La bioexistencia consciente enfatiza, al momento de abordar las dolencias, la importancia de remontarse hasta cuando aparecieron los síntomas y diferentes circunstancias que se repitieron de ahí en más como un programa, al igual que indaga en situaciones similares relacionadas con los ancestros, verdadero origen de la cuestión. Verónica Caíno, consultora de esta terapia, explica los fundamentos y revela su propio proceso de curación de una enfermedad considerada “crónica” por la Medicina alopática.
Verónica Caíno: síntoma como mensaje de lo personal y de los ancestros
Por Julio Vallana
La empresaria que no fue
—¿Dónde naciste?
—En Paraná, en el centro, donde mis padres tenían un departamentito.
—¿Es el lugar más recordado de la infancia?
—Luego compraron una casa en calle Jujuy, por la zona del Cristo, y fue donde pasé más tiempo. Se separaron y tuve varias direcciones, siempre en el centro.
—¿Cómo era aquella zona?
—Preciosa y lo que anhelo para mis hijos, porque se podía salir a la calle a jugar con los vecinos. Vivo en el centro y mis hijos nunca lo pudieron hacer, por el peligro del tránsito. Era tranquilo, con gente solidaria, no todos tenían teléfono y quien lo tenía, te lo prestaba, o harina o azúcar. Cerca estaba el Club Paraná y dos escuelas.
—¿Otros lugares de referencia?
—Cuando me mudé más al centro, mi mamá y mi abuela tenían negocios en calle San Martín, a los cuales iba a ayudar.
—¿A qué jugabas?
—Hacía manualidades con mis hermanos y primos, nos poníamos en la ventana de la casa de mi abuela y jugábamos a venderlas.
—¿Qué actividad laboral desarrollaba tu papá?
—Cuando era chica era bancario, luego comerciante y tiene la Imprenta del Río.
—¿Leías?
—Sí, de la adolescencia recuerdo 20.000 leguas de viaje submarino y cuando era más chica Mujercitas y la colección de Sarah Kay, que conservo como una reliquia. Hace unos años recuperé la lectura y me gustan las novelas, para imaginar, además de libros específicos de lo que hago.
—¿Alguno influyente?
—Usted puede sanar su vida, de Louise Hay.
—¿Sentías una vocación?
—No… me decían que iba a ser maestra… Tenía la fantasía de ser empresaria o algo así, por mis padres, y por eso soy licenciada en Administración de Empresas, que nunca ejercí (risas), aunque comencé estudiando Ingeniería en Sistemas, durante tres años en Córdoba, donde sentí el desarraigo.
—¿Tenías facilidad con los números?
—Iba a la Escuela de Comercio y me gustaba Matemáticas y Contabilidad, aunque surgieron las computadoras y fui a cursos de computación. Tenía una Czerweny que se enchufaba al televisor (risas).
—¿Desarrollaste alguna afición?
—Durante la Secundaria jugué al tenis, hice gimnasia, estudié Inglés y Computación. Mientras estudiaba Administración de Empresas comencé yoga, dejé de tener la fantasía de empresaria aunque tuve un vivero, incursioné en lo espiritual, descubrí un universo que me llamó más y nunca dejé.
—¿Por qué fuiste a yoga?
—Me llamaba la atención su filosofía, lo de las vidas pasadas y el mejorar la percepción.
Gestalt y reconexión
—¿Cómo fue el contraste teniendo en cuenta tus formaciones?
—No lo sentí, porque es parte de lo que somos, y fue gradual. Comencé por lo físico y cada vez fue más profundo, hasta formarme como profesora, también me formé en Reiki, cuencos tibetanos y otros saberes. Lo que finalmente me transformó fue la Gestalt, en el Centro Gestáltico del Paraná, cuya formación hice y me dio otra mirada.
—¿Te permitió integrar aquellos saberes?
—Me despertó, porque había perdido la conexión con las emociones y el disfrute. No podía conectar el cuerpo con las emociones, el sentir con el hacer, y esa fue la transformación. El yoga me abrió el camino.
—¿Le diste otra dimensión a lo aprendido?
—Sí, ahora estoy tratando de integrar yoga y Gestalt, experimentalmente. La Gestalt me volvió a la conexión con la naturaleza, con los otros seres y el cuidado de mí misma. Ahora mi pasión es la decodificación, la corriente de Humano Puente, que brinda Pablo Almazán, en la cual vuelco la Gestalt, porque es vivencial.
