El destacado entrenador de ciclismo Alejandro Agusti describió un panorama desolador de dicho deporte en la capital provincial, al punto de la inexistencia de competencias por falta de deportistas. Sumado a la falta de infraestructura y promoción, el profesor de la Escuela Municipal de Duatlón y Atletismo contrapuso dicha situación con los tiempos de gloria y grandes figuras entrerrianas de la disciplina.
Alejandro Agusti: "Hay que meter nuevamente al deporte en los barrios"
Alejandro Agusti: un accidente, Oscar Suárez y la pista del Thompson. Dormir con la bicicleta. ¿Qué pasó con el ciclismo entrerriano?: U
Por Julio Vallana
Concepto. Desde los cuatro años a los 13 el ciclismo debe ser un juego para conocerlo”.
Entidad. “La dirigencia decayó. Se puede hacer mucho con muy poco”.
La bicicleta y el Thompson
—¿Dónde naciste?
—En Paraná, en 1970; viví hasta los doce años en Avenida de las Américas, entre Pasteur y no recuerdo la otra, la casa de mis abuelos maternos, cuando nos fuimos al barrio Santa Lucía, donde viví hasta que hice familia.
—¿Cómo era aquella zona?
—Un lugar de tránsito; a la vuelta estaba la fábrica de Frescor y jugos Cacciabué e iba a la Escuela Provincia de Santa Fe. Aprendí a andar en bicicleta en la vereda.
—¿A qué más jugabas?
—Siempre me gustó la pelota, mi papá fue jugador de fútbol de primera división; el vóley, andar por el campo y estudiar a los pájaros. Mi mamá trabajaba en una peluquería sobre Avenida de las Américas, a los cinco años crucé la calle, me chocó un auto y me quebró el fémur. Era inquieto, mi papá no sabía qué hacer para mantenerme tranquilo, entonces a los quince días me trajo al Thompson, donde había una pista para carreras de bicicletas. Fue el flechazo con el deporte.
—¿Cómo fue?
—Un evento que hoy no se ve en ningún lado porque alrededor de la pista estaba la gente y había una pasarela para cruzarla. Me llamó la atención un muchacho, Oscar Suárez, mayor que yo, por quien comencé a correr y nos hicimos muy amigos. Ganaba todos los embalajes y me llamó la atención porque tenías zapatillas blancas. Comenzamos a seguirlo con mi papá, corrió en un Mundial de juveniles en 1979 y fuimos a verlo.
—¿Tu papá sabía sobre ciclismo?
—Cero; entraba a trabajar a las seis de la mañana, salía a las dos de la tarde, y tenía un taller de chapa y pintura por la tarde. Se hizo fanático por mí y mientras me pudo llevar a competir, lo hizo. Recorrimos la provincia y Santa Fe en un (Renault) Gordini.
—¿Qué actividad laboral desarrollaba?
—Fue empleado civil de la Fuerza Aérea durante 54 años.
Vivir de y para la bicicleta
—¿Sentías una vocación?
—Después del accidente quedé flechado y quería correr y vivir de la bicicleta, lo cual hoy no se puede, salvo irte a Europa o San Juan, donde hay equipos profesionales. No se me dieron algunas cosas para poder destacarme pero lo que hice fue bastante bueno y anduve hasta que me dieron las condiciones, porque hay que ser realista.
—¿Qué materias te gustaban?
—Siempre me costó estudiar y terminé la secundaria siendo grande, porque cuando anduve flojo, a los 17 años, le dije a mi viejo que no quería estudiar más y que me jugaría por la bicicleta. Me contestó que tenía que laburar, me compró lo básico para poner un taller en el garaje, arranqué y seguí hasta los 48 años.
—¿Durante qué lapso corriste?
—Tuve el accidente el 28 de agosto de 1976, el 28 de agosto de 1977 fue mi primera carrera, y corrí ininterrumpidamente hasta que entré a la colimba.
—¿Antes tenías bicicleta?
—Mi abuelo me había regalado una pero la usaba como cualquier nene. Los talentos, no es el caso de mí, porque fui de mitad del pelotón hacia adelante y tuve buena competencia, se encuentran en la calle. El problema es saber hacerlo, desarrollarlo y acompañarlo.
—¿Te acordás del debut?
