Desde hace varios días, la ola de calor que azota a gran parte del país viene siendo la noticia más destacada. Las altas temperaturas no dan tregua y afectaron a diferentes actividades, como las deportivas. Varias instituciones decidieron suspender las prácticas hasta que llegue el alivio que todos están esperando. Pero el tema más candente, haciendo un paralelismo con el clima, fue el tema de la reducción de horas de clases, primero con un tire y afloje entre el Consejo General de Educación (CGE) y las autoridades escolares. Después, con la firme decisión de los alumnos de salir a la calle para hacer visible las condiciones que tienen que soportar cuando el termómetro marca más de 35°.
Clases: el problema no es la ola de calor
Por Mauro Meyer
Está claro que el reclamo de los chicos es más que valedero. Nadie más que ellos, y los maestros, saben cómo es estar dentro de un aula de dimensiones reducidas luchando contra el calor simplemente con un par de ventiladores. Y esto en el mejor de los casos. Pero el calor no es el problema, sino un par de cuestiones que siguen sin tener solución con el paso del tiempo.
Primero está la falta de previsión ante una situación que se anticipaba incluso antes del comienzo del ciclo lectivo. La ola de calor se pronosticó en tiempo y forma, incluso en cuanto a los días de su duración. Ante esto, las autoridades pertinentes debieron tener en cuenta esto, analizar posibles medidas y no esperar que el problema les estalle en las manos. Ahora, los padres y los alumnos tomaron cartas en el asunto para buscar una reacción y una respuesta.
En la edición digital de UNO se dio cuenta de lo sucedido en la Escuela Normal de Paraná. Según testimonios en redes sociales “se desmayaron tres gurises y uno convulsionó por el calor y las pésimas condiciones edilicias”. Además, denunciaron que “los obligan a hacer Educación Física a las 16.30, sino les ponen falta”. Ante esto hubo una sentada a la cual se sumaron estudiantes del colegio primario, secundario y también docentes. Algo similar se vivió en el Colegio Nacional, donde se reclamo mejores condiciones para preservar la salud ante la ola de calor.
Y aquí surge otro tema que es importante, como la situación edilicia en la cual se encuentras las escuelas. Hubo varios establecimientos que tuvieron mejoras en los últimos años, aunque son pocos los casos en los cuales se tomaron con seriedad un contexto como el actual. Claro, el razonamiento puede ser que este fenómeno no se da todos los años. Se piensa como algo esporádico y es por eso lo minimizó. Pero en lo que se refiere a la salud de los alumnos y docentes no se puede razonar de esta forma. Por eso, cuando se encaran obras se tiene que pensar en todo, tener un proyecto que englobe cualquier contratiempo que pueda surgir. Para el verano, ¿es demasiado pedir que las aulas tengan sistemas de refrigeración? Seguramente el tema económico puede ser una excusa para no cumplir con algo tan simple.
Para los meses del crudo invierno también pueden haber reclamos en escuelas donde los vidrios de las ventanas están rotos o las puertas no se cierran debidamente. Ni hablar de contar con la calefacción adecuada. Es otro tema que surge todos los años y nadie parece prestarle atención en tiempo y forma.
Por último, vale la pena reflexionar sobre las declaraciones que el director de la Escuela Normal, Mariano Marín, realizó para explicar el enojo de padres y alumnos. Según indicó, “se colocó un dispenser con agua fresca para los alumnos, se están reparando ventiladores, además algunos cursos dan clases en el patio en horarios picos de temperatura y además, se tomó la decisión de que los chicos no practiquen Educación Física”.
Todo muy atado con alambres como lo indicaba la canción de Ignacio Copani. Asombra realmente que se sigan tomando medidas momentáneas y que desde el CGE no haya una planificación a futuro, porque ahora el panorama no va a mejorar, pero si podrían tener un gesto de grandeza y mencionar lo que se puede hacer de aquí hacia adelante. Ante esto mi reflexión es que el problema no es el calor, sino la falta de previsión para no vivir situaciones extremas como la de los últimos días.