del siglo XIX y comienzos del siglo XX la ciudad contrata el trabajo del urbanista francés Carlos Thays, quien sumado a la intervención del MOP (Ministerio de Obras Públicas de la Nación) definió una concepción para la vinculación de la urbe con el río Paraná. Varias décadas después durante el gobierno de Francisco Bertozzi se encarga de plasmar las formas definitivas del Parque Urquiza el Ingeniero Alfredo Nux. Las barrancas y la costa se parquizaron, construyéndose uno de los parques más hermosos del país y la ciudad adquirió un patrimonio del que todos los paranaenses hemos estado siempre muy orgullosos”, reconoce.
“Esa gran empresa pública que fue el MOP construyó con sus ingenieros, capataces y operarios una cantidad de obras de infraestructura invalorables: desde los puertos fluviales y las costaneras de las ciudades ribereñas en el Uruguay y el Paraná, hasta el puerto más austral de la tierra (Ushuaia) y el faro ‘del fin del mundo’ en la Isla de los Estados. Esa gran empresa pública perdida construyó en nuestra ciudad la costanera, el puerto, las ‘cuestas’ del parque con pendientes calculadas teniendo en cuenta los vehículos de la época, y con esas obras aportó a estructurar el vínculo entre el río y su ciudad”.
Thays y Nux
Godoy resalta el ingenio de Carlos Thays porque establece, dice, una concepción del parque que respeta la topografía, respeta la naturaleza y crea hermosos miradores para el diálogo visual espiritual entre el río y los ciudadanos. Y señala que eso se complementa con el aporte del ingeniero Alfredo Nux, que materializó esa visión: “las barrancas son suavizadas estableciendo ángulos de talud natural que aseguran la estabilidad del terreno. Esta concepción se completa sencillamente con la plantación de árboles cuyas raíces forman un tejido natural que contribuye a la solidez estructural. El agua de las vertientes es conducida por canales abiertos construidos en piedra, integrados armónicamente al entorno natural. La barranca es perforada por drenajes que captan las aguas y las vierten en esos desagües. La intervención del hombre embellece barrancas y ribera en una concepción singular”.
En la continuidad de las barrancas río abajo y río arriba del Parque Urquiza, el paisaje está expuesto a los desbarrancamientos, y eso hará que se pierdan lugares y edificios con historia.
Godoy lo dice así: “El Parque Varisco y la Toma Nueva no tomaron en sus diseños la concepción del Parque Urquiza. En los dos parques no solo no se estudian y proyectan intervenciones sino que, directamente, las barrancas no tienen tratamiento de parque. El perfil de ellas se mantiene virgen, sus movimientos y derrumbes se perciben como algo inevitable pero también ajeno a la vida y la razón de ser de los parques. Las barrancas en estos parques son miradores pero no hay trabajos que aseguren su estabilidad e incorporen sus superficies a la vida de estos. En la Toma Vieja, en los primeros tiempos se construyó una calle que bajaba a la costa y escalinatas que los deslizamientos y el tiempo fueron borrando. Recientemente se abrieron senderos que el crecimiento natural de la vegetación también fue borrando. Estas intervenciones no tuvieron un plan y una concepción general apoyada en estudios de ingeniería que funden técnicamente su diseño”.
Crítico y constructivo
“El espíritu privatista de los 90 entró en el siglo XXI concesionando en el año 2003 las cisternas y el edificio de la ‘casa química’ de la primera planta de potabilización de agua. La concesión de las construcciones significó la instalación de un boliche bailable y un restaurante. Las construcciones fueron intervenidas y se modificaron las características de la arquitectura industrial inglesa del edificio principal. En 2006 un derrumbe puso en peligro la estabilidad del edificio y de la alta chimenea de mampostería y, en consecuencia de esto, el restaurante se clausuró y poco después se rescindió el contrato de concesión. Comenzó aquí una historia de abandono y desidia que probablemente termine tristemente en el derrumbe de las construcciones hoy en peligro”.
Para Carlos Alberto Godoy, los distintos gobiernos que gestionaron la administración de la ciudad no prestaron debida atención al asunto y tampoco al conjunto de las barrancas de la ciudad, fuera de las del Parque Urquiza. “La ciudad tendría que hacer todo lo posible por impedir la pérdida de su patrimonio arquitectónico histórico e impulsar las acciones que resuelvan la urgencia de salvarlo, y por otro lado la realización de los estudios, proyectos y obras que permitan el uso como parque de esta parte característica de la geografía de Paraná”.
En esa concepción de parquizar las barrancas, Godoy incluye las de los arroyos que cruzan la ciudad y no descuida las particularidades sociales y urbanísticas. “Más que ingentes gastos en urbanizar y construir infraestructura de servicios habría que pensar en relocalizar viviendas y recuperar como espacios verdes a los arroyos que sobreviven abiertos, dentro de un plan general de saneamiento y recuperación”.
Ante el proceso natural de deslizamientos y derrumbes de las barrancas constituidas con material sedimentario, Godoy propone atenuar este proceso “reconformando las barrancas con sus ángulos de talud natural”. Y no se adjudica la idea. “A principios del siglo pasado sin los avances científicos, tecnológicos y las herramientas de hoy, nos dejaron Thays y Nux una muestra perdurable del tratamiento en forma de parque de nuestras barrancas naturales. Se trata de valorar correctamente la solución técnica-paisajística que ante nuestros ojos tenemos los paranaenses desde hace más de cien años”, insiste.
Carlos Alberto Godoy es un puntal en centros de estudio y asambleas vecinales de Paraná, además de viejo militante socialista y constructor del tipo mini pyme. Sereno y abierto al diálogo, ha hecho aportes al conocimiento y el debate sobre temas centrales para el desarrollo urbano de Paraná, como el agua potable y el transporte de pasajeros, siempre con espíritu crítico y constructivo.