—Como si fuese hoy; en la Plaza Sáenz Peña y con seis años. Hacía frío, me llevaron mi mamá y mi papá, no había dormido y tenía muchos nervios. Eran muchos chicos y se corría desde la iglesia, hasta calle Belgrano, Villaguay y subías por Irigoyen. Salí sexto y me dieron una medallita. Mi papá le había comprado la bici, rodado 20, a Súarez, y la primera noche que la tuve dormí junto a la bici. Hasta que tuve pareja, dormía con ella.
—¿Cómo te formaste técnicamente en los comienzos?
—Con Oscar, quien me acompañó y aconsejó al principio, hasta que se retiró y yo seguí mi camino como ciclista. Es un deporte en el cual no muchos te ayudan.
—¿Te llevó tu papá?
—Yo estaba un poco deprimido y no quería comer, y me dijo luego de ver una carrera que si lo hacía bien él hablaría con el papá de Oscar para conocerlo. Para mí Oscar era Messi así que comencé a hacer las cosas bien.
—¿Qué aprendiste?
—Me dijo que si quería andar bien y pelear por la punta, tenía que entrenar, sacrificarme y dedicarle tiempo.
—¿Lo asumiste no obstante ser adolescente?
—Sí; en la secundaria estaba todo el día en la escuela, venía corriendo a mi casa, porque en invierno me quedaba poca luz solar, tomaba media taza con leche y un pedazo de pan, y salía a entrenar. Era llevadero porque en un curso de 30 alumnos, 28 eran deportistas, mientras que hoy son dos los deportistas y 28 no hacen nada. Pensé que cuando no corriera más tenía que capacitarme.
—¿Hasta cuándo te acompañó Suárez?
—Hasta los doce años; era diez años mayor que yo, comenzó a trabajar en el casino de Gualeguaychú y me las tuve que arreglar solo. Siempre fui de investigar y cuando tenía 22 años comencé a hacer cursos, porque no hay una escuela para ser entrenador.
Entrenar, antes y ahora
—¿Tuviste otro consejero o entrenador?
—No, como todo el mundo, porque si querías uno tenías que pagarlo. Teniendo un entrenador se ahorra camino porque cuando tenía 16 años entrenaba mucho y mal, y las carreras eran mucho más largas. Eso cambió, porque antes hasta no te dejaban caminar, cuando hoy te mandan al gimnasio dos veces por semana.
—¿Cuáles eran dichos errores?
—Si comenzás de cero, hay que contratar un entrenador que, por lo menos, te oriente, hacer una especie de contrato y hacerle caso. Porque me ha pasado que comienzan con todas las ganas, no aceptan el proceso de formación, se aburren, van a otro, de aquí para allá… Hay que tener la disciplina y paciencia de durante un año hacer un macrociclo, y ver dónde estabas y los resultados. Es un deporte duro, que te forja el carácter para la vida.
—¿Cómo era practicar un deporte no masivo?
—No me pesaba y quería ganar el domingo, porque no lo hacía seguidamente. En esa época de mi categoría, y más chicos y más grandes, había muchos ciclistas, no como ahora. Está el Complejo Pucheta para entrenar, porque acá (Thompson) no se puede, cuando antes era un punto de encuentro.
—¿Cuál fue el primer salto cualitativo tras la etapa con Suárez?
—A los 17 años. Tengo un amigo que está en Italia que vivía en Santa Fe. Como no teníamos velódromo, para un Campeonato Argentino de Pista iba a su casa y nos íbamos a entrenar a Esperanza. Veíamos a otra gente y nos dimos cuenta de que hacían entrada en calor, piques de una vuelta, trabajos de velocidad con la moto… entonces vimos que no era sólo andar como loco en la bicicleta. Le buscábamos la vuelta para saber cómo prepararnos. Los ciclistas viejos te decían que si querías andar bien “tenías que estar con el culo arriba de la bicicleta siempre”, y me di cuenta de que no es así.
—¿Hasta cuándo hay que considerarlo lúdicamente?
—Hasta los 12 años, porque a los 13 las categorías comienzan a ser federadas, los chicos comienzan la adolescencia, y hay objetivos como el Campeonato Argentino de Ruta, el de pista y los Juegos Evita. Si lo hacés muy profesional desde chiquito, al primer cumpleaños de 15, ¡chau! Así quedan talentos en el camino. No gana sólo el más rápido sino el más constante.
Bicicleta y psicología
—¿Nunca quisiste dejar?
