Usualmente tenemos cierta adicción al consumo de héroes uninominales. Destacados en cualquiera de las ramas del desarrollo de la vida hemos halagado tantas ramas de la ciencia, la política o el deporte y quizás sea menester cuan apropiado hoy invocar la existencia de Zozaya, el goleador de equipo. Y bien dicho está el adverbio, porque no es el que se destaca del equipo sino el que ha sido establecido en un esquema de juego como la persona destinada a hacer los goles.
El profesor
Por supuesto que hablamos de deportes, hablamos de jugar y tal vez eso no implique la seriedad formal y sensata de las artes duras o las ciencias de exactitud. Pero también es cierto que se trata de una forma de entender las cosas, de consolidar los proyectos comunes o los procesos solidarios de concreción de objetivos. Y aquí sí, bien vale que decir solidario no se refiere a la actitud dativa o emocional, sino a la verdadera acepción del “solis”, de lo soldado, de lo unificado. Proyectos comunes como objetivo y procesos comunes para su logro solamente pueden tener una variable de éxito: el bienestar común. Suena ampuloso para hablar de Alberto Zozaya o para hablar de fútbol, pero si genera estadios de felicidad y alegría entonces es bueno.
Señores, el fútbol
El fútbol es más que una acción deportiva y no cabe duda de ello. Es parte del proceso sociológico de los pueblos y en esto vienen los emergentes de la educación pública, de los desarrollos económicos, de la vinculación de los ciudadanos a las actividades lúdicas y deportivas e incluso de una forma icónica de vida. Entendamos con claridad esto porque Alberto, un niño que había nacido en Abril de 1908 en la ciudad de Urdinarrain, tenía apenas un poco más de 10 años cuando peloteaba casi sin rumbo en las divisiones inferiores del club Juventud Unida de Gualeguaychú, unos años apenas hasta recalar luego y ya adolescente en el otro gigante departamental: Central Entrerriano. En el año 1929 el equipo de Estudiantes de La Plata se encontraba de gira por el interior del país cuando recaló en la ciudad de Gualeguaychú. LA diferencia cualitativa por entonces entre los clubes de Buenos Aires y el amateurismo provinciano era bastante importante y por eso el resultado quizás no venga al caso. Pero si saber que en ese encuentro se destacaría el ya joven Alberto Zozaya, delantero de ariete y perspicaz instinto. Los platenses no lo dudaron y entonces, fichó.
La campaña que inicio el entrerriano en Buenos Aires se vislumbraba como lo que sería: brillante. Abocado a jugar y solamente eso, Zozaya fue parte de la consolidación del deporte del fútbol en la Argentina, de la instalación fusionada de la AFA como organismo rector, del abandono del amateurismo, del inicio del profesionalismo. Tantas cosas solamente para decir gol, a veces necesario para las interacciones humanas pero sin dudarlo, totalmente prescindentes para sencillamente jugar.
En ese proceso de recambio de instituciones y después de haberse jugado el Primer Campeonato Mundial de Fútbol de 1930 en Uruguay (donde la selección argentina clasificó subcampeona) es que finalmente el fútbol en Argentina se transformó en profesional. Las discusiones se terminaron, las superposiciones de valores ya estaban adecuadas y un fútbol diferente allí estaba.
Estudiantes de La Plata se había clasificado subcampeón del último campeonato amateur y ahora pretendía la revancha en el profesional. El día fijado en que comenzó el campeonato Estudiantes se enfrentaba a la formación de Talleres de Remedios de Escalada. La anécdota es absolutamente inaugural, porque fue el coprovinciano Zozaya el autor del primer gol convertido en el fútbol profesional de la República, nada menos que al arquero Bossio…apenas habían pasado cinco minutos del comienzo.
Fue aquello la muestra de su posterior brillo, porque al finalizar el torneo y a la vista las estadísticas resulta que Alberto Zozaya, el joven de Urdinarrain, se había consagrado ya como goleador del campeonato. EL primero en hacer un gol en el profesionalismo y además el primer gran goleador. Había convertido nada menos que 33 goles en aquella temporada de 1933, integrando una delantera cuya cifra hoy es casi un imposible: 104 goles en total.
Un poco de vida
Pero como dijimos en la introducción, es el futbol un emergente de acciones colectivas. Y as más allá del fulgor individual de sus protagonistas aparece la confabulación mágica de algunas formaciones. Que esto suceda no es usual y nunca lo fue, y en aquel 1931 tampoco porque ese equipo será por siempre recordado como lo que fueron: Los Profesores. Y hablamos de los nombres propios de esos recordados delanteros Ferreira, Scopelli, Zozaya, Guaita y Lauri. Y lo dicho porque entre todos ellos metieron la impresionante cifra de 104 tantos. Hoy en día cuando se habla del monto de las transferencias y no de los goles, esa centena parece un ensueño.
Zozaya ya no volvió por estos pagos. Producto de una lesión que por ese entonces era invalidante tuvo que abandonar la práctica del futbol en el año 1940 y se dedicó entonces a la dirección técnica. Atrás por cierto un pasado de impresiones poderosas en la Selección Nacional, Racing Club y Bella Vista de Uruguay.
En Estudiantes, su seno, es uno de los fundantes de un estilo y una prosapia vigente. Y en la cúspide de los goleadores del club se mantiene expectante en un 3º lugar por debajo nada menos que de Manuel Pellegrina y de Ricardo Infante.
Falleció en La Plata, un 17 de febrero de 1981.