Raúl Isabelino Martínez es combatiente de Malvinas y también el artista que le puso colores a la guerra. Oriundo de San Agustín y mecánico de a bordo, recordó como si fuera hoy su primera parada, en 1982, en Comodoro Rivadavia, donde por más de 10 días pintó aviones con pintura de autos para camuflarlos. Luego, el 26 de abril llegó junto a sus compañeros a las Islas Malvinas donde permaneció en combate durante 40 días. La noche del 29 de mayo durante un “cañoneo” naval nocturno fue herido, salpicado con esquirlas. Tras una operación de urgencia lo trasladaron al continente el 2 de junio en un catre de campaña. Nueve meses después de su recuperación volvió a su unidad y volvió a volar.
Raúl Martínez, el combatiente de Malvinas que le puso trazos y colores a la guerra
“Volví en Hércules, en camilla y estuve convaleciente durante todo 1982. Aún sueño con las islas. Es algo que no puedo sacar de mi cabeza”, expresa Raúl Martínez
Por Valeria Girard
Foto UNO/Valeria Girard
Martínez educa a niños, adolescentes y adultos a través de sus cuadros y lucha por evitar que la historia de Malvinas se olvide.
Hoy Raúl guarda esas cicatrices como memoria viva del combate y encontró en la pintura una vía de escape. Siempre le gustó el arte, pero jamás se imaginó pintando lo ocurrido hace 43 años; y es que los trazos de colores con rostros e imágenes de aquellas islas lejanas son su cable a tierra, su forma de transformar la angustia y la ansiedad en algo positivo. Es también su forma de contar su historia y la de tantos jóvenes atravesados por la guerra.“Volví en un Hércules, en camilla y estuve convaleciente durante todo 1982. Aún hoy sueño con las islas. Es algo que no puedo sacar de mi cabeza”, dijo en diálogo con UNO.
Cada 2 de abril se conmemora en Argentina como el Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas. En el marco del 43º aniversario de la guerra, una historia de resiliencia y resistencia, bajo la premisa permanente: Prohibido Olvidar
Pintura como terapia
Desde 2010 encontró en la pintura una forma de expresión y de terapia. Sus obras le permitieron compartir su historia de una manera creativa. La pintura se convirtió un medio para procesar sus experiencias y conectar con otros. Los 40 cuadros de Martínez tienen una secuencia cronológica: la exposición comienza con un galeón español que regresa a España luego de estar en la Expedición de Magallanes, a la altura de lo que hoy se conoce como Santa Cruz, en 1520. Este se choca con las islas y anota la aproximación de la ubicación en la bitácora, es uno de los primeros avistajes. La secuencia finaliza con un cuadro del Parque Urquiza, con tres Canberra arriba, que simboliza el fin de la guerra.
La historia del paranaense es un recordatorio de lo que fue la guerra y sus repercusiones a largo plazo. Su deseo de compartir su experiencia y el reconocimiento de sus compañeros es también un pedido a la sociedad para que no olviden el sacrificio de aquellos que lucharon por la patria. La guerra de Malvinas, aunque concluyó en el campo de batalla, continúa en la memoria colectiva y en las vidas de quienes la vivieron. "No quiero volver a las islas. Lo pensé mucho, Me niego a utilizar pasaporte en suelo argentino. Así no quiero", dijo enfáticamente.
Entre todos, hay un cuadro que Martínez destacó por su significación. Se trata de una fotografía que halló en internet, pero que al estar en blanco y negro, debió agregarle color y fondo. “Significa mucho porque yo estaba preparado para lo que se vino; egresé en 1976 y en 1981 empecé a volar el Pucará como mecánico a bordo. Pero hubo soldados que fueron llevados a la isla sin darles demasiadas explicaciones. Me siento identificado porque también estuve en un pozo como el soldado de la foto, pasé hambre y frío”, aclaró.
Las huellas de la guerra
Martínez tenía 23 años cuando fue a las islas. Su relato se torna sombrío al recordar el 29 de mayo, cuando fue herido durante un cañoneo naval nocturno. Aquel día, un misil impactó cerca de su posición, resultando en la muerte de un teniente y heridas para él. Después de ser operado esa misma noche, pasó casi un año convaleciente, un proceso que lo llevó a reflexionar sobre el costo emocional y físico de la contienda.
La guerra no terminó con el cese de hostilidades. El trauma postraumático es una sombra persistente, llevando a muchos como él a buscar ayuda profesional. Aunque encontró alivio en la pintura, aún enfrenta noches difíciles que lo llevan a revivir experiencias pasadas. La lucha interna es constante, y muchos veteranos enfrentan problemas de salud mental que a menudo no son reconocidos por la sociedad.
Con su esposa Claudia tienen dos hijas, un hijo y una nieta. Es miembro activo del Centro de Veteranos que, desde 1986, tiene como objetivo “ayudar a que el socio no esté pensando todo el tiempo en la guerra y se distraiga”. Martínez educa a niños, adolescentes y adultos a través de sus cuadros y lucha por evitar que la historia se olvide.