Por estos días, en Egipto, se está desarrollando la 27° Conferencia de las Naciones Unidas por el Cambio Climático 2022 (COP27) donde más de 190 países negocian acciones para mitigar los efectos del calentamiento global. En esta edición, el foco está puesto en el financiamiento de esas políticas; y en la promesa repetida, en cada reunión global, de las inversiones millonarias que los países desarrollados no cumplen con aquellos “en desarrollo” para mitigar los efectos de sus industrializaciones salvajes, emisoras de carbono al ambiente. Entran allí las indemnizaciones por daños y pérdidas que estas naciones desarrolladas deben pagar por los efectos destructivos del cambio climático del cual son las grandes responsables.
Calor, sequía, plástico, cemento
Playón con arcos para jugar al fútbol en el cemento.
Ante el cambio climático -más calor y sequías- la respuesta es “plástico y cemento”.
Ante el cambio climático -más calor y sequías- la respuesta es “plástico y cemento”.
De cara a esta cumbre, el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) elaboró un informe inquietante sobre los eventos más destacados en Argentina hasta septiembre de 2022: olas de calor extremas, sequías e incendios, por un lado; otoños e invierno más fríos de lo habitual, por otro.
Se habla en la cumbre de estrategias resilientes contra las sequías -como cavar hoyos en la tierra a modo de reservorios de agua. Una salida extrema para paliar la brutal deforestación de la tierra que no sería necesaria si no se deforestara. Por la sequía que afecta a Argentina se han registrado pérdidas de más de US$ 24.000 millones en producciones de soja y maíz. Y este dato es triste, aun cuando se tiene en cuenta que se trata del cultivo que más agota la tierra, cuyos herbicidas son los más contaminantes y cuya estrategia de siembra es una de las causas de la deforestación. “Pero los dólares son necesarios”, es la gran encrucijada argentina. Como lo repitió un gobernante desde un estrado: “El problema de la contaminación es la pobreza”, aunque los países emergentes no sean responsables sino acreedores de los necesarios paliativos.
Sobre deforestación, en la cumbre anterior -COP 26 de Glasgow- 140 países firmaron una alianza pero, este año, solo 26 países se comprometieron a detener las talas indiscriminadas, y entre éstos NO está Argentina. Todo mal. El informe anual de desmontes de Greenpeace revela que, en solo ocho meses de 2022, se arrasaron 62.211 hectáreas del norte argentino, de forma ilegal. La ONG repite “la deforestación genera cambio climático, inundaciones, enfermedades, desalojos de campesinos, indígenas, pérdida de alimentos, maderas, medicinas y desaparición de especies”. A escala urbana, el negocio inmobiliario avanza sobre los espacios verdes, apañados por funcionarios cómplices y poco respetuosos del ambiente. También hay mucha obra pública que, en nombre de mejoras, se ensañan con la naturaleza.
En Paraná, por ejemplo, hay una gestión que ha tirado abajo árboles casi centenarios y está reemplazando el césped de las plazas por bloques de cemento. Los senderos cementados son cada vez más anchos, van desplazando el verde y calentando aún más el ambiente. Ahora, con el agregado de plásticos multicolores en las plazas infantiles. Espejitos que los paranaenses van aceptando en nombre de un engañoso adelanto. Y, cuando el mayor problema de la ciudad sigue siendo la deficiente provisión de agua potable, se anuncia con algarabía la construcción del “planetario más grande” de la región (que no se vería tan inoportuno si los servicios esenciales de la ciudad estuviesen cubiertos).
Mientras hay un sector ocupado, a nivel mundial, tratando de bajar la temperatura global dos grados para evitar una catástrofe climática, hay gobernantes que siguen haciendo negocios y engañando a los votantes. Ante el cambio climático -más calor y sequías- la respuesta es “plástico y cemento”.