El 2022 parecía ser el año de la vuelta de los visitantes a los estadios de fútbol, de hecho suelen verse los hinchas denominados “neutrales” en nuestras canchas. Resulta muy difícil, sin embargo, imaginar una normalización de nuestros estadios otrora admirados por el color y la pasión del aliento. Es que en ninguna parte del mundo era equiparable semejante muestra de amor por los colores. Ver estadios con gran cantidad de público visitante, el clásico duelo de hinchadas, las canciones que imitan parcialidades de todo el mundo (no es extraño escuchar en partidos de Europa melodías de Sergio Denis, Kapanga o Gladys “la bomba tucumana” como fondo para el aliento a los equipos). Sin olvidar las bengalas de colores, prohibidas luego de la tragedia de Cromagnon y los papelitos, que ni siquiera la dictadura pudo extinguir.
Canciones de cancha, un mal cultural
Por Valeria Girard
Foto Internet
Lamentablemente la fiesta de los hinchas en la cancha esconde altas dosis de racismo, homofobia, xenofobia, sexismo y tantas cosas más
Lamentablemente esa fiesta esconde altas dosis de racismo, homofobia, xenofobia, sexismo y tantas cosas más. La medida de sólo permitir locales, rige desde hace poco menos de una década, no obstante podríamos preguntarnos ¿Se terminó la violencia en el fútbol? Pocas preguntas tienen una respuesta tan obvia: NO. Es que si el fútbol es un reflejo de la sociedad no es posible esperar otra cosa. Y las palabras, lejos de esconder, manifiestan, visibilizan y desnudan a quien las dice.
“Ya todos saben que la Boca está de luto, que son todos negros pu… de Bolivia y Paraguay”, racismo, xenofobia y homofobia, todo en un puñado de palabras ¿Qué pensarán los paraguayos fanáticos del club que canta esos estribillos?
Otra frase poco feliz: “Vos vas a cobrar River, sos un cagón, esos no son los Borrachos, son los pu… del tablón. Quiero quemar el gallinero que se mueran los cuervos y la guardia imperial”. Amenazas de violencia, y alusión a las barras bravas de tres equipos (borrachos del tablón: River, cuervos: San Lorenzo y guardia imperial: Racing).
También existe un fenómeno argentino que es la idolatría por las barras bravas; más que hinchas de un club parecen hinchas de su hinchada, y –por consiguiente- detractores de la contraria. Vale más la “cultura del aguante” que disfrutar del deporte más popular del mundo.
Por otro lado, en nuestro país el pésimo gusto no excluye el antisemitismo. Víctimas son los hinchas y jugadores de Atlanta, club de orígenes judíos en el barrio de Villa Crespo. Su clásico rival y ex vecino, Chacarita cantaba el deleznable estribillo: “Ahí viene Chaca por el callejón, matando judíos para hacer jabón"...
Más aún ¿A quién se le podría ocurrir agredir al contrario teniendo una grave enfermedad como objeto? Sí, otra respuesta obvia: a las hinchadas del fútbol argentino, la de Estudiantes de La Plata, en este caso, para atacar a Gimnasia: “El lobo está caliente, el lobo es comilón, el lobo tiene Sida se lo co… el león”. Siendo lobo el apelativo del equipo agredido y león el del conjunto agresor.
En semejante contexto, no puede faltar la violencia de género. Así, la barra de Nueva Chicago entona una nefasta canción en contra de Almirante Brown de Isidro Casanova: “Escuchen, corran la bola: se hicieron putos los negros de Casanova. Qué lindo es, vamos a co... allá en los ranchos cerca de la Ruta 3. Los negros llegan de noche y se visten de mujer, para hacer un par de pesos porque tienen que comer”.
No es de extrañar que sigan sucediendo situaciones de violencia como en el último clásico entre San Lorenzo y Boca y, el mismo día, entre hinchas de Luján y Leandro Alem (Primera “C”) donde murió un hincha y no fue noticia, dada la naturalización que hacen los medios de comunicación de estas cuestiones.
Hace algunos años las hinchadas argentinas “enseñaban” sus conocimientos a las de otros países como en México, por eso tampoco sorprende que en marzo de este año haya habido una masacre entre las parcialidades de Querétaro y Atlas, pasando la liga mexicana a compartir con la argentina la triste “distinción” de no permitir afición visitante.
Como conclusión, no hay cambio posible sin un cambio cultural, de educación, en la manera de pensar y de ser argentinos, futboleros, pasionales, pero sin violencia. Hasta entonces, no podemos siquiera soñar con un fútbol mejor.