Se acerca un nuevo inicio de ciclo y lectivo y la preocupación de la comunidad educativa, está lejos de ser la manera en que se desplegarán los procesos de enseñanza, las apropiaciones de los aprendizajes, la calidad de nuestra escuela, el mejoramiento de la misma, hasta el debate por el salario docente parece palidecer ante un hecho que preocupa aún más, ese factor es –ni más ni menos- “El último primer día” "UPD" o “cómo dar rienda suelta al desenfreno estudiantil sin trabas ni tabúes”.
El UPD como signo de los tiempos
Por Valeria Girard
Los actores involucrados suelen debatirse entre medidas preventivas y acciones concomitantes con el festejo del inicio de clases para los y las estudiantes que arriban al final de sus estudios secundarios.
El diario El Día de La Plata, da cuenta de la “preocupación de los vecinos por el riesgo de vandalismo”.
El Andino de Mendoza habla de las “recomendaciones brindadas por la Cruz Roja ante la preocupación por el acceso de alcohol”.
Un Secretario de Educación de la provincia de Buenos Aires (Gral. Pueyrredón) se rinde ante la evidencia “Lo único que nos queda como Estado es acompañar a los chicos”.
Es decir, gran parte de la comunidad educativa naturalizando una práctica reñida con los valores deseables para nuestros jóvenes, tales como:
-Exceso de alcohol.
-Riesgo de vandalismo.
-Situaciones de potencial violencia.
-Peligro para la propiedad pública y privada.
-Posibilidad de consumos problemáticos.
Podrá decirse que la crítica a esta costumbre esconde un pensamiento pacato, que escuda una conciencia represiva para la expresión de los jóvenes y/o adolescentes, que reivindica la prohibición y más.
La escuela dirá que no puede hacer nada, que los estudiantes no están en el establecimiento, que es responsabilidad de los padres. Que el festejo no puede inhabilitarse ni silenciarse. Que la prohibición rememora viejas épocas de educación represiva y más.
Pero en realidad, se trata de preguntarnos, como sociedad, cuáles son los valores que asociamos con nuestra educación. ¿Son épocas de “vale todo” en aras de la libertad? ¿En qué condiciones asisten a los establecimientos los educandos luego del UPD? ¿Es justo para los trabajadores de la educación? ¿No constituye una apología de valores indeseables?
Si la calidad de la educación y su gestión fueran en nuestro país un dechado de virtudes, tal vez, estos problemas serían menores; sin embargo, en la actual situación, la educación constituye un tema neurálgico e impostergable para todos los actores involucrados.
Una muestra de cómo se corren los límites en nuestros colegios es la “Vuelta Olímpica”, una práctica antigua circunscripta a contadas instituciones educativas de CABA y que provocaba expulsiones y sanciones para los alumnos hace aproximadamente una década atrás. Hoy, parece una nimiedad comparada con los masivos festejos de último primer día en todo el país.
Mientras tanto, nuestra educación, que supo ser ejemplo en Latinoamérica, se debate en un mar de problemas que parecen no tener solución.