—Sí, muchas veces, porque me enojé cuando no se daban las cosas o porque no tenía medios económicos, ya que no es redituable, por nuestra zona. En la historia del deporte, a Europa sólo llegaron cuatro ciclistas que vivieron de eso.
—¿Qué preparación psicológica se requiere?
—Siempre nos llegaba información de quienes estaban más adelantados que nosotros, y sabíamos que Caíno hacía determinadas cosas y los velocistas otras. Pero era prueba y error, y por eso decidí capacitarme.
—¿Se corre con la mente, como en determinados momentos de un maratón?
—Se prepara según la disciplina: hay carreras de ruta que son largas, en las cuales hay que estar atento y tener disciplina para guardar la reserva para jugarla en determinado momento, y hay otras pruebas que tenés que prepararte durante un año para un minuto de carrera.
—¿En la ruta hay un “muro” a determinada cantidad de kilómetros?
—No, porque hay una estrategia. Si es de 120 kilómetros y tenés un buen bloque de entrenamiento con varias secciones de 150 o 180 kilómetros, la dominás bien. Luego hay que ver las condiciones con las que llegás para definirla en cuanto a velocidad y resistencia. En la pista es más explosivo, con una entrada en calor, activación de fibra muscular y darle a tope.
—¿Quién es el mayor enemigo?
—El mismo ciclista. En los últimos 15 años el peor enemigo del ciclismo infantil y juvenil son los padres de los chicos, porque pretendiendo ayudar presionan.
Física y química
—¿Qué te aportó ser mecánico al competir?
—Resolvés muchas cosas, arriba de la bicicleta sabés si comienza a fallar y lo podés solucionar desde arriba, o bajás, si competís en ruta, y no necesitás de la caravana que te sigue.
—¿Cuándo tuviste un físico óptimo?
—Ahora hay muchas variedades pero me sentí fuerte recién a los 20 años, en una Vuelta de Entre Ríos, durante una semana, con los mejores equipos de Argentina y Uruguay, en la cual anduve bastante bien. No tuve el proceso de trabajo como el de ahora. Hay un chico de 14 años que hace pretemporada acá, con gimnasia y pesas, entonces a los 17 o 18 años llegará con un físico maduro. Si anda fuerte o no es otra cosa, pero tiene un entrenamiento físico de tres o cuatro años, que yo no tuve. El pico de rendimiento se puede programar. Me pasó que tenía que ir un sábado a un selectivo para un campeonato argentino y el profesor de Educación Física me hizo correr el (Test de) Cooper de 12 minutos el viernes. Al otro día fui un desastre.
—¿Considerabas lo nutricional?
—Se comía sano pero no era una alimentación especial como ahora. La doble Seguí largaba a las ocho de la mañana, mi mamá me levantaba a las cinco, y me daba una costeleta con arroz y huevo. Hoy hay proteína en polvo.
—¿Qué otras capacitaciones hiciste y qué revisaste?
—Fue un entrenamiento de fuerza, con lo cual me di cuenta de que no se puede entrenar todo el año a fondo porque baja el rendimiento y vienen las lesiones. Y aprendí a observar las condiciones para cada tipo de prueba. Cuando vino Cachito Vigil fui otro entrenador, porque aprendí a ver qué es lo que se tiene y potenciar eso.
—¿Competiste siendo entrenador?
—Sí, a los 23 años tuve al primer alumno de 12 años, Alexis Poletto, quien fue subcampeón argentino y ganó otras medallas nacionales. Pero cuando comencé a dedicarme al entrenamiento la competencia no era la prioridad.
—¿Una anécdota?
—Durante una carrera en Santa Fe perdí los tres tornillos de la zapatilla y quedó floja, cuando estaba para definirla. Mi hermano y mi papá me hacían de auxilio, me saqué los abrojos, le tiré la zapatilla y corrí un par de vueltas sólo con una zapatilla en buen estado. Gané el último sprint y quedé segundo en la carrera. La gente se reía.
Un padre de fierro
—¿Lloraste muchas veces?
—Lloro mucho al lograr objetivos con los chicos que entreno porque sé el proceso por el cual pasan. Hay veces que me acuerdo de mi papá (lagrimea), porque me acompañó y aconsejó hasta lo último.
—¿Conservás la bici?
