“El impacto de la pandemia en la salud mental, será tal vez el saldo más negativo que dejó el nuevo coronavirus a la sociedad contemporánea. A esta realidad se suma en nuestro país la crisis económica. (…) el aumento del sufrimiento emocional de la población se traduciría en una mayor demanda de consultas médicas, derivaciones y aumento en el consumo de psicofármacos”, comienza diciendo un informe de Observatorio de Salud Medicamentos y Sociedad de la Confederación Farmacéutica Argentina sobre el consumo de psicofármacos en el primer trimestre de 2023.
Salud mental: entre la distopía y el clonazepam
Por Valeria Girard
La pandemia de coronavirus y crisis económica parecen las dos variables más relevantes a la hora de encontrar explicaciones a un problema tan complejo como el de la salud mental.
Las condiciones de estrés a las que está sometido el común de los actores sociales en el contexto casi apocalíptico del actual sistema capitalista podría ser un esbozo de la posible explicación.
La productividad a cualquier precio, las nuevas formas de explotación que se tornan en “autoexplotación voluntaria”. El pluriempleo como contracara de “no llego a fin de mes”, la desocupación como insumo de la depresión, la ansiedad de depender de un empleo precario, sin vacaciones pagas, jubilación ni posibilidad de enfermarse por miedo a perder los ingresos mínimos que aseguren la subsistencia. Entre otros factores, forman parte de la vida diaria de grandes sectores de la población.
Todos, signos de los tiempos que, en Argentina, agregan el plus de la incertidumbre inflacionaria para el comerciante, el asalariado, el empleador y el cuentapropista. Todas diferentes caras de una exigencia que pone a prueba la salud mental y física de cada persona.
En comparación, según el citado informe, en el primer trimestre de 2023, se consumieron un 10% más de sedantes que en igual período de 2022; en antipsicóticos, el aumento fue del 6,5 %, mientras que en antidepresivos un 1%.
Más allá de los porcentajes, no es difícil, si se tiene un panorama sucinto de la realidad del mundo y el país, entender las causas de las complicaciones del mundo actual. Un planeta que libra, virtualmente, su tercera guerra mundial, una sórdida disputa entre Rusia y Ucrania que –tras bambalinas– dirime dos maneras de ver el mundo entre el bloque occidental (Europa y Estados Unidos) y la emergente potencia oriental liderada por China. Por otro lado el, siempre latente, conflicto en Medio Oriente, recrudece en proporciones no vistas en 50 años. Lo anterior estaría configurando una remake de la guerra fría, pero con nuevos liderazgos mundiales con características que casi son “border”, el extremismo del pensamiento, de los actos, de los nacionalismos, del mercado, del ambiente, todo llevado al límite de lo soportable para el planeta y los seres humanos.
“La locura y el loco llegan a ser personajes importantes, en su ambigüedad: amenaza y cosa ridícula, vertiginosa sinrazón del mundo y ridiculez menuda de los hombres”, había dicho Michel Foucault en Historia de la locura en la época clásica (1961). Esa sinrazón del mundo, suele exacerbarse en nuestro país con las condiciones en que ciudadanos y ciudadanas deben debatirse en un contexto de normalidad imposible.
Si nos adentramos en el mundo de los jóvenes las alarmas están encendidas. En ciertas universidades se encuentran en proceso informes acerca del crecimiento exponencial de episodios de pánico de los estudiantes ante situaciones comunes en el ámbito académico como dar un parcial, o un final en condición de regular, como así también la dificultad para trabajar en grupos. Se han ido multiplicando casos de quienes, ante el primer revés en una evaluación, abandonan las materias o, si no promocionan, tampoco se animan a presentarse ante un tribunal evaluador. Escasa tolerancia a la frustración, exceso de miedo, problemas para relacionarse con el otro, males de la época. Entre los 100 productos más dispensados del mercado ético, continúa el citado informe, encontramos cinco ingredientes farmacéuticos activos: clonazepam, alprazolam, zolpidem, sertralina y lorazepam, en diferentes dosis y presentaciones. Son nombres de medicamentos, aunque más serían el nombre del alivio que, para muchos, haga el mundo más soportable.