En el marco de la celebración de los 10 años de la elección de Francisco como Sumo Pontífice, la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) invitó a importantes pensadores del mundo judío y musulmán, y a líderes de iglesias evangélicas del país, tanto a obispos como a teólogas, para profundizar desde sus propias miradas sobre el magisterio y el pensamiento del papa Francisco.
Los 10 años de Francisco y el diálogo interreligioso
La CEA, través de la Oficina de Comunicación y Prensa, difundió el compendio de esas reflexiones ecuménicas e interreligiosas, que incluyen expresiones de gratitud por los 10 años del presente papado.
En esta década, en efecto, el Papa ha afirmado en reiteradas ocasiones que el diálogo con las demás religiones y confesiones cristianas es crucial para construir juntos la paz.
“Este importante aniversario nos da una nueva oportunidad para meditar sobre el magisterio de Francisco y sus gestos. Nos permite admirar cómo ha sido un puente permanente con las distintas confesiones religiosas”, se expresa en la presentación.
“Es una invitación a detenerse para reflexionar, de la mano de estos hombres y mujeres, en virtud del gran aporte provisto `por el pensamiento de Francisco, para seguir trabajando juntos por una autentica fraternidad entre todos los seres humanos”, se agrega.
La CEA agradece la participación de Lía Zervino, Emilce Cuda, Ricardo Elia, Marcelo Figueroa, Cristian Hooft, Isaac Sacca, Santiago Kovadloff, monseñor Pedro Torres, monseñor Eduardo García y monseñor Roberto Álvarez.
Asimismo, se invita al público en general leer cada una de estas reflexiones, que “honran el pensamiento de Francisco y su gran aporte para el diálogo, la paz y la concordia”.
Pensamiento
Una de las reflexiones que se pueden leer en el compilado de la Conferencia Episcopal Argentina se titula "El Papa Francisco y los judíos" y fue escrita por Santiago Kovadloff.
"El pontificado de Francisco ha sabido dar continuidad y nuevos frutos a la tarea iniciada con lucidez y coraje por Juan Pablo II: restañar la herida profunda ocasionada al pueblo judío por el antisemitismo cristiano.
Esa labor de comprensión progresiva de lo judío y de los judíos ganó, de la mano de Francisco, un formidable impulso. Gracias a ella siguió ensanchándose el campo de una reparación finalmente reconocida como imprescindible.
La hermandad judeo-cristiana debe seguir afianzándose en un mundo que demanda incontables reconciliaciones.
Francisco ha dado y sigue dando, en esta primera década de su pontificado, pruebas esenciales de cercanía fraternal con el pueblo judío. Todas ellas se nutren en una comprensión renovadora y ciertamente auspiciosa de su propia fe cristiana. No solo de sus raíces históricas y teológicas indisociables del judaísmo. También de los desafíos que a la vivencia religiosa le plantea una realidad en la que la secularización extrema empieza a dar signos de agotamiento a través de la crisis de las ideologías, los dilemas espirituales que la tecnolatría no puede resolver y una crisis medioambiental que compromete el porvenir del hombre en la Tierra.
Es muy cierto que de esta formidable disposición de Francisco al diálogo con quienes durante tanto tiempo han sido desoídos, no solo se han beneficiado los judíos. También lo han hecho y lo siguen haciendo todos los credos a los que el Papa ha sabido acercarse. Incluso a aquellas corrientes que dentro del universo cristiano expresan posicionamientos de distinta orientación y que durante siglos han permanecido distanciadas del catolicismo tanto como éste de ellas.
Así es como van llegando a su fin viejos enconos mutuos signados por la intransigencia del prejuicio y sórdidos intereses que han desfigurado hasta lo irreconocible el significado de la auténtica religiosidad.
En lo relativo al vínculo entre católicos y judíos podemos afirmar que, al ir reconciliándose con los judíos, la Iglesia también se ha ido reconciliando consigo misma. Es por ello tan indispensable como fecundo que no solo la Iglesia siga ensanchando su vivencia fraternal de lo judío, sino que también nosotros, los judíos, abramos más y más nuestro corazón a la riqueza de la fe cristiana, esa que, representada y ejercida en estos últimos diez años por el Papa Francisco, nos rescata, a unos y otros, de la trágica inmovilidad del pasado".