—La vendí junto con las zapatillas porque hace cinco años estaba renegado del deporte. Ahora quisiera tenerla, pero es imposible por lo económico.
—¿El logro más entrañable?
—La primera vez que un alumno fue campeón argentino, teniendo un calendario pobre y sin acompañamiento de nadie, salvo de los padres.
—¿Qué es lo más sorprendente que viste?
—Miguel Induráin, un referente de cuando yo competía, cuando hacía los tramos contrarreloj en carreras tipo rally. Pasaba la montaña muy bien pesando casi 80 kilos y sobresalía sobre la media.
—¿Cuál es el concepto de trabajo en la escuela municipal?
—Desde los cuatro años a los 13 es juego, contención y conocimiento del deporte, sin grandes exigencias, y a partir de ahí planificación. Logramos más de 60 medallas en el ámbito nacional e internacional. Sin embargo nunca tuvimos apoyo. Con muy poco y organización se puede hacer mucho.
—¿Cómo comenzar?
—En el Complejo Pucheta, desde las 17, los miércoles, y tal vez haya más días. O vienen al Thompson y nos organizamos en la Escuela Municipal de Duatlón y Atletismo, lunes, martes, jueves y viernes, de 17.30 a 20.30.
“Hoy no se puede hacer una carrera porque no hay chicos”
Agusti recordó las multitudinarias jornadas deportivas barriales que desaparecieron, según afirmó, a partir de la construcción del Complejo Ciclístico Arnaldo Pucheta, circuito donde pasaron a realizarse las competencias.
—¿Por qué el ciclismo fue masivo?
—Había muchos clubes y ciclistas afiliados a la Asociación Ciclista de Entre Ríos, los cuales tenían la obligación de hacer una competencia por mes. Eran competencias de barrios y no de circuitos permanentes como ahora. El deporte se fue de los barrios y hay que trabajar políticamente para meterlo nuevamente. Hay una agrupación de padres que trabajan, pero no aparecen chicos nuevos, porque no hay forma de sacarlos de la computadora y el celular.
—¿Cuándo comenzó esta decadencia?
—Tenemos la suerte de tener ese circuito (Pucheta) cuyo terreno donó Humberto Varisco, o está en comodato, para hacer un circuito, en 1987, y un velódromo. Desde que lo tenemos se dejaron de hacer carreras en los barrios y todas se hacen ahí. Pasaron los años y hay gente en Paraná que no sabe que existe y eso es parte del declive. Se le dio seguridad y otras comodidades, pero al sacar el deporte base del barrio cada vez hubo menos ciclistas. Cuando yo tenía ocho años acá (Thompson) había 20 chicos de Paraná que corrían, y venía gente de Santa Fe y otros lugares. Hoy no podés hacer una carrera de chicos de ocho años porque no hay. Cuando me dediqué al entrenamiento y comencé a trabajar en la Municipalidad hubo una gestión en 2008 durante la cual pusieron una escuela en barrio Los Gobernadores, más que nada para contención y enseñanza deportiva, con bicicletas de cualquier tipo, y con lo cual hubo un reflote. Cuando terminó esa gestión el otro profe que trabajaba conmigo no renovó y me fui al Complejo Pucheta con los chicos que querían competir, porque no se podía entrenar en un baldío. Crecimos deportivamente, con buen nivel y resultados, pero se perdió ese semillero del barrio. He presentado otros proyectos pero…
—¿Qué permitió el surgimiento de figuras como Humberto Varisco, Mario Mathieu y Pedro Omar Caíno, por mencionar sólo algunas paradigmáticas?
—No lo viví porque había mucha diferencia de edad pero sabíamos que eran próceres, al igual que los hermanos (Roberto y Luis) Brepe, Miguel Sigura… y mucha otra gente. Cuando me crié deportivamente el Maradona era Caíno, un deportista olímpico fuera de serie. Venía a entrenar a Paraná, se corría la voz y los chicos de mi edad nos juntábamos para pedalear en su pelotón. Ganó en todo lo que corrió y fue muy buena persona. Era el gran referente a nivel internacional.
—¿Cuál es la realidad institucional?
—Decayó mucho y no hay recambio de dirigentes; se podría hacer mucho con poca cosa. Hay un circuito que se ocupa cada quince días, pero se podría potenciarlo. No tenemos ciclistas de élite, ni infantiles ni juveniles, ni velódromo. Estamos haciendo algo mal.