—¿Qué más te aporta trabajar con la Gestalt?
—Te lleva a poner tu impronta y sentirte bien con tu profesión, porque si no es solo una reproducción condicionada de lo aprendido. Al aplicarla al yoga me ayudó a ser más consciente y profunda la respiración, ya que antes era superficial.
Conectar y sanar
—¿Cómo descubriste la biodecodificación?
—Cuando me estaba formando con la Gestalt, a través de los videos de Enric Corbera, compré sus libros y de otros autores, hice una formación en una escuela que no me satisfizo y luego la de Humano Puente, que me resultó parecida con la Gestalt. De Corbera me maravillaba cómo la gente sanaba sola, autoconociéndose y conectando con la emoción que le traía el síntoma.
—¿Cuál es la similitud?
—En decodificación hablamos de los ciclos biológicos celulares memorizados y los momentos de dolor, fijamos una línea para que se establezca en el momento actual, vamos hacia atrás, al momento cuando se despertó el síntoma y luego a diferentes escenas de la vida grabadas en aquellos ciclos, para ver qué necesidad originan. La idea es recordar, revivir y repararlas, ya que grabaron en el inconsciente un programa que se repite. En lo vivencial aparece lo real.
—¿Es lo fundamental de la biodecodificación?
—Es un tipo de abordaje que abarca la salud física, de las relaciones, de la economía, territorial y emocional y todo lo que haga que la vida no sea vivida como plena. Y que entiende que somos creadores de nuestra realidad, con lo cual tenemos el poder de modificarla.
Desde el síntoma a la historia
—¿Qué dimensión tiene el síntoma?
—Siempre vamos desde el síntoma a la historia. Cada síntoma está asociado a diferentes conflictos y emociones. Síntoma es el resultado de no poder trascender hechos de la realidad que nos rodea. Es una realidad personal, compuesta de hechos que son el reflejo de viejas historias relacionadas todas. Estas memorias quedaron registradas en el cuerpo por emociones vividas de manera inesperada, en soledad y no expresadas en su totalidad. Toda escena del presente es un eco de hechos anteriores. Los síntomas, por ejemplo, pueden ser por qué no puedo tener una pareja estable, una enfermedad, conductas que repetimos, adicciones, ansiedades, miedos, etc.
—¿Puede haber un síntoma engañoso, en cuanto a que no está vinculado con el conflicto que se supone?
—No, aunque hay muchos diccionarios relacionados con los síntomas y no es solo eso, sino que hay que observar otras cuestiones que intervienen. El síntoma nos viene a hablar de hechos pasados no resueltos ni vivenciados adecuadamente. Es claro, y si el síntoma está, la historia está.
—¿Puede haber un encadenamiento de síntomas y que no se llegue directamente al conflicto?
—Hay muchos síntomas que tienen la misma raíz, como sucede con la desvalorización, el abandono o el no sentirnos escuchados, las separaciones o duelos, no solo de muertes sino proyectos truncos… También hay que llegar al transgeneracional y al proyecto sentido, que son las emociones vividas por la madre durante el embarazo y un año antes, ya que nuestras células y ADN se impregnan de eso. En cuanto a aquel, tiene que ver con el programa que se activó en nuestros ancestros y repetimos inconscientemente. Por eso es tan importante llegar hasta ahí. La historia está en el árbol, aunque no sea igual, e incluso gente adoptada lo puede trabajar.
—¿Mientras no se sana se repite en el clan?
—Así es, somos representantes de algún miembro del clan, por eso se piden fechas de nacimiento, nombres completos, profesiones, etc., para tenerlos en cuenta.
—¿Qué es lo más complicado de desprogramar?
—Confiar en el proceso y continuarlo, porque muchas personas piensan que es mágico. Hay que enfrentar los miedos y momentos de dolor, y ser sinceros. Hay síntomas que tienen secretos asociados, que también nos enferman porque salimos de la coherencia. Hay veces que no podemos trascender el síntoma físico pero lo aprendido igualmente es muy sanador.
—¿Cómo operan las máscaras sociales en la cuestión del secreto?
—Somos el inconsciente biológico, que es personal, está el inconsciente familiar, de donde tomamos la información que nuestro ADN trae para repetir, cumpliendo roles por fidelidad familiar aunque no sea feliz o no le vaya bien, y a su vez estamos inmersos en el inconsciente colectivo, en el cual está la cultura y la religión propia de cada lugar. Todo demanda observación.
—¿Puede desaparecer el síntoma original y tomar otra forma?
—Depende de cada uno. Si se mantiene en la coherencia no debería volver a aparecer. Lo importante es, cuando nos enfermamos, preguntarnos qué debemos aprender.
—¿Un caso que te resultó particularmente llamativo?
—(Piensa bastante). Me pasó tener que modificar la forma de abordaje, porque el consultante no podía hacer lo que proponía, y gracias a la Gestalt busqué otro mecanismo para que conecte con la emoción. También me pasó que alguien no podía escribirle una carta a una persona que falleció trágicamente. La mayoría de los casos me sorprenden porque cada persona es diferente.
—¿Tenés página en Internet?
—En Instagram y Facebook, Verónica Caíno.
“Curé la celiaquía al transformar el vínculo con mi padre”
Caíno explica su propio proceso de sanación y curación de la celiaquía, y fundamenta la importancia de todos los antecedentes emocionales hasta llegar al síntoma físico.
—¿Qué has decodificado en lo personal?
—Mi síntoma es la celiaquía, que logré trascender y curar, y estaba asociado con varios conflictos como por ejemplo la forma de relación con la autoridad. En mi caso me guardaba las cosas, me enojaba pero era sumisa, no lo expresaba, entonces se resintió el intestino delgado.
—¿Detectaste algo de lo cual no eras suficientemente consciente?
—Me llevó mucho tiempo ser coherente con el sentir y el hacer, que es la base para sanar. Era una persona con una tendencia más triste y melancólica, lo cual venía de mi mamá, quien me había tenido de jovencita, a los dos años de haber perdido a su mamá, o sea durante un duelo, y mi abuela era una persona depresiva, asmática y con muchas enfermedades. Hoy siento que lo transformé.
—¿Qué era lo más influyente en tu enfermedad?
—Por lo general lo más importante tiene que ver con la autoridad y, por lo general, el vínculo con el padre, con quien hoy tengo una muy buena relación gracias al camino que llevo. Pero hubo conflictos importantes y detonantes. Más allá de sanar lo físico me llevó a transformar el vínculo y ver la autoridad de una manera saludable. Era algo que estaba en los ancestros, ya que mi abuelo era divino pero machista, lo cual se fue acarreando. La celiaquía también tiene que ver con cuestiones de la religión y es un conflicto importante que estuvo en mi vida, porque tuve una maestra que me obligaba a rezar y a mi abuela la mandaron a un colegio de monjas. También se relaciona con el Sol, el padre, así que hubo una época en que me ponía protector solar hasta donde no se puede poner, porque “el Sol hacía mal”. Y la enfermedad también habla del conquistado-conquistador.
—¿Cuál fue el momento preciso de la curación?
—Hace dos años. El momento era comenzar a consumir gluten, que no hice durante 13 años porque supuestamente era “un veneno que te mataba”. Comencé a animarme, de a poco, porque también estaba el miedo de mi familia. Consumí durante un año, cuando fui a hacer los análisis dieron mal, volví a confiar en mí y en el proceso de limpiar mis emociones, y finalmente los análisis me dieron bien, mejor que nunca, ¡maravillosos! (risas).
Miedo impuesto y aislamiento social como la “no vida”
Caíno señala la necesidad de protegerse del miedo colectivo generado por gobierno y medios con relación al aislamiento social, a la vez que destaca la conexión personal y con la naturaleza que muchos lograron en esta etapa: “Espero que se sostenga”, auguró.
—¿Qué observás como sintomático desde que comenzó el aislamiento social?
—El miedo colectivo, que funciona desde los medios, de los discursos del Presidente, de cómo actuar sin acercarse ni saludarse, miedo a morir, a estar solo… más allá de que todo esto nos invitó a conectarnos con nosotros mismos, lo cual habíamos perdido por hacer tantas cosas. Si te dejás invadir por el afuera, te perdés.
—¿Disfunciones emergentes y síntomas que se han potenciado?
—La gente que llega acá es porque quiere salir del problema…
—Me refiero en general, porque tenés “el ojo” entrenado.
—Mi mamá, por ejemplo, me cuenta que sus amigos se están deprimiendo y angustiando por estar muy solos y no poder salir. Hay hijos que no dejan ir a sus padres al supermercado. No es vida, porque la vida es movimiento y vínculos. Espero que emerja y se sostenga la conexión con uno mismo, y con la naturaleza.